AMAR: ¿ESTÁ EN MI MANO? (3 de 5)

Sonia, sigo tratando del tema que me planteaste con tu pregunta…

Ayudará a entender el hecho considerar lo que pasa con los jóvenes.

Resulta que la edad en que los jóvenes se ennovian es precisamente la edad de las pasiones, en que éstas, especialmente las amorosas y sexuales, son muy fuertes y compiten con la razón por el dominio de la voluntad.

Los jóvenes en este caso, evidentemente, están muy influidos por la pasión en su elección amorosa. Podrían elegir con la voluntad en edad más avanzada, pero entonces se ha perdido capacidad dialogal y para adaptarse al otro. Se ha perdido precisamente la vitalidad y la fuerza que dan las pasiones. Los seres humanos se han hecho más razonadores, pero no siempre por virtud, sino por desengaños o malas experiencias.

Lo ideal sería aunar el vigor de las certezas de la razón con la fuerza de las pasiones y de los sentimientos, y la inteligencia dirigiéndolo todo, iluminada por el conocimiento del Bien (Dios) y la voluntad orientada hacia Él.Eso no se da, debido al pecado original.

Creo que la cultura católica, inspirada por las virtudes teologales, cuando ella regía la cultura social y política, iniciaba desde niños a la cultura de las pasiones dominadas y gobernadas por el amor a Dios. Educaba personas para el matrimonio, desde niños .

A los varones les enseñaba especialmente a dominar su ira y su tristeza, así como el impulso a la voracidad, por amor a Dios y respeto a sus padres a sus hermanas, a los suyos.

A las niñas les enseñaba a hacerse libres frente a sus caprichos, capaces de renunciar a su propia voluntad, por amor a Dios, a los suyos, a los más débiles.

Así se preparaban desde niños para el dominio de las pasiones instintivas (más bien los varones) y las pasiones del alma (más bien las niñas).

Y a gobernarse por la razón y por el buen amor, a Dios y a los demás, jerarquizado en ese «los demás» con el orden cristiano.

Tal como están las cosas en el orden (es más bien desorden) de la naturaleza caída, elevada por la gracia y sanada por Cristo en los sacramentos, es muy difícil «enamorarse por voluntad y decisión», pero no imposible.

Creo que aquí, como en lo del celibato o virginidad por el Reino de los Cielos, vale lo que dice Jesús: «el que pueda entender que entienda».

En la vida de Santo Tomás Moro se lee que hizo una elección muy racional de la que sería su esposa y la madre de sus hijos.

Hace unas semanas subí al blog el video de María Cecilia y Salvador, porque demuestra cuánto puede superar en la tolerancia de los defectos físicos en el otro, la voluntad de construir algo juntos y de perpetuarse en los hijos.

Las culturas de los pueblos demuestran también que en muchas, no eran ni los sentimientos, ni la decisión personal la que determinaba el casamiento, sino la voluntad de los padres, de la familia. Y eso no era obstáculo para que interiorizando los imperativos del interés familiar o social, los esposos compartieran un fin común y de ese modo creciera entre ellos el afecto y la amistad que hace fieles.

En una entradas del 31 de diciembre de 2008 subí a este Blog del Buen Amor, una página de una web judía que expone su punto de vista sobre el amor humano:
http://www.greatjewishmusic.com/Moods/Torah-Vayetze.htm
Allí leemos: “El verdadero amor, no consiste en que dos personas se sientan atraídos el uno hacia el otro por algo exterior que los junta. Hay verdadero amor cuando se sienten más bien atraídos por la esencia del otro. Ellos se identifican el uno con el otro y, en consecuencia, sus propias naturalezas hacen que su amor mutuo sea inevitablemente verdadero y perdurable”

El tema da para largo… y pienso seguirlo tratando, pero ya no por mi cuenta, sino a la luz de un libro que ha tratado el tema en forma muy profunda e interesante. Les adelanto el nombre por si lo encuentran y les recomiendo su lectura
Autor: Angelo Scola
Título: Identidad y diferencia
Subtítulo: La relación hombre-mujer
Editorial: Ediciones Encuentro, Madrid 1989, (Colección Libros de Bolsillo 52)

Bueno, me empieza a pesar mucho el sueño. Que el Señor la bendiga mucho.

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