Noté que con cada confesión, además del perdón de los pecados, recibía alguna gracia especial. Así que me apresuré a pedirle al Señor lo que consideraba me estaba faltando: ¡discernimiento!
Se lo comenté a mi confesor y quedé sorprendida cuando me dijo que esa gracia la recibiría a través del ministerio esponsal de mi marido, porque él es un hombre de fe y que lleva una vida espiritual activa e intensa. Y que yo la recibiría de mi esposo a través de mi obediencia, porque siendo obediente a un marido como el mío sería obediente a Dios.
La palabra obediencia nos provoca resistencia. La asociamos a la pérdida de libertad, de derechos, de personalidad. Pero cuando a través de una mirada de fe acerca del sacramento del matrimonio se descubre el verdadero significado de la obediencia de la esposa como parte de su ministerio esponsal, la sensación cambia totalmente… es tan sólo ESCUCHAR!!!.
Y cuando una empieza a escuchar al esposo, empiezan a suceder cosas sorprendentes. Quizás la primera es que el marido empieza a sentirse escuchado. Y eso le trae conciencia de su propia dignidad de ministro para su esposa, le trae un nuevo sentido de su responsabilidad espiritual hacia ella y la familia. Y de allí nace una fuerza nueva en el corazón del varón, para sacrificarse en el trabajo, el estudio. Y la esposa lo reviste así de una coraza que protege su fidelidad.
Todo esto lo he compartido con mi marido haciéndole ver que tomaría el consejo de mi confesor como ejercicio espiritual. Su primer reacción fue decir:¡grande tu confesor!, y los cambios no tardaron en aparecer.
Está más justo y protector con la familia, pues ahora es realmente quien lleva el timón del barco. Admiro la bondad que se le ha despertado. Y acaba de salvar uno de los exámenes más difíciles de su carrera, por el que se sentía trancado para recibirse.
Las mujeres pensamos que controlándolo todo, amamos. Pero obrando así no hacemos más que volver hipotónicos a nuestros maridos, para luego injustamente reclamarles que cumplan un rol que les hemos robado .
Desde que le consulto mis dudas para guiarme por su discernimiento, nuestros desencuentros han disminuido y según mi marido estoy mejorando mucho en mi rebeldía, y aunque aún me falta muchísimo cree que voy por buen camino.
Él también dice que así como Jesús mandó a sus discípulos de dos en dos, nuestra misión como padres así debe ser: de a dos.
Pasado ya un tiempo, me doy cuenta que la Sapa había sido yo, y que el Príncipe siempre estuvo allí, perdonando y esperando.
Me consuela saber lo que también se me dijo en confesión: la Iglesia es como el Arca de Noé, donde nos salvamos los animales. Y por eso tenemos que soportarnos unos a otros. Porque salirnos de la Iglesia es para hundirnos en las aguas del diluvio.
Así que, a no desanimarse por las caídas. Paciencia, que realmente vale la pena.
¡Gracias Dios Padre por este PAN sabroso que nos das de comer! Ana
Si por inadvertencia he publicado una foto que tiene derechos reservados le ruego me avise para bajarla del blog y le pido mis disculpas bojorgeh@gmail.com