ALFONSO MARTÍNEZ DE TOLEDO [10]
CORBACHO]

PRIMERA PARTE Cap. 15º

Capítulo XV

Cómo el mal amor quebranta los matrimonios

Muchos más de males aún en amor pueden ser notados: el amor deshonesto quebranta los matrimonios, y, como de alto dije, a las veces el desordenado amor es causa del marido separarse de la mujer y la mujer del marido. Y los que Dios por su ley y mandado ayuntó, los cuales ninguno no puede apartar, sobreviviente disoluto amor, por su causa a veces son apartados, aunque señor San Paulo dijo: «lo que Dios ayuntare no lo separe hombre».

Más aún te diré: el falso amor desordenado hace que muchas y diversas veces el marido o la mujer piensa cómo el uno al otro de esta presente vida privará, y lo vemos de cada día por experiencia de hechos matar el uno al otro con ponzoñas o por justicia cuando el tal caso lo demanda. Porque en este mundo no debe hombre amar más otra cosa que su buena mujer, y la mujer que su buen marido; por cuanto por la primera ley de matrimonio son en uno ayuntados y juzgados son ser dos personas, mas una carne sola. Y todas otras mujeres dejadas, Dios mandó que el hombre se llegue a su mujer donde adelante dice: «por esta tal dejará el hombre padre y madre y se llegará a su buena mujer, y así serán hechos dos una carne y una voluntad».

Mas: bien sabes que con la propia mujer, si debidamente usares, no puedes cometer fornicación. Y los apetitos incentivos de lujuria en este caso no son notados a mortal pecado, sino venial, la intención del matrimonio salva y guarda. Del cual matrimonio has legítimos hijos, que fruto de bendición son dichos, universales herederos de tus bienes; donde después de esta vida tú partido, tu nombre queda y memoria en la tierra. Y tus culpas, si algunas cometiste, pueden, por obras meritorias por ti haciendo, los tales hijos relevar; lo que no hacen con tanto amor los hijos habidos de fornicación y dañado coito, abortivos y en derecho espurios llamados, y en romance bastardos, y en común vulgar de mal decir y hablar hijos de mala puta.

Donde se siguen tres males: difamación del que lo engendró, vituperio de la que le concibió, denuesto del engendrado. Y es capillo que hasta y después de la su muerte nunca se le cae. Y demás que el tal hijo es repulso de la paterna heredad en vituperio del dañado coito; demás es privado de todas honras temporales, y aun la Iglesia nunca le permite ser dados beneficios si primeramente no es por el Papa legitimado, o por el prelado que en tal caso le pueda dar licencia para que haya uno o dos beneficios, no los que él quisiere o pudiere haber.

Y aun la Santa Escritura dice que los hijos de los adulteradores muy abominables son a Dios. Pues que todas aquestas cosas se siguen del inordinado amor, y ningún bien de él no vemos venir, ¿cuál es el loco que no se aparta de él como de infernal enemigo? Por ende, amigo, aprende de guardar tu pudicia y sobrar y vencer los apetitos desfrenados de la dicha carne mezquina, y tu cuerpo guardar de esta mancilla de pecado por nuestro Señor Dios. Y si por aventura los incentivos o estímulos de la carne dices que no los puedes sufrir ni refrenar ni resistir, yo te daré buen consejo con que los sobrarás, y sin gran constreñimiento de ti podrás oír los deleites de este pecado.

Primeramente, si te viniere en la imaginación tentación de este pecado, no te aduermas en el pensar, santíguate y hiere tus pechos, y anda luego y busca persona tercera con quien hables de algún negocio porque te salga de la imaginación, y llama algún vecino o amigo, o algún mozo u hombre de tu casa, y habla con él, aunque no lo hayas gana, y sal de tu casa en un punto, como aquel que dice: «señores, ayudadme, que me matan o roban». Y así salido, habla con alguna persona de tu vecindad por mudar propósito e intención. Item, huye los deshonestos lugares, los tiempos y las personas  que tú sabes o puedes entender que son causa de inducirte a pecar. Y si en lugar estuvieres donde haya mujeres o fueres de ellas tentado, múdate del lugar y busca otra compañía.

Habe memoria en tu corazón y dí con el profeta David: «Averte oculos meos ne videant vanitatem». Y si por aventura arrebatadamente te viniere aquel fuego maldito de lujuria, guarda a lo menos, si con la voluntad no pudieres resistirlo o consientes en él en tu voluntad, a lo menos guarda que la obra no se siga con efecto, que esto sería ya mucho mal, que grave pecado es, y grande, consentir por voluntad al tal pecado; mas después que por obra puesto, es gravísimo, en tanto que mata el ánima y agrava el cuerpo y lo torna más que plomo pesado.

