GUILLERMO DE SAINT-THIERRY
CANTOR Y MAESTRO
DEL BUEN AMOR

“LA NATURALEZA HUMANA CONSISTE EN AMAR”

Benedicto XVI: en la Audiencia General
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 2 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).-
Ofrecemos a continuación el texto de la catequesis pronunciada por Benedicto XVI durante la Audiencia General, celebrada en la plaza de San Pedro del Vaticano, dedicada a recoger la herencia espiritual de Guillermo de San Thierry.

Queridos hermanos y hermanas:
En una catequesis anterior he presentado la figura de Bernardo de Claraval, el «doctor de la dulzura», gran protagonista del siglo duodécimo. Su biógrafo -amigo y admirador- fue Guillermo de San Thierry, sobre el cual me detengo en la reflexión de esta mañana.

Guillermo nace en Lieja entre el 1075 y el 1080. De noble familia, dotado de una inteligencia viva y de un innato amor por el estudio, estudió en famosas escuelas de la época, como la de su ciudad natal y la de Reims, en Francia. Entró en contacto personal también con Abelardo, el maestro que aplicaba la filosofía a la teología de manera tan original que suscitaba mucha perplejidad y oposiciones. También Guillermo expresa sus propias reservas, solicitando a su amigo Bernardo que tome posición frente a Abelardo. Respondiendo a esa misteriosa e irresistible llamada de Dios que es vocación a la vida consagrada, Guillermo entra en el monasterio benedictino de Saint-Nicaise de Reims en 1113, y algunos años después se convierte en abad del monasterio de San Thierry, en la diócesis de Reims. En aquel periodo estaba muy difundida la exigencia de purificar y renovar la vida monástica, de hacerla auténticamente evangélica. Guillermo obró en este sentido en el interior del propio monasterio, y en general en la Orden benedictina. Sin embargo, encontró no pocas resistencias frente a sus tentativas de reforma y así, a pesar del consejo contrario del amigo Bernardo, en 1135, dejó la abadía benedictina, dejó el hábito negro y se puso el blanco, para unirse a los cistercienses de Signy. Desde aquel momento hasta la muerte, acaecida en 1148, se dedicó a la contemplación orante de los misterios de Dios, desde siempre objeto de sus más profundos deseos, y a la composición de escritos de literatura espiritual, importantes en la historia de la teología monástica.

Una de sus primeras obras se titula De natura et dignitate amoris (De la naturaleza y la dignidad del amor). En ella se expresa una de las ideas fundamentales de Guillermo, válida también para nosotros. La energía principal que mueve al alma humana -dice él- es el amor.

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