
BATLLE ERA UN HOMBRE DE SONRISA PLENA[1]”
Habla la monja que asistió a don Pepe en su último mes de vida y hasta su muerte, el 20 de octubre de 1929. Véanse al final del relato de Quintana, nuestras reflexiones sobre la conversión y salvación de Batlle según nuestra fe católica. Su trato póstumo con la hermana Evelina da pie para creerlo: Lo que habéis hecho con uno de estos míos más pequeños lo hicísteis conmigo. Batlle murió sonriéndole a Cristo en la Hermana Evelina
Por Eduardo Quintans artículo publicado en «Jaque»
Hablábamos de Batlle. Alguien, como al pasar, pasar dijo: «La mujer que cuidó a Don Pepe en sus últimos días, vive». «Es una monja” Salté.¿Una monja? ¡Si eran casi enemigos!… Me quitó el sueño. . . Tenía que encontrarla…
“A pesar de que recién es 19 de setiembre, Montevideo vive ya la primavera de 1929. Con paso lento cuatro hombres caminan hacia la puerta del Hospital Italiano. Frente a la pequeña puerta de hierro uno de ellos mira el reloj, son las 9 de la noche. Los esperan. Quien se adelanta a recibirlos es el ingeniero Andreoni, Presidente del Hospital. Estrecha la mano de cada uno de los recién llegados: Batlle, su hijo Rafael, Arena y Mendieta, el inseparable ayudante de aquél. Hay alguien más: es una mujer y Andreoni la presenta. Es Sor Evelina, la monja encargada del Sanatorio.
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“Sor Evelina . . . la única testigo sobreviviente de aquel encuentro y de los últimos días de Batlle. Voy a buscarla. Llueve. El papel donde llevo anotada la dirección se mojó y ya no puedo leerlo. Busco el edificio que más pueda parecerse a un convento y llamo. Por una pequeña ventana enrejada asoma un rostro, pregunta, respondo. “Espere”, espero. Dos minutos después se abre la puerta. “Pase”, dice una monja de hábito blanco, conduciéndome luego por un largo y obscuro corredor hasta una salita. Enciende las luces. “Enseguida viene”. Todo va bien. Me entretengo observando los cuadros: en esta pared un Corazón de Jesús, en aquella una imagen de la Virgen, en la otra . . . No llego a la otra. Aquí llega ella. Bajita, no debe medir más de 1, 60. Sus hábitos son marrones y tiene sobre los hombros una mañanita (¿se llama así?); en el pecho, un gran crucifijo. Mientras la ayudo a sentarse sonríe. “¿Así que Usted quiere hablar de Batlle?”
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El primer encuentro: habitación del Hospital Italiano [3]
— E.Q.: «Caminaron hasta la habitación «A», estudiándose. Ella sabía poco de aquel hombre: “que atacaba a la Iglesia, que había hecho retirar los crucifijos de los hospitales públicos”, nada más. Con las manos en la cintura, Batlle se paró en el centro de la pieza, mirando en derredor. Su operación lo llevaría a estar allí por lo menos un mes. Le pareció una celda.
— Sor Evelina atacó: –«Mire, Sr. Batlle, aquí el servicio de enfermería es religioso. Si Usted quiere puede traer de afuera uno laico».
— “No, no, está bien así -repuso Don Pepe- y agregó sonriente: «Si no me salvo ahora, no me salvo más”. [Batlle:] Había ganado el primer round. Pidió quedarse solo.
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La primera operación
– “Buen día Señor Batlle”.
– “Buen día Señora. A la hermana no le gustó pero no dijo nada. Un rato después llegaron los doctores Alberto Galeano, César Bordoni, y Posse.. Su médico de cabecera el Dr. Luis Surraco. Todo quedó dispuesto para la operación que se realizó el día 20 con excelente resultado. Durante la convalecencia, Batlle se mostró paciente, jovial y optimista.
— “Buen día Señor Batlle”.
— “Buen día Señora”.
Sor Evelina no aguantó. – “Sr. Batlle, a nosotras nos llaman Hermanas por señora, por ahí afuera hay muchas cuidando a sus esposos y en cualquier momento se va a meter una desconocida en su pieza”. Don Pepe sacudió la cabeza. Round para la hermanita.
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Tratando de fe y religión
— “Cómo la trató la meditación hoy hermana?”
Era el inicio de una larga conversación en la que difícilmente podrían ponerse de acuerdo. Él le contó que sus padres “eran católicos pero de un catolicismo que no iba a la Iglesia ni andaba con curas; que entre los 20 y 21 años había dejado de ser católico porque “por primera vez, en aquél tiempo, examiné mi religión y la reputé absurda y grotesca”.
Ella le advirtió que no condenara su alma.
— “Mire que Dios existe y existe el demonio.
— “¿Usted cree?”
— “Claro. Usted tiene un alma que salvar ¿sabe?”
— “Y. . . dicen que tenemos.
Así seguían discutiendo por horas. De la Biblia, la inquisición, la vida religiosa.
