NO DESCUBRIRÁS LA DESNUDEZ [6] LA DESNUDEZ DE CRISTO CRUCIFICADO

JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDOS PARA CRUCIFICARLO
Comentario de San Agustín

Este comentario de San Agustín no se ocupa directamente de la Desnudez de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, sino solamente del despojo de sus vestidos y del reparto entre los soldados, así como del  sorteo de la túnica sin costuras como lo era la túnica ritual de los sacerdotes. La desnudez de Jesucristo en la Cruz merece nuestra atención y volveremos sobre ella en otra entrada a la luz de lo que venimos exponiendo acerca del significado de la desnudez en las Sagradas Escrituras. El dicho de Jesucristo sobre el entregar también al túnica al que nos despoja del manto [Lucas 6,27-42; Mateo 5, 40], tiene todo el aspecto de un preanuncio de la Pasión como modelo para la conducta del discípulo y anuncia un cambio de sentido en la desnudez o pobreza espiritual, o desapego de todo lo terreno en aras de lo principal: la divina regeneración haciendo la voluntad del Padre en todo. Jesucristo enseña con su ejemplo lo que dicho a sus discípulos parecía un consejo exhorbitante, es decir, dejarse desnudar violentamente.

Quizás lo que más detuvo a los apóstoles para rodear a Jesús y su Madre junto a la Cruz no haya sido sólo el temor, ni el rechazo a la crueldad del espectáculo, sino tener que ver la desnudez de Jesucristo sin poder cubrirla, como hicieron con su padre sus piadosos hijos. Para aquellos piadosos judíos hubiese acarreado incurrir en una maldición de Dios.

Durante siglos, quizás algo más de un milenio, los cristianos no representaron a Jesús Crucificado. Hubiese exigido mostrarlo desnudo. Pasó mucho tiempo antes de que se idear el recurso de mostrar la desnudez de Jesucristo cubierta por un paño. Para el Sumo Sacerdote en Israel que se viera su desnudez durante los ritos implicaba pena de muerte. Jesucristo es en la Cruz nuestro sumo Sacerdote, altar y víctima. Su desnudez fue gloriosa como la del primer varón antes del pecado. Pero los católicos sabemos que no es lícito descubrirla sin incurrir en maldición ni tampoco tendría sentido exhibir una cruz sin Jesucristo crucificado. Pero oigamos a San Agustín. 

Los verdaderos autores de la crucifixión
1. Lo que junto a la cruz del Señor se llevó a cabo tras haber sido ya crucificado, expongámoslo en este sermón en la medida en que él ayuda. Los soldados, pues, tras haberlo crucificado, tomaron su ropa e hicieron cuatro partes, para cada soldado una parte, y la túnica. Ahora bien, la túnica era inconsútil, tejida desde arriba por todo. Dijeron, pues, recíprocamente: «No la rasguemos, sino que respecto a ella fijemos por sorteo de quién será», para que se cumpliera la Escritura que dice: Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi vestido [Jn 19,23-24] . Se hizo lo que quisieron los judíos: crucificaron a Jesús no esos mismos, sino, tras dictar sentencia Pilato, los soldados, que le obedecían; y, sin embargo, si pensamos en las decisiones de aquéllos, en sus insidias, en su actividad, en su traición y, por último, en sus gritos extorsionadores, evidentemente crucificaron a Jesús, más bien, los judíos.

El reparto de los vestidos
2. Pero del reparto y sorteo de su ropa no ha de hablarse de pasada. En efecto, aunque los cuatro evangelistas hayan recordado todos este dato, los demás empero más brevemente que Juan, y ésos oscuramente, éste, en cambio, clarísimamente. De hecho, Mateo asevera: Pues bien, después que lo crucificaron, dividieron su ropa, echando a suerte[Mt 27,35].
Marcos: Y, tras crucificarlo, dividieron su ropa, echando a suerte sobre ella para ver quién se llevaba qué [Mc 15,24]; Lucas: Por su parte, al dividir su ropa, echaron a suertes [Lc 23,34].
Juan, en cambio, ha dicho también cuántas partes hicieron de su ropa, esto es, cuatro, para llevarse una cada uno, a consecuencia de lo cual es evidente que fueron cuatro los soldados que en crucificarlo obedecieron al gobernador. En efecto, asevera manifiestamente: «Los soldados, pues, tras haberlo crucificado, tomaron su ropa e hicieron cuatro partes, para cada soldado una parte y —ha de sobrentenderse “tomaron” la túnica», de forma que el sentido sea éste: Tomaron su ropa e hicieron cuatro partes, para cada soldado una parte; tomaron también la túnica.

Y ha hablado así para que veamos que la suerte se echó no respecto a la ropa restante, sino respecto a la túnica que tomaron juntamente con el resto; pero no la dividieron similarmente. En efecto, respecto a ésta sigue exponiendo: «Ahora bien, la túnica era inconsútil, tejida desde arriba por todo»; en cambio, al narrar por qué no echaron la suerte respecto a ella, afirma: Dijeron, pues, recíprocamente: «No la rasguemos, sino que respecto a ella fijemos por sorteo de quién será». Así pues, es evidente que en los otros vestidos tuvieron ellos partes iguales, de modo que no fue necesario sortearlos, y que, en cambio, en ella, única, no pudieron tener ellos cada cual una parte si no la rasgaban de modo que se llevasen inútilmente jirones de ella. Para no hacer esto, prefirieron que por sorteo correspondiese ella a uno solo.

