“Cuando hayas entrado en la tierra que El Señor tu Dios te da, no aprenderás a cometer abominaciones como las de esas naciones. 10 No ha de haber dentro de ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique la adivinación, la astrología, la hechicería o la magia, 11 ningún encantador, ni quien consulte espectros o adivinos, ni evocador de muertos. 12 Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para El Señor tu Dios y por causa de estas abominaciones desaloja El Señor tu Dios a esas naciones a tu llegada. 13 Serás íntegro con El Señor tu Dios.14 Porque esas naciones que vas a desalojar escuchan a astrólogos y adivinos, pero a ti El Señor tu Dios no te permite semejante cosa. 15 El Señor tu Dios te suscitará, de en medio de ti, de entre tus hermanos, un profeta como yo: a él escucharéis. Deuteronomio 18, 9-15
2) LAS PENAS QUE ACARREA LA ADIVINACIÓN
PÉRDIDA DEL PARAÍSO
Y Dios impuso al hombre este mandamiento: «De cualquier árbol del jardín puedes comer, 17 mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio.» Génesis 2, 16-17
La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahvé Dios había hecho. Y dijo a la mujer: «¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?» 2 Respondió la mujer a la serpiente: «Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. 3 Mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte.» 4 Replicó la serpiente a la mujer: «De ninguna manera moriréis.5 Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.» 6 Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió. Génesis 3, 1-6
PÉRDIDA DE LA TIERRA PROMETIDA
4 «No os hagáis impuros con ninguna de estas prácticas, pues con ellas se han hecho impuras las naciones que yo voy a arrojar cuando lleguéis vosotros. 25 Se ha hecho impuro el país; por eso he castigado su iniquidad, y el país ha vomitado a sus habitantes. 26 Vosotros, pues, guardad mis preceptos y mis normas, y no cometáis ninguna de esas abominaciones, ni los de vuestro pueblo ni los forasteros que residen entre vosotros.27 Porque todas estas abominaciones han cometido los hombres que habitaron el país antes que vosotros, y por eso el país se ha contaminado. 28 Y no os vomitará la tierra por vuestras impurezas, del mismo modo que vomitó a las naciones anteriores a vosotros; 29 sino que todos aquellos que cometan una de esas abominaciones, ésos serán excluidos de su pueblo. 30 Guardad, pues, mis prescripciones; no practicaréis ninguna de las costumbres abominables que se practicaban antes de vosotros, para que no os hagáis impuros con ellas. Levítico 18, 24-30
EL PECADO DE SAÚL DESOBEDIENTE Y SU PENA
Saúl había echado del país a todos los nigromantes y adivinos, sin embargo, va a consultar a una evocadora de espíritus de muertos. Poco después muere de mala manera en la batalla. Primer libro de Samuel 28, 3-25
EL PECADO DE SIMÓN EL MAGO
9 Ya de tiempo atrás había en la ciudad un hombre llamado Simón que practicaba la magia y tenía atónito al pueblo de Samaría y decía que él era alguien importante. 10 Y todos, desde el menor hasta el mayor, le prestaban atención y decían: «Éste es la Potencia de Dios llamada la Grande.» 11 Le prestaban atención porque les había tenido atónitos por mucho tiempo con sus artes de magia.
18 Al ver Simón que mediante la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu, les ofreció dinero diciendo: 19 «Dadme a mí también ese poder: que reciba el Espíritu Santo aquel a quien yo impoga las manos.» 20 Pedro le contestó: «Que tu dinero sea para ti tu perdición; pues has pensado que el don de Dios se compra con dinero. 21 En este asunto no tienes tú parte ni herencia, pues tu corazón no es recto delante de Dios. 22 Arrepiéntete, pues, de esa tu maldad y ruega al Señor, a ver si se te perdona ese pensamiento de tu corazón; 23 porque veo que tú estás con la amargura de la hiel y encadenado por la maldad.» 24 Simón respondió: «Rogad vosotros al Señor por mí, para que no venga sobre mí ninguna de esas cosas que habéis dicho.» Hechos de los Apóstoles 8, 9-11; 18-24
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