VII. 8. Como ni siquiera con la entrada de este mal puede destruirse el bien del matrimonio, los ignorantes piensan que esto no es un mal, sino que es parte del bien del matrimonio.
Sin embargo, se distingue no sólo con sutiles razonamientos, sino también con el comunísimo juicio natural, que aparece en los primeros hombres y se mantiene aún hoy en los casados; lo que hicieron después por la procreación es el bien del matrimonio, pero lo que antes cubrieron por vergüenza es el mal de la concupiscencia, que evita por todas partes la mirada y busca con pudor el secreto.
En consecuencia, el matrimonio se puede gloriar de conseguir un bien de este mal, pero se ha de sonrojar porque no puede realizarlo sin él. Por ejemplo, si alguien con un pie en malas condiciones alcanza un bien aunque sea cojeando, ni es mala la conquista por el mal de la cojera ni buena la cojera por el bien de la conquista. Igualmente, por el mal de la libido no debemos condenar el matrimonio, ni por el bien del matrimonio alabar la libido.
Degradación pagana del matrimonio
XV 17. Sin embargo, una cosa es no unirse sino con la sola voluntad de engendrar, cosa que no tiene culpa, y otra apetecer en la unión, naturalmente con el propio cónyuge, el placer, cosa que tiene una culpa venial. Porque, aunque se unan sin intención de propagar la prole, por lo menos no se oponen a ella, a causa del placer, con un propósito ni con una acción mala. Pues los que hacen esto, aunque se llamen esposos, no lo son ni mantienen nada del verdadero matrimonio, sino que alargan este nombre honesto para velar las torpezas. Manifiestan abiertamente su malicia cuando llegan al extremo de abandonar a los hijos que les nacen contra su voluntad. No quieren alimentar o tener consigo a los hijos que temieron engendrar.
De manera que, al mostrarse despiadados con los hijos engendrados contra sus deseos ocultos y nefandos, ponen de manifiesto toda su iniquidad, y con esta evidente crueldad descubren sus ocultas deshonestidades. A veces llega a tanto esta libidinosa crueldad o, si se quiere, libido cruel, que emplean drogas esterilizantes, y, si éstas resultan ineficaces, matan en el seno materno el feto concebido y lo arrojan fuera, prefiriendo que su prole se desvanezca antes de tener vida, o, si ya vivía en el útero, matarla antes de que nazca.
Lo repito: si ambos son así, no son cónyuges, y, si se juntaron desde el principio con tal intención, no han celebrado un matrimonio, sino que han pactado un concubinato. Si los dos no son así, digo sin miedo que o ella es una prostituta del varón o él es un adúltero de la mujer.
Matrimonio cristiano y virginidad
XVI 18. Puesto que las nupcias ya no pueden ser tan puras como pudieron ser entre los primeros hombres si no hubiera aparecido el pecado, al menos se ha de procurar sean como las de los santos patriarcas.
Por tanto, no debe dominar la vergonzosa concupiscencia de la carne, inseparable del cuerpo mortal, la cual antes del pecado no existió en el paraíso y después del pecado fue arrojada de allí, sino, más bien, ha de estar sometida para servir únicamente a la propagación de la prole. O bien porque el tiempo presente, que ya hemos indicado como el tiempo de la abstinencia de los abrazos, no tiene la necesidad de este deber, mientras existe a nuestro alrededor y en el mundo tan gran abundancia de hijos que han de ser engendrados espiritualmente.
Quien pueda entender, entienda [Mateo 19, 12] el bien preferible de la continencia ideal. Sin embargo, quien no pueda entenderlo, si se casa, no peca; y la mujer, si no es capaz de contenerse, se case. Es bueno para el hombre no tocar a la mujer [1ª Corintios 7,1].
Mas como no todos entienden esta palabra, sino únicamente aquellos a quienes se les ha concedido [Mateo 19, 11], sólo queda que, para evitar la fornicación cada hombre tenga su mujer, y cada mujer tenga su marido [1ª Corintios 7,3].
Y así, para que no caiga en la ruina de las acciones deshonestas, la enfermedad de la incontinencia es contrarrestada por la honestidad del matrimonio. De hecho, esto es lo que el Apóstol dice a las mujeres: Quiero que las jóvenes se casen [1ª Timoteo 5, 14]; y lo mismo se puede decir de los maridos: «Quiero que los jóvenes se casen», de modo que se extiende a los dos sexos lo siguiente: que engendren hijos, que sean padres y madres de familia y que no den a nuestro adversario motivo de calumniar nuestra fe [1ª Timoteo 5, 14].
Conclusión, los tres bienes del matrimonio cristiano
XVII 19. Ahora bien, en el matrimonio se deben amar los bienes peculiares:
1) la prole,
2) la fidelidad,
3) el sacramento.
1) La prole no sólo para que nazca, sino para que renazca, pues nace a la pena si no renace a la vida.
2) La fidelidad no como la conservan los infieles, que sufren celos carnales; pues ¿qué hombre, por impío que sea, quiere una mujer adúltera? ¿O qué mujer, por impía que sea, quiere un marido adúltero? Tal fidelidad, en el matrimonio, es un bien natural, pero carnal. Por el contrario, el miembro de Cristo debe temer el adulterio del cónyuge por el mismo cónyuge, no por sí mismo, y ha de esperar del mismo Cristo el premio a la fidelidad conyugal que propone al cónyuge.
3) En cuanto al sacramento -que no se destruye ni por el divorcio ni por el adulterio-, éste ha de ser guardado por los esposos casta y concordemente; es el único de los tres bienes que por derecho de religión mantiene indisoluble el matrimonio de los consortes estériles cuando ya han perdido enteramente la esperanza de tener hijos, por la que se casaron.
Alaba el matrimonio quien alaba en él estos bienes nupciales. Sin embargo, la concupiscencia carnal no se debe atribuir al matrimonio, sino sólo tolerar. Pues no es un bien que venga de la naturaleza del matrimonio, sino un mal que proviene del antiguo pecado. […]
[San Agustín, De Bono Matrimonii, Usamos la traducción del texto latino hecha por los Padres agustino Teodoro C. Madrid, OAR y Antonio Sánchez Carazo OAR con el título: El Matrimonio y la concupiscencia. Puede bajarse desde Internet, de la página de Obras de San Agustín de los Padres Agustinos: http://www.augustinus.it/spagnolo/nozze_concupiscenza/index2.htm]