Hemos desenmascarado a la desacralización y el secularismo como una cripto-religión; como una forma oculta de la antiquísima idolatría, tan combatida por los profetas y apóstoles. Y ha quedado claro que la desacralización del matrimonio y la familia equivalen a su abolición. Porque la idolatría del individuo, la idolatría de sí mismo, le impide vincularse generosamente con el otro. La idolatría encierra al ídolo en sí mismo y lo hace ciego para el bien del otro, encandilado como está en la búsqueda de su propia gloria, de su propio bienestar, de su propio bien.
Por eso, la idolatría lleva inevitablemente a la guerra entre los ídolos.
La Sagrada Escritura nos enseña que los ídolos y los que los fabrican son iguales. Leemos en el salmo 113:
obra de mano de hombre.
Tienen boca y no hablan
tienen ojos y no ven,
tienen oídos y no oyen,
nariz tienen pero no huelen
Tienen manos y no palpan
tienen pies y no caminan
ni un solo susurro en su garganta
Como ellos serán los que los hacen,
cuantos en ellos ponen su confianza.
Los ídolos son un espejo donde se ve la verdad de sus fabricantes. Ellos son a su vez ídolos de sí mismos. Seres incomunicados, incapaces de ver al otro, de oír al otro, de comunicarse sinceramente con el otro, de obrar el bien del otro, de percibir el perfume de las virtudes del otro, o de sentir repugnancia por el hedor de los vicios del otro.
El Otro es, en primer lugar Dios. La virtud de la Religión es la escuela donde se aprende a tener en cuenta al prójimo.
Pero los idólatras son ídolos de sí mismos.
Ocasionalmente pueden también hacer del otro un ídolo [a quien por eso mismo cosifican e ignoran como persona] a quien adoran como un dios necesario para su propio bienestar afectivo, económico… con el que entablan una relación de incomunicación, o de comunicación falsa. Y con el que en algún momento pueden entrar en guerra a muerte defendiéndose a sí mismos.
Por eso la ideología del individualismo radical es una ideología del hombre ídolo, el hombre incomunicado, ciego, mudo y sordo para amar.
En el Simposio sobre Familia y Sociedad al que me referí antes en otra entrada, el Dr. Carlos Massini Correas nos expuso las consecuencias de la invasión del derecho por esta ideología del individualismo radical. De esta ideología – nos expuso – emanan leyes que se dictan de espaldas a la naturaleza del Buen Amor: divorcio, aborto, eutanasia, matrimonio homosexual, adopción de niños por parejas homosexuales.
A quienes objetamos estas cosas, se nos acusa de discriminación. Es que ¿es posible no discriminar entre el bien y el mal? ¿Es posible dejar de ver las diferencias entre una cosa y otra? Claro que es posible. Nos lo acaba de decir la Sagrada Escritura: los fabricantes de ídolos, no las ven.
En un libro reciente, el psiquiatra y psicosociólogo Tony Anatrella, describe “La diferencia prohibida” en esta cultura (Editorial Encuentro, Madrid 2008). Los ídolos no perciben diferencias, las niegan y… por fin. las prohiben. El bien resulta al fin insultante para el mal. A esto se le ha llamado «complejo de Caín».
Jesús los llamó: Ciegos, guías de ciegos (Mateo 15, 14). Ciegos como los ídolos que se fabrican y ciegos porque se idolatran a sí mismos y ya no son capaces de ver al otro, a Dios ni al prójimo y de amarlos bien.
Saquemos las conclusiones: ¿Qué Buen Amor puede haber en un matrimonio entre dos ídolos, o con un ídolo? ¿Qué comunicación? ¿Qué intercambio de mensajes, afecto, bienes y favores?
La cultura de la neo-idolatría, que es la del individualismo radical, equivale a la abolición del Buen Amor, y de la cultura del Buen Amor. Está en guerra contra ella. Oremos…