AMAR NUESTROS LIMITES [11 de 11]
«HUMILDAD ESPERANZADA» SAN IGNACIO DE LOYOLA

LA HUMILDAD ESPERANZADA 

San Ignacio de Loyola 

«Piense
cada uno, que tanto se aprovechará en todas cosas
espirituales, cuanto saliere de su propio amor, querer e interés»
 
(Ejercicios espirituales Nº 189)

  Al que se humilla 
Dios lo exalta.
Las
tres maneras de humildad según San Ignacio, 


1ª.-  obediencia hasta el martirio 
2ª.-  Indiferencia heroica ante todas las cosas creadas
3ª.-  La Locura por Cristo: 
«Loco por Cristo»  si igual o mayor servicio y
alabanza fuere a la su divina Majestad 
(Ejercicios Espirituales 165-167)

El camino de Jesús va por la humillación de sí mismo, por el deseo apasionado de la
gloria, servicio y alabanza de Dios. 
De
nuevo, como con el Bautista, conviene que El crezca y que yo disminuya, porque
mi gloria es su Mayor Gloria.

En
una carta al Duque de Gandía, canonizado después como San Francisco de Borja,
San Ignacio muestra a la vez su experiencia de la limitación a la vez que una
ilimitada confianza en la gracia:

«Yo para mí me
persuado que antes y después (de concedida una gracia de Dios) soy todo
impedimento; y de esto siento mayor contentamiento y gozo espiritual en el
Señor nuestro, por no poder atribuir a mí cosa alguna que buena parezca;
sintiendo una cosa (si los que más entienden, otra cosa mejor no sienten), que
hay pocos en esta vida, y más echo, que ninguno, que en todo pueda determinar,
o juzgar, cuánto impide de su parte, y cuánto desayuda a lo que el Señor
nuestro quiere en su ánima obrar.»
 (Fines
de 1545; Cartas Vol. I, 339-342; Obras Completas 26a. p. 702).

Cuanto
más convencido está Ignacio por experiencia espiritual de su insuficiencia y
limitación para toda eficacia espiritual, y cuanto más acepta esa limitación,
tanto más espera en la gracia, de la que todo le vino, todo le viene y todo le
ha de venir, no obstando para ello que él sea «todo impedimento»:
limitación-limitante, diríamos.

Para
conseguir el fin de la Compañía que es ayudar a las almas para que consigan su
fin último y sobrenatural, San Ignacio recomienda los medios que juntan el
instrumento con Dios y le disponen para que se rija bien de su divina mano, 
(Ignacio considera que estos son más eficaces que los que lo disponen para con
los hombres) 
como son los medios de bondad y virtud, y especialmente la caridad
y pura intención del divino servicio y familiaridad con Dios.  
Por eso Ignacio recomienda que en la Compañía
debe procurarse que todos se den a las virtudes sólidas y perfectas y a las
cosas espirituales, y se haga de ellas más caudal que de las letras y otros
dones naturales y humanos.  
Porque
aquellos interiores son los que han de dar eficacia a estos exteriores para el
fin que se pretende
(Constituciones de la Compañía de Jesús, Parte X, 813).

También
en el espíritu de San Ignacio, la esperanza es sostén de la humildad.  
San Ignacio reconoce no sólo la limitación
propia y de los medios humanos, sino que sabe por experiencia que son capaces
de impedir y limitar la eficacia divina.  
Pero ni esa limitación-limitante es capaz de desanimarlo o de hacerlo
pesimista respecto de las letras y los dones naturales y humanos.  
Reconociéndoles sus límites San Ignacio
liberó a los jesuitas para la esperanza.

Los
Ejercicios son escuela donde se enseña a ofrecer a Dios el propio querer y libertad,
para que así de su persona, como de todo lo que tiene, se sirva conforme a su
santísima voluntad (Ejercicios Espirituales 5; 234). 

Ofrecerse a sí mismo enteramente, con todos sus límites, para ser
dilatado por Dios. 
Este abandonarse en
las manos de Dios humilde y confiadamente se hace posible por la esperanza:

«El Señor
completará sus favores conmigo: Señor, tu misericordia es eterna,  no abandones la obra de tus manos»
 (Salmo 137,8).

Sic Deus nos ádjuvet et sancta lex evangelica

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