Con el relato de este evangelista concuerda también el testimonio profético que además él cita cuando añade sin interrupción: Para que se cumpliera la Escritura que dice: «Se repartieron mi ropa y echaron a suerte mi vestido» [Salmo 21,19].  En efecto, no asevera «sortearon», sino «repartieron»; tampoco asevera «repartieron sorteando», sino que, sin nombrar en absoluto la suerte respecto a la ropa restante, a causa de la túnica, que quedaba, ha dicho después: Y echaron a suerte mi vestido. De este asunto, para demostrar que las palabras de ninguno de los demás son contrarias al relato de Juan, diré lo que él mismo dijere, tras haber rechazado primero esa calumnia que puede surgir, como si los evangelistas discrepasen entre sí.

El consenso de los evangelistas
3. Mateo, en efecto, diciendo: «Dividieron su ropa, echando a suerte», ha querido que se entienda que la túnica, respecto a la que echaron la suerte, tiene también que ver con la entera división de la ropa, evidentemente porque, dividiendo todos los vestidos, entre los que estuvo también aquélla, respecto a esa misma hicieron el sorteo. Tal es también lo que asevera Lucas: Al dividir su ropa, echaron a suertes; en efecto, para que se completase la total división de su ropa entre ellos, al dividir llegaron a la túnica, respecto a la que se hizo el sorteo. Ahora bien, entre decir «al dividir echaron a suertes», cosa que asevera Lucas, o «dividieron echando a suerte», cosa que asevera Mateo, ¿qué diferencia hay sino que, diciendo «suertes» —aunque se encuentra que algunos códices tienen «suerte», no «suertes»—, Lucas ha puesto el número plural en vez del singular, locución que no es insólita en las Escrituras Santas?

Así pues, parece que solo Marcos presenta algún problema. En efecto, al decir: «Echando a suerte sobre ella para ver quién se llevaba qué», parece hablar cual si la suerte se hubiera echado sobre toda la ropa, no sobre sola la túnica. Pero también aquí la brevedad produce oscuridad, pues «echando a suerte sobre ella» está dicho como si se dijera «echando a suerte cuando se dividía», lo cual sucedió también, puesto que no sería completa la división de su ropa, si por sorteo no hubiese quedado claro quién se llevaba también la túnica, de forma que, así, la contienda de quienes dividían la ropa se acabase o, más bien, no surgiera ninguna. Lo que, pues, asevera: Para ver quién se llevaba qué, no ha de referirse a toda la ropa, que fue dividida, puesto que esto se asigna a la suerte. En efecto, se echó la suerte para ver quién se llevaba la túnica. Precisamente porque ha omitido narrar de qué clase era y cómo, una vez hechas partes iguales, quedó sola la que para no ser rasgada vino a sorteo, acerca de ella está puesto lo que asevera: Para ver quién se llevaba qué, esto es, quién se la llevaba, cual si todo se dijera así: Dividieron su ropa, echando a suerte sobre ella para ver quién se llevaba la túnica que había escapado a la partes iguales.

El reparto de la ropa de Jesús: su significado
4. Quizá pregunte alguien qué significan la división de la ropa hecha en tantas partes y ese sorteo de la túnica. El vestido cuatripartito del Señor Jesucristo representó a su Iglesia cuatripartita, o sea, extendida por el entero orbe de las tierras, que consta de cuatro partes, y distribuida igualmente, esto es, concordemente, en todas esas mismas partes. Por eso dice en otro sitio que él va a enviar sus ángeles a reunir desde los cuatro vientos a los elegidos de él [Cf Mateo 24,31; Marcos 13,27]. Lo cual ¿qué significa, sino desde las cuatro partes del mundo, oriente, occidente, aquilón y mediodía?

En cambio, esa túnica sorteada significa la unidad de todas las partes, que el vínculo de la caridad mantiene íntegra. Pues bien, al ir a hablar de la caridad, el Apóstol afirma: «Os muestro un camino descollante» [1ª Corintios 12,31], y en otro lugar asevera: «Conocer también la caridad de Cristo, descollante sobre el conocimiento» [ Efesios 3,19], y asimismo en otro sitio: Ahora bien, sobre todo esto, la caridad, que es vínculo de la perfección [Colosenses 3,14]. Si, pues, la caridad tiene el más descollante camino y descuella sobre el conocimiento y está preceptuada sobre todo, el vestido que la significa se muestra con razón tejido desde arriba; inconsútil, por otra parte, para que nunca se lo descosa; y llega a uno solo, porque reúne a todos en la unidad. Como en el caso de los apóstoles: aunque también ese número mismo era duodenario, esto es, cuatripartito de tres en tres, y todos fueron interrogados, solo Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo», y cual si hubiera recibido él solo la potestad de atar y desatar, se le dice: «Te daré las llaves del reino de los cielos» [Mateo 16,15-16.19]. Aunque uno solo dijo aquello por todos y, cual representante de la unidad misma, con todos recibió esto; uno solo por todos, precisamente porque la unidad está en todos. Por ende, también aquí, tras haber dicho «tejida desde arriba», ha añadido «por todo». Si aplicamos esto a lo que significa, de ello no está privado nadie respecto al cual se sabe que pertenece al todo; a consecuencia de este todo, como indica la lengua griega, se denomina católica a la Iglesia. Por otra parte, a propósito del sorteo, ¿Qué decir sino que se hace valer la gracia de Dios? En efecto, puesto que el sorteo agradó a todos, en uno solo llegó a todos la túnica así: porque también la gracia de Dios ha llegado a todos en la unidad; además, cuando se echa la suerte, ésta se amolda no a la persona o méritos de cada cual, sino al oculto juicio de Dios.

Comentario al Evangelio según san Juan, Tratado 118 – Juan 19,23-24, dictado en Hipona, probablemente el domingo 27 de junio de 420 Traductor: José Anoz Gutiérrez

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