LA SERPIENTE Y LA TENTACIÓN A LA MUJER
COMO VIOLACIÓN DEL ALMA.

No te mata con el veneno de sus colmillos sino que susurra en tu mente con su lengua trífida, e insemina directamente  en tu alma sus Pensamonios : Miedos, Tristezas, Iras, Sospechas, Celos… Pero tú ni te das cuenta de que es una voz ajena, que viola tu mente desprevenida y así engendra en ella sus viboreznos.Tú luego  los gestas, los pares y amamantas. Ellos te crecen dentro, te envenenan y matan a su madre en alma y cuerpo.
EL DEMONIO ES UN VIOLADOR DE TU ALMA

Especialmente del alma de la mujer de la cual es enemigo desde el principio, porque ella era el Amor en forma de creatura antes del pecado. «Yo pondré enemistad entre ti y la mujer» (Génesis 3, 15)

Y era una principal trasmisora del Amor a Dios para comunicarlo a toda su descendencia. Y porque ella estaba llamada a vivir en una dependencia amorosa del Verbo eterno, que le mostraba el Bien divino para amarlo.

La Lengua trífida de la serpiente simboliza las tres pasiones relativas al mal  que inspira su lengua, es decir sus palabras portadoras de su veneno: Miedo, Tristeza e Ira. Una serpiente que no envenena inyectando el veneno en el cuerpo con sus colmillos, sino que envenena las almas con lo que les dice con su lengua trífida en los oídos del alma. 

¿Sabes que el demonio es un violador del alma, de toda alma, pero sobre todo del alma de la mujer?  Sobre  todo del alma de la mujer porque ella, a menudo, sobre todo cuando es buena, es más ingenua y fácil de engañar. Y no te digo nada cuando está en pecado y a merced del malo. Violador, quiere decir que se apodera de ella al margen o en contra de su voluntad. La domina y como que la posee mediante la mentira, mostrándole el mal como bien o el bien como mal. Pero sobre todo desesperándola de poder lograr el bien y procurando  que salga a comprarlo o a apoderarse del bien por sí misma.
El demonio, dice la Escritura, es enemigo de la mujer y la ataca principalmente con miedos, tristezas, iras. Yo le llamo a esas tres pasiones del alma frente al mal: “el tridente de Satanás”. Obviamente se trata de miedos, tristezas e iras  inmotivadas, suscitadas en el alma humana mediante pensamientos engañosos. Miedos de futuro, tristezas sin motivo, iras desproporcionadas, celos sin fundamento real, etc. etc.
El fruto del árbol de la Vida, que era el árbol de la Vida de Dios,  era el Árbol de la sabiduría y del amor divino, porque Dios es Sabiduría (El Verbo, Jesucristo, del cual es mayor semejanza y ministro principalmente el varón) y Dios es Amor (Es Espíritu Santo del cual es mayor semejanza y servidora principalmente la mujer). Por eso estaba prohibido tomar por sí mismo el fruto. Porque la creatura debía respetar la libertad del Dios Creador. Nadie puede apoderarse del Amor si no le es dado. Eso sería violencia, violación de Dios.
Ahora bien, Satanás a menudo, engaña a la mujer diciéndole la verdad pero sugiriéndole una mentira. Así lo hizo con la Madre Eva. ¿Cuál es la verdad con que la engaña? Le dice la verdad cuando le dice que Dios sabe muy bien que cuando coman de ese fruto serán como dioses conocedores del bien y del mal. Eso es verdad. Y eso sucede cuando se nos da en la Eucaristía. Y en general en la vida de gracia, de comunión y de comunicación de sus perfecciones divinas (en griego: koinonía = comunicación, comunión, participación).

Allí entramos en comunión con la Sabiduría y el Amor divino.  Pero había que esperar a que Dios se ofreciera a sí mismo. “Tomad y comed este es mi cuerpo, esta es la copa de la Alianza nueva y eterna”. Este es el fruto del árbol de la vida,  el cuerpo de Cristo en el árbol de la Cruz, sabiduría de Dios. Ese era un fruto del que no les estaba permitido apoderarse para comer por sí mismos, sino que debían aguardar hasta que les fuera dado. De los demás frutos del jardín del Edén podían servirse por sí mismos. El fruto del árbol de la vida les debía ser servido porque de la vida divina nadie se puede apoderar sino que se ha de recibir por gracia, como un don de amor.
¿Cuál es la mentira? La mentira, el engaño, está en que el demonio astuto, a la vez que le dice la verdad al Amor, le sugiere que el fruto nunca les será dado, y que siendo tan bueno a los ojos del amor, nunca lo alcanzará si no se apodera de él por sí mismo. Por eso la mujer, fácilmente intenta apoderarse del amor por sí misma. Intenta ser dueña de los que ama. Intenta comprar el amor “con todas las  riquezas de su casa” (Cantar de los cantares 8, 7) a veces entregándose a sí misma en la esperanza de conseguir ser amada, con lo que sólo consigue el desprecio y el abandono.
Así  que el demonio, el falso Logos, engaña al Amor-mujer sustituyéndose al Logos verdadero, autor del mandamiento del cual el varón es portador ministro.
Y de esa manera viola al Amor con la mentira y lo corrompe apoderándose del Amor y poniéndolo al servicio de la mentira por la transgresión del mandamiento «no comerás». Es la violación del alma de la mujer por la mentira, semen espiritual que engendra en ella la transgresión. Pienso, me lo sugiere la meditación del texto, que si el Ángel más astuto se presenta en el relato en forme de serpiente, como un animal fálico, que sugiere la posibilidad de la violación y penetración física de la mujer, es porque esta imagen material expresa una realidad de orden espiritual, expresa la violación del alma de la mujer por la mentira, por el espíritu de una inteligencia mentirosa. Satanás no habló con el Varón aún inocente y portador de la sabiduría del mandamiento,  habló con La Mujer. Porque Adán (antes de pecar) era imagen, portador y ministro del Logos, del Verbo, de la Verdad El varón inocente era como un espejo de la razón divina, reflejo e imagen perfecta del Padre. Y la Mujer (antes de pecar) era como el espejo privilegiado del amor, espejaba al Espíritu Santo que procede del Padre «a través del Hijo».