E.Q.: — ¿De divorcio hablaban? — Me mira fijo. Tiene unos lentes gruesos que no llenan el armazón y dejan una ventana en su extremo externo. Sus ojos parecen enormes e invitan a cambiar de tema.
— H.E. “No, de eso nunca hablamos”.
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Claveles colorados en la capilla
— ¿Qué hacen esos claveles en el baño?”
— Me los envió la familia Tabárez”
— ¿Por qué los puso aquí?”
— Hermana, son colorados
— ¿Acaso el Corazón de Jesús no tiene manto colorado? ¿Usted sabe lo que significa?”
— No, yo no”
— Es amor a Dios. Los llevo a la capilla”
Uno, dos, tres timbrazos: era la señal. Así la llamaba Batlle. En la pieza, Sor Evelina encontró un cuadro extraño. Tres mujeres rodeaban la cama; una de ellas, con un enorme ramo de flores rojas en la mano, habló:
— Nuestra madre era batllista y murió en Buenos Aires A ella le hubiera gustado hacer esto que, ahora, hacemos nosotras en su memoria. Que se mejore Sr. Batlle”. Dejó las flores sobre la cama y se marcharon.
— “No toque esas flores Hermana, pueden tener una bomba.
— “¡Qué bomba! Vienen desde Buenos Aires sólo a traerlas. Las llevo a la capilla.
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A quiénes recibía Batlle de visita en el Hospital
Batlle no recibía visitas. Sus hijos. Tabárez., Arena y Campisteguy. Éste llegaba todas las mañanas con los diarios. Don Pepe le dictaba sus notas para “El Día” y luego se dedicaba a leer.
— Ya está con la política señor Batlle.
— Hay que saber qué pasa
— Lo que hay que hacer es cambiar un poco a ‘El Día’. Está muy criticón, dice cosas terribles.
— ¿Le parece?
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De Ángeles y Demonios
E.Q.: Ha hablado [Evelina] sin pausa durante media hora. Le sugiero que descanse. Debe ser mucho para sus 89 años, que comenzaron allá en Milan. Llegó a Montevideo en 1920: Después estuvo en Río Grande, Buenos Aires, Treinta y Tres, Salto y Minas. Cuando le digo que soy de Minas exclama: — “Uh! Yo estuve 20 años en el Hospital de Minas. ¿Conoció al Dr. Rodríguez Olascoaga? ¿Y al Dr. González? ¿Y al Dr. Estrada?. Volví para organizar el Hospital Penitenciario de Punta Carretas que inauguró Baldomir”.
Sigue recordando. Batlle estaba preocupado porque en Montevideo no se habían conseguido los quince tomos de “El Año Cristiano” que pensaba regalarle a Evelina. Los había encargado a España y no llegaban.
— “No se haga problema, si llegan después que Ud. se vaya, voy a buscarlos a su casa”
— “No puede ser que un ángel pise la casa del demonio! dijo Don Pepe entre risas”.
— “¡Ah no!, si Ud. es el demonio yo no vengo más a su pieza, yo no soy amiga de los demonios.
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El primer síncope
Quince días después de la operación, en plena recuperación, Batlle sufre un síncope. Surraco se alarma y quiere consultar con el Dr. Artucio. Pero hay un inconveniente, el Dr. Artucio es blanco. ¿Qué dirá Batlle? Sor Evelina plantea a Don Pepe la preocupación de su médico.
— “Dígale al Dr. Surraco que los enfermos no tenemos partido. Que venga no más”.
Se recuperó H.E.: — “Era un hombre fuerte y amable. Nunca le sentí una queja”. Siguieron dialogando. Hasta del Matrimonio.
– “Lástima que no se casó”
— “¿Por qué? A los jóvenes Dios les habla. Ud. sintió la inspiración de casarse, yo de ser religiosa”.
— Hubiera sido muy buena madre.
— Mire, si yo me hubiera casado no lo estaría cuidando, así que dejémonos de cosas.
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Evelina: – Hay que pensar en la muerte. . .
— “¿Cómo la trató la meditación hoy?
— Hoy fue triste, trató de la muerte. Siempre hay que estar preparado para morir, la muerte no avisa.
Y llegó la muerte. . . Batlle tiene el alta para el día siguiente
Batlle tiene el alta. Mañana, 21 de octubre, se va. Están sus hijos y Arena. Don Domingo se despide. Tiene trabajo y quiere asistir a una ópera que es furor en Montevideo.
— Antes de ir a la ópera pasaré a saludarlo, Don Pepe.
— Está bien, pero si me encuentra dormido, déjeme descansar
Es mediodía. Sor Evelina está en la cocina. De pronto suena el timbre en forma frenética. La hermana corre. Es Batlle. En pocos minutos llega el Dr. Surraco
— “Es el corazón, Hermana. Se muere”
Sor Evelina está en la cabecera de la cama
— “¡Jesús mío misericordioso! — ¡Jesús, María y José! — ¡Pida perdón a Dios!
