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José María Pemán

+ 19 de julio 1981 – 2016

El poeta quiere transmitir lo que siente,
pero sólo confiesa lo que es.

Nicolás Gómez Dávila
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Al volver cualquier esquina,
puede ser, puede no ser.
Puede ser hoy o mañana
como pudo ser ayer.
De amor, de flor y de beso
conviene hacer las partijas,
para aligerar el peso.
Para no dar que decir,
conviene llegar con poco:
a lo sencillo,
a lo humilde,
a lo loco.
A la esposa, mi beso;
a los hijos, mi hacienda.
Pero, ¿a quién le dejo
la Belleza?
¿A quién le dejó el papel
donde quedó mal herido
y a medias, el verso aquel?
¿A quién le dejo esta fe
de que hay a mi lado un Ángel
que sabe lo que no sé?
¿A quién le dejo la luz
frágil del atardecer;
cuando el solecito pinta
mis dudas de rosicler?
¿A quién le dejo el rocío?
No el que se queda temblando
en la retama del río;
sino el que moja los hombros
como el llanto de un amigo.
Mis manos,
artesanas de mis versos,
caricias de lo que ha sido;
garras de malos momentos…
Mis manos,
¡a quién las quiera, las dejo!;
que, con todas sus quimeras,
son, fingiéndose palomas,
manos de un hombre cualquiera.
¿A quién le dejo mi pluma?
¿A quién le dejo mi voz?
¿A quién le dejo el orgullo?
¿A quién le dejo el temor?
¿Quién me hereda este contento
de hacer que sea canción
lo que iba a ser pensamiento?
La razón puedo dejarla,
y el pensamiento, y la idea,
pero – de ti para mí –
esa palabra que crea
y funda para uno solo
su personal primavera;
         esto, de ti para mí –
¿a quién le dejo este gozo
de ver las cosas así?
Los cien nombres que di al viento,
los mil que di a la esperanza,
¿a quién se los dejó?
Y el nombre definitivo
que le puse a boca llena
a cada mañana joven
y a cada tarde serena.
Entre lo que dejo atrás
y lo que espero delante,
hay que cazar mariposas
y coleccionar instantes.
Tengo un minuto guardado
¿a quién dejo los sobrantes?
Ese minuto tan mío:
esa estrella del poeta
tan quieta
como el lucero que brilla,
no cuenten con él: que intento
pasarlo de orilla a orilla.
¿A quién le dejo la cruz
donde está para mí solo
muriendo otra vez Jesús?
Poetas de Andalucía,
acabad lo que empecé.
Todo lo que dije mal,
decidlo vosotros bien.
Hay en el monte un camino,
y en el camino un clavel.
Entrad por ese camino.
Parad en él.
Seguid luego. Sin cogerlo.
No lo piséis.
Como el camino es de Amor,
del clavel en adelante
se empieza a entender a Dios.

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