LA ALEGRÍA DEL AMOR
COMO LA VE ANTONIA

Lo que piensa Antonia sobre las alegrías del amor crucificado

Yo, Padre, me casé con un divorciado a quien luego le fue anulado su anterior matrimonio.  Sin embargo con el tiempo me he dado cuenta de que las causales (inmadurez y falta de libertad de conciencia de él) fueron así en su primer matrimonio y siguen siendo así en su matrimonio conmigo.  

Por tanto, me di cuenta de  que Dios, hoy, sólo me regaló la posibilidad de que Jesús viva en mí y yo en Él, y no un matrimonio pleno sino una misión para santificarnos mutuamente. Cuando yo creí que me bendecía por fin, porque pude contraer el matrimonio eclesiástico y volver a recibir los sacramentos, Él, el Señor, se encargó  de que me diera cuenta, de manera contundente, de que no iba por ahí la cosa. Pero también de que comprobara que Él me ha dado la gracia para aceptar mi ofrenda de vivir ya veintidós años mortificada pero con un gozo: hacer su voluntad.
Hoy escribí en Face esto: 
Ustedes son mis amigos …si hacen lo que yo les mando (Juan 15:10-14) .


Ser divorciado vuelto a casar, y no poder confesar ni comulgar, para un católico, es cruz. Es sufrimiento. Porque condiciona a no poder tener la gracia de los sacramentos. Yo lo sé, porque viví esa situación durante un tiempo y puedo comprender a los que lo viven, pero también aconsejarlos bien. 

Porque abstenerse de los sacramentos, aún con  dolor, permite también hacerse responsable de nuestras decisiones. 
En esas circunstancias, la humildad para asumir el sufrimiento siendo obediente a Dios, permaneciendo en Él y ofreciendo la cruz, es más agradable a Dios, y también es más coherente que, ir contra la Palabra Divina y hacer la propia voluntad atentando recibir los sacramentos. 


Si uno quiere estar en comunión con Dios tiene que obedecerle y comportarnos como Él dice. Y eso lo sabemos todos bien porque, no hay nada, ni nadie por encima de su Palabra en las Sagradas Escrituras.


Antonia

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