
La mística mexicana, casada, madre de ocho hijos, viuda, escribió en 1931, seis años antes de su muerte:
Yo he sentido en lo más íntimo de mi alma tres etapas del amor divino:
Primero, amar, amar con locura, con delirio, con pasión, con humildad sí, pero con vehemencia y fuerza de cielo dada por Él.
Después, he sentido la necesidad y el vivo deseo de Jesús, de no sólo tender a su amor como el imán al acero, no sólo de ampliar el alma para abarcarlo (a ser esto posible), sino el amor de dejarse amar, de abandonarse a su amor, de entregársele sin reservas ni condiciones ni exclusivismos, sino total, absoluta y plenamente, para que haga y deshaga con toda libertad en lo que le pertenece […].
He encontrado otro amor en el amor mismo, amor humilde, audaz, amor de pudor subidísimo, de confianza, ilimitada, amor infantil a la vez muy alto: encierra al mismo tiempo sencillez y audacia; cierra los ojos para ver lo que uno es, y revistiéndose de lo divino, atrae al Amado, con la tranquilidad y naturalidad que nace de esa clase de nuevo amor: de libertad amorosa.
Y ¿cuál es ese amor? Nada menos que llamar a Jesús con pasión divina, y de lo muy hondo del alma, decirle: Jesús, quiéreme Tú, bésame Tú, acaríciame Tú […] ¿verdad que me vas a querer mucho, mucho, con todo el amor de un Dios hombre, con el amor mismo con que amas a tu Padre, con el Espíritu Santo?
(Carta 57, 222-224; 11 de noviembre de 1931).
Tomado de:
Eco de mis amores. Selección de textos de Concepción Cabrera de Armida.
Publicaciones CIDEC, México,2010 (Colección Cruz Viva 7).
Misioneros del Espíritu Santo y Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús.
Centro de investigación y difusión CIDEC
Jesús María, San Luis Potosí, México, Apartado Postal 40, 79500 Villa de los Reyes, S.L.P.,
Tel. 01 [485] 852 7070 / cidec@msps.org