El cuerpo de la mujer como templo donde habita Dios, debe motivar la mirada del varón sobre ella para exclamar con el salmista «¡Qué hermosas son tus moradas!» Salmo 84
De esta manera, el alma del varón exorciza la mirada lujuriosa y despersonalizante sobre la mujer
El varón debe tener la iniciativa amorosa para solicitar el amor de la mujer, sin miedo a su fecundidad ni a los hijos. Esos miedos los inspira la lujuria pero los exorciza el amor.