El texto no sólo revela el mismo sentir de estos dos grandes pastores de la Iglesia católica, sino también comporta una extraordinaria actualidad. El futuro Papa sostiene la convicción de que el matrimonio cristiano puede realizarse solamente como experiencia de una sociedad distinta de la común. Hay una preocupación profética por la crisis de los valores, que marca el destino de la sociedad occidental y de sus modelos.
El cardenal Karol Wojtyla explica que la santificación de la pareja se refiere a todas las dimensiones de la vida, a lo ordinario, a las cosas de cada día, que van de la mañana hasta la noche. Por eso la teología del sacramento del matrimonio no es un conjunto de cosas: como el deber, las prohibiciones, las devociones… sino vivir todo eso con fe.
La Regla del Papa polaco se dirige no a los cónyuges como personas individuales sino como pareja; exhorta a las parejas a reunirse en grupos dedicados a reelaborar el modelo de vida conyugal y familiar para descubrir y vivir el profundo significado espiritual que ella entraña.
En suma, de la Regla para los esposos emergen tres puntos fundamentales: el amor siempre necesita una regla porque no es únicamente un sentimiento sino la libre donación de sí mismos que entra en el ámbito de la responsabilidad; en segundo lugar, la regla solo puede vivirse en dirección hacia lo ideal y por lo tanto en la perspectiva de una espiritualidad; y, por último, se puede tender hacia la espiritualidad y vivir la Regla sólo si existe un ámbito de comunidad que acompañe a la familia creando una «familia de familias».
Camino hecho «a dos»
Según los estudiosos de la obra de Juan Pablo II, el pontífice escribía que en aquellos años, para él, lo más importante eran las cuestiones que los jóvenes se planteaban sobre cómo vivir, cómo afrontar y resolver los problemas relativos al amor y al matrimonio. Esas dudas le indicaron un camino también a él.
La fuente para el cardenal Wojtyla fue siempre la experiencia que une la dimensión del encuentro personal, la historia, la cultura, la oración y la mística. Gracias a esta experiencia reconocía a la Trinidad en el camino del hombre y la mujer; y en el sacramento de su amor descubría a Cristo esposo y a la Iglesia esposa. Esta es la idea de fondo de su espiritualidad del amor conyugal: El camino de la pareja es un camino hecho «a dos», en una comunión que encarna el amor esponsal de Dios.
Przemyslaw Kwiatkowski, candidato a doctor por el Pontificio Instituto Juan Pablo II y quien encontró el texto inédito del cardenal Wojtyla, en entrevista con Radio Vaticano habla sobre «el corazón» de la Regla de los esposos:
«El entonces cardenal Wojtyla, de modo valiente, dice sí a la verdad de la encíclica Humanae Vitae, y la dice de manera muy concreta, proponiendo un modo de vida: un grupo de parejas de esposos que vivan esta espiritualidad.
«El texto habla de la espiritualidad conyugal, es decir de la vida espiritual, experimentada de modo muy particular en la vida de pareja. Esta espiritualidad tiene que vivirse por ambos esposos, no solamente por parte de la mujer o del marido. Más aún, esta espiritualidad no tiene que encerrarse en la relación esposo-esposa, sino que se tiene que extender a un grupo de parejas que viven juntas, oran en conjunto y en conjunto quieren también hacer apostolado».
Madurada en la cura de almas, del párroco y del obispo, esta Regla del cardenal Wojtyla proyecta sobre el tormentoso horizonte de la sociedad secularizada y multirreligiosa del tercer milenio la imagen del cristianismo, que en el matrimonio y en la familia extiende y afirma la dimensión trascendente de la vida humana.
Regla de Karol Wojtyla para los esposos
La presente Regla surge de una serie de experiencias con algunas parejas de esposos y, al mismo tiempo, sobre la base de la experiencia matrimonial de las parejas mismas. Nace contemporáneamente a la publicación de la encíclica Humanae Vitae, la cual propone a las parejas y a sus pastores las exigencias evangélicas de un matrimonio auténticamente cristiano. El grupo de parejas que adopta esta regla podrá tomar, por consiguiente, el nombre de Humanae vitae.
La regla se dirige a las parejas matrimoniales en su integridad y no de manera individual a los cónyuges. Es importante, en efecto, que ésta sea adoptada y practicada por las parejas de esposos y no por los maridos o por las esposas sin el compromiso de sus respectivos cónyuges.
En principio, la regla compromete a los esposos sólo a la vida según las normas de la moral cristiana que atañen al orden de los Mandamientos; no obliga, en cambio, a la vida según los consejos evangélicos estrictamente entendidos. En sentido estricto, en efecto, la realización de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia puede darse sólo por aquellas personas que son llamadas a la vida religiosa. Sin embargo, la experiencia de la vida conyugal demuestra que la observancia de las reglas morales anunciadas por la Iglesia no es posible sin un cierto grado de ascesis; las parejas de esposos pertenecientes a los grupos Humanae vitae deben, por lo tanto, reflexionar sobre cómo poner en práctica el espíritu de los consejos evangélicos.
El fin particular de los grupos Humanae Vitae es el continuo compromiso hacia la actitud espiritual, a fin de que la enseñanza integral de Cristo Señor sobre el matrimonio y la familia, anunciada por la Iglesia, pueda cumplirse en su matrimonio con plena comprensión y con pleno amor.
Se trata, por tanto, de formar una adecuada espiritualidad –es decir una vida interior– que permita configurar la vida conyugal y familiar de modo cristiano. Tal espiritualidad no puede existir en una forma definitiva, sobre el modelo de las congregaciones religiosas, sino que debe ser constantemente reelaborada.
La reelaboración de la espiritualidad es otra tarea importante de los grupos. Un medio para esta reelaboración es la puesta en práctica por parte de cada pareja de aquellas actitudes espirituales mencionadas arriba.
El segundo fin particular de los grupos Humanae Vitae es el apostolado. Aunque aquí no son decididas las formas precisas. Sin embargo, las parejas de esposos que formen parte de los grupos asuman el compromiso de un determinado apostolado y, sobre todo, de la oración constante a favor de las otras parejas de esposos y por la fundamental cuestión del matrimonio y de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo. La forma de los diversos modelos de apostolado o de la oración tendrá que elaborarse progresivamente.
Se deja a las mismas parejas de esposos la decisión de comprometerse a realizar las tareas delineadas por medio de una promesa particular.
Traducción del italiano de Gilberto Hernández García
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Tomado de: El Observador de la Actualidad Querétaro, Mexico
Jueves 11 de Junio 2009; No. 726 (7 de junio de 2009)
Belleza y espiritualidad del amor conyugal