EL PLACER BUSCADO POR SÍ MISMO, HUYE
VÍCTOR FRANKL – SEXOPATÍA DEL VARÓN

Cuernos de Macho Cabrío – Torso de varón – Mitad inferior cubierta de piel de cabra y pezuñas por pies

Al varón perverso narcisista adicto al sexo se lo puede ubicar en la categoría que el psiquiatra argentino Hugo Marietan denomina un Psicópata. O lo que la psicóloga española Pilar Muñoz llama un depredador sexual.

En la mitología greco-latina un ser selvático híbrido, conocido como Fauno o Sátiro, humano sólo de rostro y torso pero sexualmente animal.

No es este el lugar de ocuparnos de las causas ambientales ni biográficas de esa patología de ese varón que no suele ser reconocida ni por él mismo ni socialmente como patología, dado que se ha extendido ese comportamiento y es admitido como normal en el varón. Lo que en esta entrada pretendo es divulgar  esta enseñanza del afamado Víctor Frankl, perteneciente a la que se conoce como «tercera generación o tercera escuela de psicología vienesa». 

Esta escuela psiquiátrico-psicológica superó en el mundo académico la ideología pan-sexualista freudiana. A ella pertenece también e inspira a Frankl, el psicólogo católico Rudolf Allers, inspirado en la antropología de Santo Tomás de Aquino y la Escolástica.  Superado en la Academia, Freud sigue siendo de alguna manera el autor que domina aún el campo de la opinión pública liberal y la de izquierda.

Un error común y muy difundido por la cultura dominante y por la cátedra de la pornografía a la que muchos varones, incluidos no pocos casados acuden en búsqueda de consejo, es encarar la relación matrimonial como búsqueda del placer, en vez de encararla como un lugar de la entrega, e incluso del sacrificio de la instintividad en aras de una más profunda comunicación, como ha demostrado el psicólogo Rudolf Allers sin obtener mayor atención debido a que la «academia» de la psicología sigue hasta cierto punto dominada por el dogmatismo pan-sexualista freudiano 

El psiquiatra vienés Víctor E. Frankl ha dicho: “el placer no puede intentarse como fin último y en sí mismo, sino que sólo llega a producirse, propiamente hablando, en el sentido de un efecto, de forma espontánea, es decir, justo cuando no es directamente buscado. Al contrario, cuanto más se busca el placer en sí, más se pierde. Del mismo modo que dijimos antes que el miedo realiza ya de por sí lo que teme, también ahora puede decirse que el deseo demasiado intenso hace ya de por sí imposible lo que tanto desea… En la medida en que se presta atención al acto sexual en sí mismo se incapacita uno para entregarse plenamente a él ”[1].

Ver: Eclesiastés 4, 9-12

También puede prestarse atención al acto sexual mismo cuando se lo usa como instrumento para seducir al otro. Es el caso de Tilly, narrado por Robin Norwood en su obra Mujeres que aman demasiado: “Un obstáculo que la mayoría de las mujeres que aman demasiado deben superar cuando se recuperan es que habiendo usado su sexualidad para manipular a un hombre difícil e imposible y lograr que las amara, una vez eliminado ese desafío ya no saben ser sexuales en forma espontánea con una pareja que las quiere”[2].

Suele suceder cada vez más, que el varón, por incapacidad para amar realmente a una mujer, en vez de usarla como objeto de placer, recurra a prácticas aberrantes, como por ejemplo el sexo oral o anal, que solamente enmascaran su impotencia amorosa con alardes de potencia erótica. Ante la repugnancia de la esposa frente a prácticas que hieren su dignidad, puede reprocharle ‘falta de amor’. A tales confusiones practicadas en la antigüedad pagana, se está volviendo.

Veamos como ejemplo lo que relata Mariluz: “Le fascinaba introducir experiencias novedosas, algunas bastante próximas al sadismo por cierto, pero sin importarle jamás que para mí no representaban placer alguno, sino pura y exclusivamente nuevas formas de sometimiento. Hasta donde me era posible, trataba de cumplir con lo que él señalaba que eran mis deberes conyugales y sólo me limitaba a presentar oposición ante algunos requerimientos suyos que me hacían daño, lo cual, por otra parte, no siempre era aceptado fácilmente por él. Mucho tiempo después pude tomar conciencia de que una mujer también puede ser abusada y violada por su propia pareja”[3].

A la proliferación de estos fenómenos relacionados con una verdadera impotencia viril, es decir, no tanto impotencia orgánica cuanto espiritual (pero a menudo también orgánica), del varón, contribuye, según Frankl, la industria de la pornografía disfrazada de arte o de información. Frankl observa que “la presión al consumo sexual a que tienden estas industrias llega a las gentes a través de los hidden persuaders[4] (los secretos seductores) mientras que los medios de comunicación de masas hacen el resto.

Lo único paradójico es que tantos jóvenes de hoy se prestan a seguir los dictados de esta industria y se dejan mecer por esta ola sexual, sin advertir quién los manipula. Quien sea enemigo de la hipocresía, debería también actuar allí donde el negocio de la pornografía, para poder actuar a sus anchas, intenta pasar, según los casos, por arte o por información”. Es a consecuencia de esto, nota Frankl, que “en los últimos tiempos se están multiplicando en la literatura voces (Ginsberg, Frosch, Shapiro y Stewart) que llaman la atención sobre el aumento de las perturbaciones de su potencia sexual entre los jóvenes y que aluden en este contexto – en total coincidencia con el antes mencionado ‘carácter de exigencia’[5] – al hecho de que, primero la píldora anticonceptiva y luego también la ‘liberación de la mujer’, han puesto en manos de las mujeres la iniciativa sexual”[6]. Y podría decirse, no sólo la iniciativa, sino también la “normativa” de lo que “tiene que ser” el acto marital, pautado por las amigas gurúes y los sexólogos epic

Ver Juan Pablo II Adulteriocon laEsposa

San Agustín De Nuptiis

[1] Víctor E. Frankl, Ante el vacío existencial. Hacia una humanización de la psicoterapia. Ed. Herder, Barcelona 1980. Citas en las páginas 62 y 74

[2] Robin Norwood, Las mujeres que aman demasiado. Ed. B Argentina, Buenos Aires 2000, cita en la página 325

[3] Mariluz, Obra citada, página 141 Confirma lo que enseñó Juan Pablo II en su catequesis

[4] The Hidden Persuaders, Los persuasores ocultos  es el título de la obra de Vance Packard, que denuncia la manipulación psicológica que practica la industria publicitaria

[5] Frankl se refiere aquí a lo que ha dicho antes acerca de la neurotización de la vida sexual, que consiste en hacer del acto sexual un programa, un fin en sí mismo, y por lo tanto en una obligación o un desafío, en lugar de un medio de expresión. También una hazaña para gloriarse en rueda de varones caídos.

[6] Víctor E. Frankl, Obra citada, página 76

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