El Logos, la inteligencia que conoce el Bien, es el que le presenta el bien al Amor. Por eso el  el Logos le muestra el bien a la Agapé, al Amor, porque el Amor no conoce por sí mismo, sino que sigue al bien que le muestra la inteligencia. El varón le mostraba el bien a la mujer. Era el varón el que la había enseñado a la mujer el mandamiento: «no comerás».
Es decir el Logos divino, le había mostrado el bien a la Mujer, por medio del ministerio docente del varón. Cuando la serpiente la interroga ella repite la sabiduría del mandamiento dado al varón y comunicado por el varón a ella. La serpiente que es el Angel de Luz, el falso Logos, se susituye al Logos verdadero, del cual el varón era el portador y el maestro, y le muestra a la mujer lo bueno como malo. Y le promete así al amor, que él mismo dirá lo que es bueno o malo, «serás conocedora del bien y del  mal». El amor quedó así a merced de la mentira, sometido a la mentira, dominado y poseído por la mentira, hecho un solo espíritu con el espíritu de la mentira, como por una cópula espiritual.
Inseminada por una mentira que engendraría la transgresión y la tentación al esposo para que comiera del fruto, para que también transgrediera, luego de haber abdicado de su condición de ministro del Logos de la verdad.
Y eso que sucedió al origen sigue siendo hoy así. El falso logos sigue insinuándose y confundiendo al Amor, a la mujer, cuando ella no es conducida por el verdadero Logos. Por eso es tan importante que la mujer se case con el Verbo hecho hombre y sea dirigida interiormente por Jesucristo, sin guiarse por sí misma, comportándose como si sus amores, sus afectos, fueran también fuentes de conocimiento. Y por eso es necesario que el varón, el esposo, como ministro del Logos verdadero para su mujer, esté identificado espiritualmente con Jesucristo, el Verbo, el Hijo, para poder ser ministro del Verbo en mostrar el Bien y ser digno de ser seguido por la mujer. De lo contrario, la mujer queda a merced de las astucias y violencias del falso logos, del espíritu del engaño.
Cuando el Amor no dialoga con el Logos, cuando no sigue al Logos verdadero, queda a merced del logos falso que  se apodera del Amor, lo somete, lo viola y engendra del Amor los frutos de la mentira, que son precisamente contrarios al Amor: miedos, tristezas, iras, odios, rencores, envidias, desesperación, exasperación, malignidad, celos, venganzas, dominación, engaños, manipulaciones. El alma que no vive en relación de diálogo con Jesucristo, el Logos verdadero del Padre, como quien trata de amistad con quien sabe que la ama, cuando queda solitaria, es atropellada y violada espiritualmente por el falso logos, encadenada, privada de su libertad y sometida a esclavitud para poner por obra los fines perversos del enemigo.
Cuando  la mujer acepta y alberga en su alma los miedos, tristezas e iras que le inspira su enemigo, aunque no lo advierta, está aceptando ser violada por satanás y fornicando con él al entregarle el alma. De esa fornicación sólo pueden nacer males y más males. Es necesario advertírselo a toda alma, especialmente a toda mujer, y enseñarle a pedir auxilio a su Esposo del alma verdadero: Nuestro Señor Jesucristo, el Cordero esposo de la iglesia y de cada bautizada llamada a ser esposa-iglesia-individual.
¡Mujer cristiana, bautizada, hija de Dios, no entregues tu alma a miedos, tristezas, iras, celos, desesperanzas, incredulidad, pesimismos, desánimos, rencores!… fornicarías con Satanás entregándole tu alma. Si bien es cierto que el miedo, la tristeza y la ira, son pasiones en sí mismas buenas porque están referidas al mal verdadero, cuando por un error de percepción, se experimentan ante un bien, son obra del tentador que, padre de la acedia, muestra el bien como malo y el mal como bueno. El grito de auxilio que en esas circunstancias debes proferir es: Jesús en vos confío, hágase en mí según tu palabra (y no según estos pensamientos de la mentira), ven en mi auxilio… Así, rechazando al Tentador crecerá en  ti la conciencia esponsal y la experiencia de que siempre que pides la ayuda de tu Esposo, eres escuchada y salvada. 
En resumen: El demonio es violador del alma. De toda alma, pero especialmente del alma de la mujer de la cual es enemigo desde el principio («Yo pondré enemistad entre ti y la mujer» Génesis 3,15), porque ella era el Amor en forma de creatura (antes del pecado) y principalmente el Amor a Dios para comunicarlo a toda su descendencia. Y porque ella era reflejaba la procedencia amorosa del Espíritu Santo, que procede del Padre por el Hijo. Procedencia o dependencia amorosa del Verbo, que le mostraba el bien para amarlo. Por eso la transgresión o desobediencia de la mujer fue la inversión del orden divino que la concibió habitable, receptiva, acogedora del Logos divina y de la voluntad del Padre a través del Hijo. 
A.M.D.G.

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