Blog destinado a presentar y comentar la Revelación divina acerca del amor humano: Creado según el designio divino, luego caído y herido por el pecado original, después santificado en el pueblo elegido; elevado por fin a Misterio Grande en el sacramento del matrimonio y hoy tan ferozmente agredido.
Benedicto XVI ha hablado en varias ocasiones del actual oscurecimiento de la conciencia moral. Hay una creciente dificultad para discernir entre lo justo o injusto, lo verdadero y lo falso, lo natural de lo antinatural. El fenómeno no presenta distingos entre clases sociales, sean altas, medias o bajas, si no solo matices. El aumento de la inseguridad es un síntoma alarmante del eclipse moral. De crímenes terribles nos enteramos todos los días. Crece el número de ancianos que son salvamente agredidos para robarlos. Pero el Papa no parece referirse a estos crímenes cuando habla del oscurecimiento de la conciencia moral, se refiere al eclipse de la conciencia en el hombre común y en la vida corriente.
Frente a esta circunstancia debemos preguntarnos cómo hacer para recuperar una conciencia moral recta. Habitualmente ésta se adquiere con la buena educación y las influencias que recibimos desde niños. Al llegar a adultos siguen siendo relevantes los condicionamientos sociales, aquello que se justifica o tolera socialmente porque es lo que está “instalado”.
Por cierto que el eclipse moral en la actualidad está forjado de todos estos elementos, pero tiene sus rasgos propios. Uno muy importante es el relativismo
como ideología prevalente. Es la convicción de que no hay nada estable en la condición humana, que no hay propiamente una naturaleza humana. El Papa advierte, además, que el actual eclipse de la moralidad tiene atenuantes, es decir que hay factores que nublan la capacidad de discernir de mucha gente respecto de lo que se encuadra dentro de ley natural, o sea lo que está o no permitido. El eclipse se observa en la creciente actitud favorable ante prácticas como la homosexualidad, la anticoncepción, el aborto, la eutanasia, la manipulación genética, etc. El eclipse moral es notorio también en la aceptación de comportamientos como mentir, estafar, hurtar, y tantos otros, que parecieran haber dejado de ser reprobables. Estamos inmersos en un mundo en el que la corrupción pública, en todas sus modalidades, no tiene sanción, ni siquiera provoca escándalo. En nuestro país causa poca repulsa el dinero mal habido, al contrario, mucha gente, en el fondo, lo envidia. La corrupción de las costumbres es considerada de manera benevolente por las masas. La clase media, seguramente la más normativa, acepta cualquier espectáculo en los medios de comunicación, de la frivolidad a la pornografía. La desvergüenza ha ido en aumento desde la época en que Santos Discépolo escribiera su tango Cambalache, a mediados de la década del 30. Todo lo cual es indicativo del proceso sufrido por la sociedad occidental en general y en la nuestra en particular, es decir del eclipse de la conciencia moral. Lo que señalamos no es para nada intrascendente, ni se debe solo a pacata beatería. La caída del Imperio romano tuvo múltiples causas, pero una fue sin duda la disolución de las costumbres. La consecuencia es que no hay manera de que rija una mínima convivencia social, esa amistad cívica de la que hablaba Aristóteles, en una sociedad disoluta. El eclipse de la conciencia no trae solo males morales individuales, sino sociales, y es la sociedad la que plasma a las nuevas generaciones. No hay “hominización” fuera de esa matriz. Y esa matriz comienza su labor plasmadora desde la primera infancia y son los padres los encargados de iniciarla.