UNA MUJER QUE DEJA SU PROFESIÓN POR ESTAR JUNTO A SU ESPOSO
«dejé mi trabajo para dedicarme a mi esposo y a mi casa y Dios ha estado conmigo cada día»

Nací y fui criada dentro de una familia católica practicante, de clase media baja, tengo solo una hermana. Nuestros padres muy trabajadores los dos. Nos inculcaron siempre que debíamos estudiar, tener una profesión y trabajar de eso, nuestra madre, siempre hizo énfasis en la importancia de la independencia económica de nuestros esposos. Su mayor orgullo y realización, fue vernos a las dos graduadas con títulos universitarios.
Mis padres siempre estuvieron juntos, pero nunca se dedicaron a ellos como esposos, crecí sintiendo esa falta. No queriendo repetir ese modelo, soñé siempre con formar una familia, pero estando siempre al lado de mi esposo, y muy presente a diario en la casa y en la crianza de mis hijos.
Ya de adulta adoraba mi trabajo, mi profesión, pero muy en el fondo sabía que no me iba a dedicar a eso el resto de mi vida, que no era mi vocación. Nunca tuve grandes metas profesionales, sentía que mi realización personal no pasaba por ese lado.
Mi esposo, es un hombre de campo, cuando lo conocí y decidimos casarnos fue que surgió el gran desafío de romper con la estructura que venía en mí desde niña, esa que, sobre todo, imponen la sociedad y la cultura dominante: trabajar, ser independiente y buscar la realización personal en la profesión, fuera de la casa.
Desde el primer día de novios, nos planteamos que al casarnos íbamos a estar juntos a diario, no cabía para nosotros la posibilidad de vivir yo en la ciudad y mi esposo en el campo y vernos solo los fines de semana. Decidimos instalarnos y hacer nuestra casa en el campo, por lo tanto, los primeros meses de casados viajaba a diario a la ciudad para trabajar, manejaba entre ida y vuelta 120Km, y me dedicaba a la casa en la medida que podía, no quería que alguien más estuviera en mi casa haciendo lo que yo consideraba mi rol y mi deber. Solo estaba posponiendo tomar la decisión que había tomado cuando me animé a soñar con que algún día tendría esposo e hijos y me dedicaría a ellos.
No fue una decisión fácil de tomar, surgieron muchos miedos, de todo tipo, pero en ese tiempo alguien me dijo en una conversación ajena a este asunto, » Dios ayuda a la mujer que se dedica a su casa», y me terminé de convencer… Y lo hice, dejé mi trabajo para dedicarme a mi esposo y a mi casa y Dios ha estado conmigo cada día. No ha sido fácil, muchas veces se extraña la comodidad de la vida en la ciudad, tuve que renunciar a muchas cosas y no solo materiales y económicas, renunciar al reconocimiento profesional fue lo que más me costó. La gente reconoce a los que son trabajadores responsables, profesionales, pero no se reconoce o aplaude a las mujeres que se dedican a su esposo, a su casa. Escuché a muchos diciendo que era una locura, que lo pensara mejor, que no abandonara mi carrera, mi independencia. Hubo muchos que sí me apoyaron y hasta se emocionaron con mi decisión. Escuchar a mi esposo seguido agradecerme por haberlo elegido, por haber decidido acompañarlo y dejar todo, hace que valga la pena cualquier dificultad.
Nunca me arrepentí, nunca fui más feliz, a pesar de que no es fácil. Nunca me sentí tan realizada y tan orgullosa de mí misma. Nuestro matrimonio creció muchísimo, nos unimos mucho más, somos muy compañeros y no me imagino viviendo de otra manera.
Ser esposa y ama de casa es el regalo más lindo que Dios me ha dado. Y así con el corazón agradecido, espero la llegada de nuestros hijos.
Caro
