“¡No piense, repita…!”
– Pero, profesor, yo pienso que…
– ¡No piense, repita…! Si usted piensa, seguro pensará tonterías… Repita lo que enseña Jesús; y cómo lo explicaron San Agustín, Santo Tomás de Aquino, San Buenaventura, y otras lumbreras, en dos mil años de Iglesia…
La frase del profesor –hoy un anciano Sacerdote- en nuestro Seminario, provocó la hilaridad general del curso, en una clase de Antropología Teológica. Hasta el mismo seminarista que, con osadía, quiso lucir sus juveniles, pero aun poco desarrolladas neuronas, estalló en una sonora carcajada; tras caer en la cuenta que había estado a punto de descerrajar un disparate. El experimentado catedrático, brillante, y poseedor de dotes histriónicas, y admirable capacidad para la ironía; ex comunista converso que, antes de comenzar su formación sacerdotal, había pasado por universidades del Estado, dominadas por la izquierda, y la ultraizquierda, remató: “Cuando queremos ser ‘originales’ estamos a instantes del absurdo; y, por supuesto, de la heterodoxia…”
La clase se salió –por decirlo de algún modo- del temario previsto; pero terminó dejándonos una magistral lección de fe y cultura. “Nuestro Divino Maestro –continuó nuestro único e irrepetible cura- nos deja en su oración, en sus palabras, en sus gestos, en sus instrucciones, y hasta en sus silencios, el modo de trasmitir sus enseñanzas. Y en este mundo que niega hasta la naturaleza, lo más ‘revolucionario’ es repetir, sin más, lo que Él nos pide; y que es transmitido lúcidamente por la Iglesia”.
Inmediatamente, se originó un intenso intercambio sobre los estragos que el llamado “constructivismo” hizo en la educación; al reducir todo a una “construcción social”, algo así como un rompecabezas donde cada uno, democráticamente, aporta lo suyo. Ya no interesa, entonces, la naturaleza de las cosas; la esencia misma que las distingue. Solo cuenta el ponerse “de acuerdo”, de ser necesario, votación de por medio; e inventar una “realidad”, sin fundamento en lo real.
Décadas de pedagogías sesgadas, y sin mirada trascendente, redujeron la educación, en la práctica, a un abanico de pulsiones; donde todo pasa por lo sentimental, lo placentero, y la inmediatez. Y donde no hay lugar para el estudio de las verdaderas fuentes del saber, la reflexión serena, y los bienes arduos. Y, al negarse la verdad; y reducirlo todo a opiniones, o a “tu verdad, o mi verdad”, se consuma la irreparable estafa de impedir la búsqueda de la Verdad, abrazarla, amarla, y ser verdaderamente feliz por su seguimiento, y testimonio.
Recuerdo cómo de niño, mis inolvidables catequistas y maestras del Colegio Sagrado Corazón de Jesús, de Rosario, nos enseñaron a memorizar versículos enteros de la Biblia; y otras páginas memorables de la literatura universal. Así, era un placer para nosotros pasar al frente y declamar, por ejemplo, las Bienaventuranzas; o estrofas enteras del Poema del Mio Cid, o de nuestro argentinísimo Martín Fierro. Hoy sería un escándalo; pues, desde la ideología pura y dura, podría acusarse a las pobres maestras de “exponer a los niños a las burlas de sus compañeros” …
El rechazo de la ejercitación de la memoria dejaría un tendal de estragos pocos años después. El “mayo francés”, el jipismo, las ideologías ateas y materialistas, y todas sus hijuelas; como todos los “pos” habidos, y por haber: la posverdad, el poscristianismo, y el consecuente poshumanismo, aniquilaron la memoria, y endiosaron los “relatos”. Solo subsisten, así, manipuladas narraciones, políticamente correctas, de realidades imaginarias. Nos prohibieron repetir, y nos dejaron sin memoria, aquí y allá; y nos impusieron, por ejemplo, “memorias históricas” con mentiras, verdades a medias, resentimientos ideológicos, y hasta sed de venganza.
“Repetir es propio de irracionales, y no de personas libres”, nos repitieron hasta el hartazgo. ¿O es que no se aprende, de memoria, el número de nuestro documento cívico de identidad, a fuerza de repetirlo? ¿O es que, acaso, la repetición de datos y conceptos no nos permite almacenar en la memoria, desde las referidas citas bíblicas, hasta fechas, nombres, números de teléfono, direcciones, y hasta días de cumpleaños? ¡Ni que hablar de las claves secretas para acceder a cuentas bancarias, y otras fuentes de ingresos; que solo pueden quedar grabadas en la mente, sin ningún registro electrónico, o en papel! Ciertamente, Dios nos creó racionales; para que podamos dar razones de la Esperanza que hay en nosotros (cf. 1 Pe 3, 15); y conformar nuestro mundo de acuerdo con sus sabios designios. Repetir, entonces, sus Mandamientos, y sus preceptos, y llevarlos a la práctica, nos hace verdaderamente libres (cf. Jn 8, 32). “Al entrar a la Iglesia debemos quitarnos el sombrero, y no la cabeza”, nos enseñó, con su habitual genialidad, Chesterton; otro lúcido converso. A fuerza de repetir afloran, entonces, las relaciones significativas, los análisis certeros, las interpretaciones rectas, y los caminos seguros.
Profesor y alumno, al concluir la clase, continuaron en el recreo su jugoso diálogo. El primero, hoy ya retirado, en el atardecer de su vida, está listo para repetirle eternamente, al Señor, cuando lo llame: ¡Señor mío, y Dios mío! Y el segundo, hoy un ferviente sacerdote en medio de la extrema pobreza, no se cansa de repetir, en la misión: Convertíos, y creed en el Evangelio (Mc 1, 15). Efectivamente, el arte de repetir nos regala, una y otra vez, anticipos del Cielo; donde todo es antiguo y siempre nuevo. Y donde se repite sin cesar, día y noche: «Santo, santo, santo es el Señor Dios, el Todopoderoso, el que era, el que es y el que vendrá» (Ap 4, 8).
+ Pater Christian Viña.
La Plata, 18 de abril de 2023.
He disfrutado cada línea. Ha sido la historia de mi vida también y mi preocupación por enmendarla en jóvenes y adultos. No tuve quien me explicará por qué era bueno repetir sino que se lo imponía humillante mente. Sin embargo; es cierto que aún cuando quiero explicar si no quieren escuchar es inútil. Querido Señor; ten piedad de todos quienes nos alejamos del camino por muchos años!.