SUSANA SEEBER DE MIHURA 1939/3 [23]
EL BEBITO Y LOS CHICOS

No hay nada tan claro y tranquilo, nada más  que este bebito mío, jugando con su pie desnudo. Es la razón de ser de mi vida

1939/3

OCTUBRE (En el campo)
Sentí dejar esa casa en Belgrano, donde estuve tan contenta. Todo me fue bien, con el bebito, con los chicos, en los días que pasé allá, en Buenos Aires, con la gente que quiero. El día que nos vinimos estaba triste. El haber tenido el chico allí hacía quedar algo mío entre esas paredes. Había sufrido, y Federico había nacido en aquel cuarto donde, desde mi cama veía el cielo y las ramas de los plátanos.   Pero mentiría si dijera que no estoy encantada aquí (como digo a veces). Soy perfectamente feliz. Tan feliz que me parece raro. Raro, tener conciencia de esta felicidad. ¿Acaso recordaré alguna vez esta época de mi vida pensando: “Nunca fui tan feliz como entonces”? Mis chicos están sanos y se ríen.

***

Los tres chicos acostados en la misma cama. El bebito al medio, Jackie a un lado y Ricardo al otro. Los tres se reían. Jackie le hablaba: “Bebito, bebito querido”, como le hablo yo, y Ricardo le besaba las manitos. Y yo sentada en la cama, los miraba, y toda entera  me sonreía.

Hubiera querido que eternamente durara este momento. Morirme así, mirándolos a los tres acostados, llenos de gracia, de bondad y de alegría. Oh mi maravilloso, maravilloso amor. Nunca más lo gris y lo banal en mi vida ni en el mundo. Vivo, realmente, en mi mundo encantado, lleno de sorpresas y de “posibilidades”; vivo conscientemente una segunda infancia, una segunda juventud en la de mis hijos.

NOVIEMBRE  
Es un lugar común decir que el casamiento cambia a la gente. Un lugar común falso. El hecho físico de no ser ya une vierge no cambia la naturaleza de la mujer. No hace más que ponerla  en la realidad, quitarle un velo de los ojos de manera que vea mejor la realidad material. Tener hijos cambia. No es algo exterior sino algo desde dentro que se transforma. Casada, piensa de otra manera, con hijos siente distinto. Y toda la vida de la mujer, que tiene su origen y su base en el sentimiento, se transforma. Toda la vida, hasta en los detalles más materiales.

***

Las otras tardes después de una tormenta, el sol apareció en el momento de ponerse. Todo tomó un aire irreal. El color de oro oscuro que se encendió en las puntas quietas de los árboles, el cielo gris oscuro, la transparencia del aire, todo tenía algo metálico y extraño, rígido: bronce, acero. Corrimos todos afuera. De pronto salió Ricardo, y al ver delante suyo estos árboles, esa luz, ese misterioso y extraño espectáculo, apuntó con la mano y gritó: — “¡Jackie, Jackie, así eran los árboles cuando soñé!”

Me quedé mirándolo; estaba colorado de emoción. Y realmente, después de que él hubo hablado me di cuenta de que era exactamente la sensación de un sueño lo que yo también sentía sin haber podido explicarlo.  Pero me he quedado pensando  cómo el chico ha podido soñar así; de dónde sacó los elementos para un sueño así.

DICIEMBRE
No hay nada claro y tranquilo, nada más que este bebito mío, jugando con su pie desnudo. No he escrito nada de este animalito sonriente, ¡y es la razón de ser de la vida!

***

Impresionada con el suicidio del comandante del “Graf Spee [acorazado de bolsillo alemán puesto fuera de combate por la flota inglesa frente a las costas de Punta del Este el, 13-14 de diciembre de 1939. Dinamitado y hundido por orden de su capitán: Hans Langsdorff, en aguas a vista de su salida del puerto de Montevideo. Su Capitán con una parte de su tripulación huyó en el buque Tacoma, nave auxiliar del acorazado. Otra parte quedó internada en Uruguay y Argentina, donde formaron sus familias. El Capitán se suicidó días después en Buenos Aires. La mano oculta en el pecho en gran parte de sus fotos, tras la derrota, sugiere su pertenencia a la masonería]
No en medio del combate, ni hundiéndose su barco, sino fríamente, cuando había concluido con todo lo que tenía que hacer; tranquilamente, después de un reportaje (que yo leía sabiendo que ya había muerto) en que decía que su preocupación era que sus marineros conservaran la moral. “Para mí la guerra ha terminado”: esas palabras nadie las supo interpretar, pero yo las leí sabiendo.

Siempre me he rebelado contra los “sacrificios inútiles”. Recién ahora comprendo el valor del heroísmo, el valor moral de un sacrificio como éste. No, el heroísmo no es una palabra vana y sin sentido. Que la idea de deber sea tan fuerte que un hombre sacrifique su vida por ella, sin gloria, silenciosamente, compensa por todo lo bajo y lo mezquino que vivimos todos los días. Una muerte así es más importante que la vida.

El Diario de Susana Seeber de Mihura continúa a partir del 14 de enero 2022

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