BUEN AMOR Y BUEN HUMOR

Algunas sencillas reflexiones sueltas
que me sugiere la vida propia y ajena:

Entre los que se aman bien reina el buen humor.
Cada uno defiende al otro de su propio mal humor

a) ¿Cómo?: riéndose un poco de sí mismo y de su propio malhumor.
Exorcizando su propio mal humor con buen humor, para proteger al otro de un mal contagio de su propia pasión desordenada.
El mal humor propio se origina a veces en la falta de paciencia, en la frustración de los propios deseos.

El mal humor es un signo de falta de virtud de fortaleza ante las dificultades de la vida, ante los obstáculos.
Falta de paciencia unas veces, cobardía otras.
Reconocerse impaciente y cobarde, aunque de por sí no hace ni paciente ni valiente, es, con todo, un comienzo de sanación y un primer paso en la conquista del buen humor.
Es, además, un acto de la virtud de la humildad.
La humildad va acompañada de la paciencia consigo mismo y de la valentía para reconocer los propios defectos. Y estos ya son actos de fortaleza.

b) Además del “mal humor”, el buen amor puede ser lastimado por formas de “humor malo”. Si es bueno saber reírse de sí mismo, hay que tener cuidado de no reírse del otro.
La burla es reírse del otro.
Si reírse de sí mismo es una forma de respetarse, reírse del otro es una forma de falta de respeto.
Para que el buen humor preserve al buen amor es necesario saber distinguir la broma de la burla.
Para proteger al otro del propio humor malo, hay que examinar la diferencia que existe entre la broma y la burla.
La broma comparte el propio buen humor con el ser amado.
La burla es una forma de la agresión que hiere al amor y al ser amado.
Por eso se la llama también “ironía” palabra que proviene de “ira”. La ironía es ira disfrazada de buen humor. Es una falsificación hipócrita de la ira. Una forma de expresar la aversión manteniendo superioridad sobre el otro.

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