Tacuarembó, 22 de noviembre de 1992
Padre Horacio Bojorge:
A pedido suyo le entrego el testimonio del milagro de la Virgen Santísima.
Muchas personas lo han oído.
En una reunión del Club Juventus, en el que tuve que dar una charla de psicología, lo conté frente a Monseñor Gutiérrez Ameztoy y las personas que estaban presentes. Mi presencia allí era porque yo había recuperado mi fe y había vuelto a la Iglesia.
El día en el que tuve la aparición de la Virgen, era la fecha del cumpleaños de mi padre (ya fallecido). Soy docente jubilada; maestra especializada en discapacitados auditivos, — egresada en 1967 del Instituto Magisterial Superior — y profesora de psicología del Niño, del adolescente, de las edades, evolutiva, educacional del aprendizaje, durante 19 años, el Instituto de Formación docente de Tacuarembó.
Le envío mi testimonio. El 23 de febrero de 1984 ingresé por la mañana por una crisis asmática al Sanatorio Regional para hacerme un tratamiento distinto al que me hacen en domicilio, ya que sufría espasmos bronquiales.
Como me sentía bien, les sugerí a mis familiares que se retiraran y que volvieran por la tarde. Así lo hicieron, pero, al regresar les dije que me encontraba con la respiración un poco agitada. Fue puesto en conocimiento el médico que me trata, el doctor Alfredo de Mattos, y se empezó con otra medicación.
La crisis asmática se produjo y fue muy intensa. El doctor dejó su consulta para estar a mi lado. Tomé las precauciones necesarias, pero el ataque no cedía. Comenzó a dolerme el corazón y cada vez recibía menos aire. Estaba con oxígeno. Me dí cuenta de que iba a morir pero no sentí miedo y se lo dije a una hermana mía. Ella me respondió que no, e inmediatamente me puso al cuello una medalla de la Virgen y otra del Ángel de la Guardia.
Mis hermanos y mi madre oraban. Ví a mi madre llorar y me dio una gran pena. Pues, en ese instante, me di cuenta, de que al producirse mi muerte, ella tendría que ir a vivir con alguno de sus hijos casados, porque la entrada en dinero mayor para ella, era la mía. Debo destacar que hacía muchos años que me había alejado de la Iglesia y no practicaba la religión. Tuve formación religiosa desde niña y mi amor por la Virgen permanecía inalterable. Recurría a ella en momentos difíciles y no me dejaba de lado.
Mi preocupación por mi madre, fue tan grande, que en ese instante invoqué a la Virgen y le pedí que no me dejara morir. Que le diera al médico toda su sabiduria, para que me sacara del trance.
Aquí se produjo el milagro. La Virgen se me apareció como un foco luminoso no mayor de ocho centímetros de diámetro, titilante, y me preguntó qué le prometía a Dios. ¡Qué instante supremo! ¿Qué podía prometer? Solamente le dije mentalmente que volvería a la Iglesia; confesaría y comulgaría. Y desapareció. Lentamente, la crisis fue cediendo. No obstante eso, estuve setenta y dos horas con oxígeno.
Cuando mi madre se fue del Sanatorio le dije que había recobrado mi fe. Otra hermana me dijo que era un milagro de Monseñor Escrivá y que iba a llevarme un sacerdote. Le dije que no, que era otro milagro, y que yo misma iría a la Iglesia. Tenía la certeza de que no moriría ahora.
La Virgen, de manera magistral, me tendió sus manos, una vez más. Pero esto fue lo más maravilloso que pudo suceder en mi vida.
Mi fe aumenta día a día y Ella me llevó de nuevo a Jesús. El 4 de marzo mi madre cumplía 80 años y fu a la Iglesia. Me confesé con Monseñor Gil y comulgué.
Tengo mucha paz. Mi madre tiene ahora 93 años y le he dado mucho bienestar. Sólo doy gracias todos los días, porque la tengo y porque todavía comulga apoyada en mi brazo o en el de mi hermana.
¡Gracias Dios mío, gracias Virgen Santísima, gracias Jesús mío! Gladis Raquel Príncipe Mieres.
Qué hermoso testimonio de vuelta a Casa!!. Es simple; llano y a la vez; muy profundo!. Gracias Virgen Santísima!