Por lo cual te digo que si algunas veces quisieres tener esta regla y querer al conflicto de la lujuria, cuando viene, resistir, en muy poco y breve tiempo serás de ella señor a toda tu voluntad y no preciarás nada sus estímulos. Pero si estando en la cama tal escalentamiento te viniere, salta luego de ella y no te aduermas en pensar, sino luego sal fuera e, resfriado el cuerpo, luego dará lugar la carne, o luego como viniere, comienza a rezar y a decir a lo menos: Ego, peccator, confiteor Deo; y hiere tus pechos, y así la voluntad dañada vencerás.

Te doy otro consejo, y tómalo por Dios, y habrás mucho remedio y consolación. Huye y evita siete principales cosas, a lo menos: primero, huye comer y beber suntuoso de grandes y preciosas viandas.

Segundo, huye del vino puro o inmoderadamente bebido; que esto es incitativo de arder de lujuria, según los canónicos derechos dicen; que el vino priva al hombre de su buen entendimiento y da causa de delinquir y pecar. Y en otra parte el Apóstol dice: «No queráis embriagaros de vino, en el cual reina lujuria», según de Lot y otros oíste, y ves de cada día experiencia, que de los hechos madre avisadora y maestra es.Lo tercero, no duermas en cama mucho mullida y delicada de sábanas y ropa. Cuarto, camisones en tu cuerpo delicados no uses mucho. Quinto, no continúes do mujeres están, aunque tus parientes sean ni hermanas, porque a ellas mirando no te traigan a la memoria otras que bien quieras o desees haber mirando en aquellas, o no hayas causa de pecar con sus mozas y sirvientas, o con otras amigas suyas que las vengan a visitar; que contece esto a las veces, como cuenta la decretal Inhibendum de los clérigos cohabitantes con las mujeres en el libro tercero de las Decretales.

Lo sexto, como ya suso dije, huye dar tu oreja a palabras feas de lujuria habladas incitativas de todo mal, huyendo toda ociosidad. Séptimo y final, siempre haz alguna cosa por quitar tu pensamiento de vanas imaginaciones, como dicen los santos Padres en sus vidas y colaciones: siempre el diablo te halle ocupado porque su tentación en ti no haya lugar. Este es uno de los útiles remedios al pecado susodicho.

E demás sepas, amigo, que la lujuria es de tal calidad, que si hombre la quiere perseguir y continuar será siervo y vencido de ella. Pero si la evitare y de ella huyere, luego de sí la desterrará y de él se partirá como cosa perdida y de poco valor.

Y dígote, amigo, que si lo que te he dicho por obra pusieres, no es posible que jamás la vil de la lujuria te pueda macular ni ensuciar, que no es más la lujuria que el judío o el moro: tenle cara a sus primeros movimientos y muéstrales rostro, que huir es su recorro luego, que no tiene más esfuerzo si no tremer, y donde ven varón huyen.

Y por cuanto a cualquier sabio les manifiesto poco más o menos la mujer quién es, y cómo por ellas en el mundo vino destruición, y hoy dura, no es honesto de ellas más hablar. No digan que no fue mujer el que lo compuso este compendio, sino cesara mal hablar por honestidad; pero los vicios de las criminosas bueno es redargüir porque oyéndolo se abstengan de mal usar, que no menos es en los perversos hombres, como ya suso dije -que la intención del componedor no es otra más, salvo amonestar que amar deshonesto no quieran.

Lo cual, si la potencia divina permitiente- nosotros lo pudiéremos, como susodicho es, hacer, no ha cosa en que más podamos servicio hacer a Dios más agradable. Y si este pecado del hombre o mujer no fuere evitado, no hay cosa que, en el hombre o mujer perfecta ni acabada pueda ser dicha, y si de él se excusare y dejare, no hay cosa que más sus vicios y menguas encubra y encele; que  si el hombre o mujer quito es de locamente amar y honestamente perseveraren, no es mal ni fama perversa que de él sea dicha, que creída sea.

Tanta es la virtud de la continencia que es capa para cubrir otros muchos pecados; antes, si alguno mal dijere o detractare al continente, a él no le cabe responder, que todos a una voz responderán por él. Pues muy sabio es y será el que tal virtud quiere alcanzar que le defienda, aunque pecador sea, y le ampare contra el diablo y sus sutileces maldicientes. Y demás, si quito es de otros vicios, este le hace ser limpio, puro y como el sol resplandeciente.

Y piensa que el que fuere continente y púdico, a menester que sea franco y largo, y no te maravilles; que sin franqueza o largueza todas las virtudes de la persona muerta son reputadas. Y cuando es la persona mezquina, mendiga, escasa y estrecha -no te digo más en lo temporal que en lo espiritual- entiende bien este punto -que todos los loores y alabanzas que del tal pueblo puede decir, son sin duda callados y no osados hablar. Como dice el apóstol Santo Pablo, así como «la fe sin obras muerta es», así toda virtud sin franqueza y largueza no es por virtud tenida. Pues como amor sea vicio y no virtud, huir de él sabiduría es.

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