El demonio aspira a un principado análogo y rival al de Dios sobre el hombre. Así lo afirma Santo Tomás: “ambicionó además como consecuencia (de su rebeldía) cierto principado sobre los demás seres: en lo que también presumió en su perversidad asemejarse a Dios” (Summa Theol, Parte 1ª. Cuestión 63, Artículo 3° cuerpo)
Por eso el demonio presume de ser «El príncipe de este mundo»
Ese dominio o principado no puede ejercitarlo como lo hace Dios y los Ángeles buenos mediante la verdad,el bien y el amor puros. Sino que, de acuerdo a la corrupción de su naturaleza por el pecado demoníaco, sólo puede ejercerlo a través de la mentira, la ficción, las ilusiones y la coacción, usando el halago para inducir en soberbia o la amenaza para mover a desconfianza en Dios.
A la luz de estas verdades se nos da a comprender por qué el demonio induce a los desórdenes sexuales. El sexo es un bien creado por Dios al servicio del amor y subordinado al amor para servir a los fines del amor.
El demonio lo separa del amor y lo desvía hacia sí mismo, convirtiéndolo en fin en sí mismo.De este modo eclipsa al amor. Y lo usa para esclavizar y dominar, apartándolo de su fin que es dar la vida. Esteriliza por la lujuria.
De esta manera, mediante la sexual insubordinada obtiene dominio sobre varones y mujeres. Un dominio despótico que ejerce a través del sexo desordenado, separado del amor y que por hacerse obsesivo-compulsivo eclipsa la libertad necesaria para amar a Dios. Encierra al ser humano en sí mismo y hace del medio fin.
El Señor nos hace comprender que los desórdenes sexuales, en los que el sexo se separa del amor y adquiere una fuerza y finalidades propias, en forma obsesiva y adictiva, llegan a anular la libertad, ¡Son de naturaleza demoníaca!
Nos enseña que, como el demonio no puede ni quiere gobernar al ser humano por el amor de caridad, pues su pecado fue el rechazo de la caridad lo quiere someter a su dominio por la esfera sexual. Precisamente por la obsesión y la adicción hace que el ser humano ya no sea libre y sea incapaz de amar, ni siquiera de amarse a sí mismo.
Así, la lujuria, tiene un efecto de encierro del ser humano en sí mismo. Ya sea por el autismo sexual (masturbación) ya sea por la desvinculación interpersonal (masturbación de a dos).
Tanto la auto-masturbación como la fornicación como la homosexualidad, suscitan lo que en psicología se llama TOC,trastorno obsesivo compulsivo.
La obsesión es el dominio demoníaco sobre el conocimiento y toda la esfera cognitiva del ser humano.
La compulsión es el dominio demoníaco sobre la voluntad y toda la esfera de lo volitivo afectivo del ser humano
El demonio domina la esfera cognitiva desde la percepción. Toda percepción se tiñe de significación sexual. Todo se percibe en clave sexual. La significación sexual predomina, asociando todo lo que se percibe con referencias genitales.
La inteligencia, la memoria, la imaginación, la asociación de toda percepción con un sentido genital, Así toda percepción se convierte en estímulo erótico. Y de esta manera se instala la obsesión en la esfera cognitiva. La perspectiva solipisista eclipsa la perspectiva del amor, que mira al otro, y así incapacita no solo para abrirse al otro, sino para entregarse amorosamente al otro como bien del otro.
El obsesivo queda así bajo el domino del demonio en su inteligencia y voluntad. Se convierte en cosa para sí mismo y percibe a los demás como objetos.
La compulsión sexual es el dominio del demonio sobre la esfera volitiva. En realidad consiste en la abolición de la voluntad, de la libertad, del autodominio y la autodeterminación al bien propio y del otro. Es la despersonalización, la pérdida de los atributos humanos personales: inteligencia y voluntad.
La pasión desordenada de satisfacción genital se hace imperativa y puentea la voluntad. El adicto sexual se convierte así en abusador de sí mismo y de los demás. Él es para sí mismo objeto de placer es en realidad un violador de sí mismo. Y al percibir al otro como objeto sexual se convierte en violador, en abusador sexual; de pensamiento, palabra o de obra en forma compulsiva. Puede desnudar al otro con su imaginación.
De esta manera el demonio ejercita un dominio sobre el ser humano que se extiende a través de su cerebro y sistema neurovegetativo autónomo, a sus glándulas, hormonas, por via neurológica y fisiológica. Se instalan así reflejos medulares condicionados en distintos grados de automatismo o autonomía. de modo que el demonio adquiere poder, influencia, sobre la esfera corpórea y puede producir vejaciones de todo tipo.
El demonio opera así la violación del ser humano en alma y cuerpo, comenzando su violación por el pensamiento, siguiendo por la sensibilidad, las glándulas y hormonas, y todos sus órganos. De esta manera puede llegar a excitar los genitales en forma involuntaria y «violar» sexualmente al ser humano manejándolo de alguna manera, despóticamente, como un títere, un robot o un zombie.
Médicamente está comprobado que la masturbación produce reflejos condicionados medulares causantes de la eyaculación precoz y otros trastornos genitales. Así las funciones genitales se hacen neurológicamente autónomas e independientes de la voluntad. Pero, a su vez, el demonio toma dominio sobre ellas por vía neurológico-glandular. Y de ese modo se convierte en un violador psicofísicamente y un profanador sacrílego del ser humano y su destinación espiritual y mística. Violador del alma, y desde ella también del cuerpo.
He aquí el pasaje de la Summa Theologica donde se encuentra la
afirmación citada al comienzo: “(Satanás) aspiró indebidamente a ser semejante a Dios, codiciando
como último fin de su felicidad aquello a que podría llegar por virtud de su
propia naturaleza, y apartando su apetito de [no deseando] la beatitud
sobrenatural, que se obtiene por la gracia de Dios.
último aquella semejanza de Dios que se otorga por gracia – pretendió poseerla
por la virtud de su naturaleza, y no por el auxilio de Dios con subordinación a
sus disposiciones: lo cual concuerda con lo que dice San Anselmo Lib. de casu
diaboli, (La caída del Demonio) cap. 4, que apeteció aquello a lo que hubiera
llegado si perseverara. Lo uno y lo otro vienen a refundirse en un mismo pecado,
que consistió en aspirar a la bienaventuranza final por su sola virtud, lo cual
es propio de Dios. Y, como lo que es per
se (por sí mismo), es principio y causa de lo que es por otra cosa; ambicionó
además como consecuencia cierto principado sobre los demás seres: en lo que
también presumió en su perversidad asemejarse a Dios”. (Summa Theol, Parte
1ª. Cuestión 63, Art. 3° cuerpo)