Dra Anca Maria Cernea [1 de 2]
En el Sínodo sobre la familia

La Dra Anca-María Cernea, presidenta de la Asociación de Médicos Católicos de Bucarest (Rumania) pronunció la siguiente ponencia en el pasado Sínodo sobre la familia: 

Santidad, Padres Sinodales, hermanos, 

Represento a la Asociación de Médicos Católicos de Bucarest. 
Pertenezco a la Iglesia Católica rumana de rito griego. 
Mi padre era un dirigente político cristiano que estuvo encarcelada durante diecisiete años por los comunistas. 
Aunque mis padres estaban comprometidos para casarse, no pudieron hacerlo hasta 17 años después.
Durante todos aquellos años, mi madre esperó a mi padre, sin saber siquiera si estaría aún vivo. Fueron heroicamente fieles a Dios y a su compromiso. 

Su ejemplo demuestra que la gracia de Dios puede sobreponerse a unas circunstancias sociales terribles y a la pobreza material. 
Los médicos católicos que defendemos la vida y la familia vemos que, ante todo, nos encontramos en una batalla espiritual. 
La pobreza material y el consumismo no son la causa primera de la crisis de la familia. 
La causa primera de la revolución sexual y cultural es ideológica

Nuestra Señora de Fátima dijo que los errores de Rusia se propagarían por todo el mundo.
Se hizo primero de forma violenta, con el marxismo clásico, matando a decenas de millones de personas. Ahora se hace mediante el marxismo cultural. 
Hay una continuidad, desde la revolución sexual leninista, a través de Gramsci y de la Escuela de Frankfurt, hasta la actual ideología de los derechos homosexuales y de género. 
El marxismo clásico pretendía rediseñar la sociedad adueñándose por medios violentos de la propiedad. Ahora la revolución va más lejos: pretende redefinir la familia, la identidad sexual y la naturaleza humana. 
Esta ideología se hace llamar progresista, pero no es otra cosa que la tentación de la serpiente antigua para que el hombre se haga el amo, reemplace a Dios y organice la salvación en este mundo.
Es un error de naturaleza religiosa; es gnosticismo. 

Los pastores tienen la misión de reconocerlo y de alertar al rebaño de este peligro.
“Buscad, pues, primero el Reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura”. 

La misión de la Iglesia es salvar almas. 
En este mundo el mal proviene del pecado. No de la disparidad de ingresos ni del “cambio climático”. 
La solución es: Evangelización. Conversión.
No un dominio cada vez mayor por parte de las autoridades. No un gobierno mundial. 

Esos son hoy en día los agentes principales de la imposición del marxismo cultural, por medio del control de la natalidad, la salud reproductiva, los derechos de los homosexuales, la ideología de genero, etcétera. 
Lo que el mundo necesita hoy en día no es que se limite la libertad, sino libertad verdadera, liberación del pecado. Salvación.

Nuestra Iglesia estuvo prohibida durante la ocupación soviética. Pero ninguno de nuestros doce obispos traicionó la comunión con el Santo Padre. 
Nuestra Iglesia sobrevivió gracias a la determinación y el ejemplo de nuestros obispos, que resistieron en las cárceles y entre el terror. 
Nuestros prelados pidieron a los fieles que no siguieran al mundo. 
No que cooperan con los comunistas. 

Ahora necesitamos que Roma le diga al mundo: “Arrepentíos de vuestros pecados y volved a Dios, porque el Reino de los Cielos está cerca”: 
No sólo nosotros los católicos laicos, sino también muchos cristianos ortodoxos están rezando fervorosamente por este Sínodo. 
Porque, como ellos dicen, si la Iglesia Católica se entrega al espíritu de este mundo, será muy difícil para todos los demás cristianos resistirlo.

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