— Surraco: – “¡Pero Hermana! – ¡no la oye!”
— “¡Sí, Dr. Oye!… – ¡Jesús mío, misericordia! – ¡Jesús, María y José! – ¡Pida perdón a Dios!
Batlle giró la cabeza, me miró sonriente y dijo: “¡Ay hermana . . .!” Murió.
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— “Pedí permiso para ir al velatorio en el Palacio Legislativo. Me acompañó la Madre Blanca, la Superiora. Había una multitud que lloraba. Era imposible pasar. César Batlle y la policía nos abrieron paso. Todo el piso estaba cubierto de flores. Cuando entramos, el murmullo retumbó en el Palacio: ¡Oh, llegaron las Hermanas! Éramos las únicas religiosas. Rezamos por él”
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Fin de la entrevista
E.Q. – “Le agradezco la entrevista”
Me acompañó hasta la puerta.
– “Vuelva cuando quiera. Batlle era un hombre bueno, hicimos la paz. Y sonreía, sonreía siempre, ¿sabe? Era un hombre con una sonrisa plena”. . .
NOTAS
[1] Tomado de: Revista JAQUE – 1986 – Montevideo Julio 2 de1986 Año 111- Nº 132 Página 13 – NS 120 Documento exclusivo que JAQUE publica hoy, tiene -por su carácter de inédito- un valor histórico fundamental. Pág. 13. Entrevista a la Hermana Evelina, Capuchina–: El artículo completo fue bajado del sitio Anáforas: https://anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/31477 –
[2] Crónica de Eduardo Quintans. Egresado de Periodismo de UTU. Miembro del Consejo de redacción de la Revista “Reflexiones sobre el Batllismo”.
[3] Los subtítulos en negrita y cursiva separando párrafos son agregados al al original por este editor, así también son agregado los separadores de párrafos:
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Para nosotros los creyentes católicos el momento de la muerte es el decisivo. Si ocurre una conversión a Dios en el último momento, todos los pecados de su vida son olvidados y el que muere ingresa a la vida eterna. La Sagrada Escritura nos enseña que el trato se le da a un hermanito más pequeño, se le da al miembro humilde de su ‘Cuerpo Místico’ y por tanto a Él (Mateo 15, 31 y siguientes). Durante el último mes de su vida, Batlle trata con la hermana Evelina y ésta, a su lado en el lecho de muerte, le hace profesar un acto de contrición. Mistéricamente Cristo, está oculto en su esposa Evelina, ella lo representa y lo que Batlle hace en ese momento con ella, lo hace con Cristo, aunque lo ignore.
Batlle participó pues de las palabras de Cristo a los que trataron amistosamente a sus miembros: «¡Venid a mí, benditos de mi Padre». La fe católica nos enseña también que tras la salvación de último momento, hay un misterio que se llama purgatorio.
Al ingresar en la vida eterna, vida divina sin tiempo ni espacio, se entra en una divina dimensión donde se ve todo lo que ocurre y ocurrirá en la tierra como en un presente eterno. Batlle en la eternidad de Dios ve todas las consecuencias de sus actos en el mundo, por ejemplo, las consecuencias actuales que se deben a haber perseguido a la Iglesia católica, de haber retirado los crucifijos de escuela y hospitales y de un perenne e incesante odio a la fe y a los creyentes.
Eso significa que en su beatitud celestial hay lugar para un dolor y un arrepentimiento gloriosamente dolorido. Haber aprobado y verosímilmente haber sido el autor intelectual del asesinato del Presidente Idarte Borda, es un hecho que cambió los destinos históricos de la República uruguaya y de su población. Y las consecuencias las está viendo ocurrir en acto, sin antes ni después en una sola mirada eterna.
Así mismo su relación eterna con la Hermana Evelina, su congregación y la Iglesia, le hacen glorificar al Cristo oculto en su Cuerpo Místico con gratitud y penitencia, dolorida gloria. Para siempre y por los siglos de los siglos, en su bienaventuranza alabará la misericordia de su Salvador, que en el momento en que moría a la tierra, le estaba al lado, «bajo el disfraz» de Evelina, por así decirlo. ¿Lo vivirá como un perdón eterno? ¿Algo parecido a la expresión de San Agustín «dichosa culpa que nos mereció al Salvador»?
La hermana Evelina conoció a un Batlle «de sonrisa plena» en el último mes de su vida. Hemos rebuscado en Internet y hemos lamentado no haber podido encontrar en alguna foto de esa sonrisa para mostrarla al lector.
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Hermoso testimonio.
Puede ser que exista una errata? O tal vez yo entendí mal:
El texto dice: «— “¡Ah no!, si Ud. es el demonio yo no vengo más a su pieza, yo soy amiga de los demonios.»
Entiendo que querría decir que «no es amiga de los demonios».
Estimado Juan: gracias pòr avisarme de ese error.Ya está corregido. La hermana Evelina le dice a Batlle que ella NO es amiga de los demonios