Muchas veces, en los momentos de contradicción que habrá tenido en la labor, ha pensado en Dios y ha pensado en ti, y ha dicho: voy a ir a casa y…¡que bien!; allí encontraré un remanso de paz, de alegría, de cariño y de belleza; porque para él, no hay nada en el mundo más bello que tú.
Pero que sea verdad. No lo mortifiques. Ten picardía, y …una cosa para ti sola: no se entera nadie, nadie. Ciertamente llevo aquí un micrófono, me han colgado esto, y me tiran de una cuerda, pero no se enteran; ni tu marido, si estuviera aquí, se enteraría.
Tú te lo has ganado por el corazón y lo tienes muy cogido.
Tú lo enamorarás cada día un poco, y él a ti; y además, te lo ganarás un poco por el estómago.
¡No descuidéis la cocina las mamás! La casa agradable, pero además la cocina…, ¡la comidita…!
No es cuestión de ponerse gordo. ¡No señor! Porque tú no quieres tampoco que se ponga así. Sino que lo cuidas con cariño, con ese primor tuyo. El día que viene cansado –y tú lo sabes, tú lo prevés-,
te acuerdas de aquel plato que le gusta: esto se lo hago yo. Y no se lo dices, para no hacérselo pesar; lo sorprendes, y él te mira con una mirada…¡y ya está! ¡Ya está!
¡Que tenéis la culpa vosotras, cuando las cosas no van bien! Ellos son unos niños pequeños. El hijo más pequeño que tenéis todas, es vuestro marido…¡Pero, claro, lo tratáis como a un hombre…!
¡Muy mal! Tratadlo con afecto, comprendedlo, disculpadlo, perdonadlo: ¡mimadlo!
Y seréis mimadas y disculpadas y comprendidas.
No hagáis tragedias. ¡Tenéis la culpa vosotras, cuando las cosas no van bien! Ellos tampoco se enteran, y vosotras me dijisteis el otro día que no os ofendíais, si yo os decía la verdad.
Cuando las cosas en una casa no van bien, la culpa es de la mamá, que es ¡¡tonta!!
Escrivá de Balaguer
Parque Anhembi (Sao Paulo), 1-VI-1974