ALFONSO MARTÍNEZ DE TOLEDO [5]
CORBACHO

PARTE PRIMERA – CAPÍTULOS 4º Y 5º
CAPÍTULO IV – Efectos del mal amor

«Bestia desenfrenada, sueltas son las riendas, corre por do quisieres hasta que caigas donde no te levantes, que los briosos e impulsivos amadores siempre corren a suelta rienda, y por ende, de ligero caen en tierra»!

De cómo el que ama mal teme muchos males que son sus efectos. 

Hay más otra razón que debería a los entendidos dar causa de no locamente amar, porque aquel que ama, él mismo se ata y se mata, y se hace de señor siervo, en tanto que todos cuantos ve se piensa que le usurpan su amor, y con muy poca superstición todo el su corazón se perturba y se le revuelve de dentro; toda habla, todo andar y conversación de otro teme.

CELOS Porque amor así es en sí tanto delicado que es todo lleno de miedo y de temor, pensando que aquel o aquella que ama no se altere o mude de su amor contra otro, en tanto que el cuitado pierde comer y beber y dormir, y todos placeres y agasajados, y no es su pensamiento otro sino que vive engañado con aquella que él más ama por amar y no ser amado.  Y si con ella alguno ve hablar, luego, aunque sea su hermano, presume que se la sonsaca o se la desvía o engaña o la quiere para sí.

IRA Y luego es la ira en el corazón presta, y lidia consigo mismo, mayormente cuando hay algunas así placeras que a todos vientos sus ojos vuelven y a todos les place hacer buen semblante, por ser de muchos quista, amada y preciada, dando de sí hazaña como la viña de Dios: que quien no quiere no vendimia, a quien no place no entra en ella.

Y el cuitado vive, y viviendo muere, y muriendo vive cada día. Y piensa que otra riqueza al mundo no tiene, ni precia ni estima tiene de nada, sino la que ama; que ciertamente si el que ama padeciese mal en bienes y personas, sólo en gozo de su amor dice ser bienaventurado, y nunca piensa que cosa alguna le puede empecer.

Y si en su amor no se halla firme o constante, todas las cosas le parece que le vienen contrarias, y buen hecho, ni buena cara ninguno del alcanzar puede como hombre alterado o en otra especie trasmudado. ¿Quién es tan loco y fuera de seso que quiere su poderío dar a otro y su libertad someter a quien no debe, y querer ser siervo de una mujer que alcanza muy corto juicio, y demás atarse de pies y de manos, en manera que no es de sí mismo, contra el dicho del sabio, que dice: «Quien pudiere ser suyo, no sea enajenado, que libertad y franqueza no es por oro comprado»?

Y un ejemplo antiguo es, el cual puso el Arcipreste de Hita en su tratado. Bien debe el tal ser en escarnio retraído del pueblo, como aquel que se vendió a quien sabe cierto que es su enemigo y le ha de matar o finalmente burlar. Como en amor de mujeres hallar firmeza no sea seguro ninguno por galán más que él sea, pues comedir y pensar en ello le es por demás, y el porfiar es pasatiempo.

CAPÍTULO V
Cómo el que ama MAL aborrece padre y madre, parientes, amigos

Otra razón te digo: yo quiero que el amor tuyo se extienda en amar otra mujer que no sea de tu amigo, antes sea no conocida, y demás te digo, que aun extraña sea. Digo que el amigo no puede conocer otro que sea su amigo hasta que él vea que el amor de su amigo tanto le tiene enseñoreado, que por cosa del mundo no le faltaría su amigo; y por todo esto alcanzar conviene el hombre mucho guardar.

Empero también se sigue daño de cualquier otra amar que no sea de su conociente o amigo; que el que la mujer ama, sea quien quiera, nunca se estudia sino en qué la podrá servir y complacer, y, dejado amor de padre y madre, parientes y amigos, que de tal amor le repten, toma a todos por enemigos sólo por complacer la su coamante.

Pero la seguridad que de ella tiene es que, cuando otro vea que bien le parezca, deje a él en el aire. Y no pienses en este paso hallarás tu más firmeza que los sabios antiguos hallaron expertos en tal ciencia, o locura mejor dicha. Lee bien cómo fue Adán, Sansón, David, Goliat, Salomón, Virgilio, Aristóteles y otros dignos de memoria en saber y natural juicio, e infinitos otros mancebos pasados de esta presenta vida y aun hoy vivientes.

Por ende esperar firmeza en amor de mujer es querer agotar río caudal con cesta o espuerta o con muy ralo harnero. Pues si el que por ejemplo de otros de sí mayores y más sabios no toma castigo, ni por verdadera experiencia que ve no castiga, ¡cuánto es digno de ser de los hombres y amigos suyos aborrecido y del todo baldonado, diciéndole:
«Bestia desenfrenada, sueltas son las riendas, corre por do quisieres hasta que caigas donde no te levantes, que los briosos y fervientes amadores siempre corren a suelta rienda, y por ende, de ligero caen en tierra»!

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