
(Génesis 4, 10)
Pido perdón a todos por publicar esta foto tan cruenta.
Pero exigen las circunstancias que haya conciencia de lo que se quiere legalizar y ya ha sido aprobado por el Senado.
¡Un golpe de gracia a una nación que ya se va sola por el sumidero de la extinción demográfica!
Ningún ser humano, y menos si es un gobernante, puede arrogarse el derecho de quitar o permitir quitar la vida a un inocente en ninguna etapa de su vida, desde su concepción hasta su muerte.
Esto es contrario a al derecho natural y también al derecho positivo.
Porque la legalización del aborto, como condena a muerte, es contrario a la Constitución del Uruguay, en cuyo artículo 26 se prohíbe la pena de muerte hasta para un delincuente, ¡con cuánta mayor quiso el constituyente defender la vida del inocente que esa misma constitución reconoce como el primero y máximo derecho en su artículo 7! Por eso tienen que modificar la prohibición del aborto en el código penal que, conforme a la mente del constituyente penaba el aborto como un crimen.
Ante los presentes acontecimientos, cumplo con el penoso pero perentorio deber que se me impone por boca del profeta Ezequiel:
Le dijo a Caín: «¿Qué has hecho? ¡Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde la tierra! Pues bien: Maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Aunque labres el suelo ya no te dará más fruto. Vagabundo y errante serás en la tierra» (Génesis 4, 10-11). .
Le dijo a Noé: «A todos y a cada uno reclamaré el alma humana. Quien vertiere sangre humana, por otro hombre su sangre será vertida, porque a imagen de Dios hizo Él al hombre» (Genesis 9, 6).
Dijo el Señor por boca del profeta Elías al Rey Ajab: «en el mismo lugar en que los perros lamieron la sangre de Nabot lamerán también los perros tu propia sangre […] Yo mismo voy a traer el mal sobre ti y voy a barrer tu posteridad y a exterminar todo varón» (Primer libro de los Reyes, 21, 19.21).