
«No tiene el enemigo de nuestra naturaleza malicia alguna tan eficaz para quitar la caridad verdadera del corazón, como hacer que, se proceda incautamente en ella sin discreción espiritual» S. Bernardo de Claraval
“¡QUE TRABAJE PARA GANÁRSELA COMO YO!…
Publicado con licencia del querido Padre Christian Viña Pbro. Párroco de Cambaceres – La Plata
«Confieso que disfruto muchísimo de hacer deporte, o al menos caminar unas cuadras. Y añoro, profundamente, aquellos partidos de fútbol que jugué en el Seminario, con la infaltable camiseta de mi queridísimo Newell’ s Old Boys; o con los papás de mis monaguillos.
Vino la plan-demia para terminar, también, con esto. Y ahora debo conformarme con tan solo unas vueltas a la plaza; en minutos heroicamente sustraídos a tantas actividades pastorales. Lo hago consciente, claro está, de que mens sana in corpore sano. Y de que, lo que se invierte en actividad física, se ahorra en remedios, o disgustos de todo tipo…
Esta tarde concurrí, una vez más, a la plaza Almirante Brown, cercana a mi parroquia, para la rutina aeróbica en mi bicicleta; a la que llamo, con cariño, la Ferrari, y a la que los muchachos del barrio denominan, con más suspicacia, la morocha del padre… De nada sirven mis explicaciones sobre la confusión, y hasta el escándalo, que ello puede provocar en algunas almas; es, de cualquier modo, su manera de manifestarle afecto y cercanía al párroco.
Como siempre, estaba sujetando a la bicicleta con una cadena y un candado cuando pasaron dos viejitas, con paso cansado, y comentaron por lo bajo: ¡Mira cómo el cura ata la bicicleta! Las escuché y, con ironía, les contesté: En Argentina nadie roba nada; pero lo hago por si viene algún extraterrestre, y se la quiere llevar… Una de las ancianas insistió: Pero, ¿y si alguien la necesita?… ¡Que trabaje para ganársela, como yo!, le respondí. Siguió un intenso intercambio sobre la cultura del trabajo, lo imprescindible de una buena educación, y las degradaciones que sufrimos como sociedad. Finalmente, las bendije; y ellas siguieron su marcha, y yo comencé la caminata.
Son esos minutos al aire libre un imprescindible respiro, y una pausa entre tantas preocupaciones y desafíos. No pude sustraerme, de cualquier modo, a lo que ocurrió. La viejita, en la breve charla, me dio sobradas muestras de su integridad; y de ser incapaz de tomar para sí tan siquiera un alfiler… Pero, evidentemente, en su ingenuidad, cayó como tantas otras personas en la trampa de los manipuladores de opinión; que presentan como sospechosos de egoísmo, avaricia, insensibilidad, y hasta de delincuencia, a todos aquellos que se ganaron sus bienes, con el sudor de su frente (cf. Gn 3, 19). Y que, por lo tanto, pueden ser despojados, en cualquier momento, de los mismos, por cualquier persona.
La demagogia populista de la casta política ha hecho estragos en la Argentina. Desde hace décadas, la inoperancia, la corrupción, y la falta de patriotismo de los dirigentes solo han logrado que más de la mitad de la población de nuestro país viva en la pobreza; y que, paradójicamente, un país que produce alimentos para 400 millones de personas, tenga a cinco millones de sus hijos con graves dificultades para comer. El que no llora no mama, y el que no afana (roba) es un gil, decía el genial Discépolo; en un famoso tango de mediados del siglo XX. Hoy esa realidad está patéticamente agravada. Quienes se alternan en el poder; y que responden, con diversos matices, a los mismos amos mundialistas, están llevando a generaciones enteras de argentinos a niveles dramáticos de hambre, pobreza, indigencia, exclusión, y analfabetismo. Y a los pocos que trabajan (empresarios y obreros) los asfixian con impuestos confiscatorios; para mantener estructuras gubernamentales parasitarias, y al servicio de la siniestra Agenda 2030, y otras iniciativas nefastas del mundialismo.
A los mayores se los funde, y a sus hijos se los despoja de la más básica instrucción. Miles y miles de niños argentinos terminan su escuela primaria, sin saber leer ni escribir; y es cada vez mayor la cantidad de criaturas –como lo comprobamos, todo el tiempo, en los barrios más pobres- que ni siquiera pueden hablar correctamente, y casi solo emiten sonidos guturales… No tienen agua potable ni cloacas; pero se los busca inundar de anticonceptivos, ligadura de trompas, ideología de género y aborto. Y, en el colmo de la manipulación, los conforman con planes o subsidios; pero sin empleo genuino. No se busca terminar con la pobreza; se busca terminar con los pobres y, mientras tanto, usarlos para el clientelismo electoral.
Cuando nosotros éramos chicos, y nos preguntaban qué queríamos ser cuando fuésemos grandes, contestábamos llenos de idealismo, cura, bombero, policía, militar o astronauta. Hoy, no pocos niños, solo aspiran a tener un subsidio del Estado… La cultura del trabajo ha quedado sepultada entre tantas reliquias argentinas. Como suele repetirme un anciano, muy experimentado, del barrio: abuelos inmigrantes, hijos laburantes (trabajadores), nietos atorrantes, y bisnietos traficantes…
El daño provocado llevará décadas –si es que antes no retorna, gloriosamente, nuestro Señor- en repararse. Los padres deben trabajar; y los hijos estudiar. La Biblia es bien contundente: El que no trabaja que no coma (2 Tes. 3, 10). El lugar de los adultos es la fábrica, el taller, la oficina, o el laboratorio; el de los niños, la escuela. Todo lo demás degrada a unos y a otros; aunque sea presentado como derechos, empoderamiento, u otras ocurrencias por el estilo…
Mientras concluía mi caminata, una joven mamá, que había retirado a su niño del colegio, jugaba en la plaza con su pequeño. Y, mientras le daba sabios consejos sobre cómo ser un buen hijo, y un futuro buen caballero; y sobre la importancia de estudiar mucho para ser un buen cristiano, y un honrado ciudadano, dibujaba con su sonrisa el sueño de un mañana diferente. Donde, en verdad, la única clase de hombres sea la de los que trabajan. Y que lo hagan, en el destierro de este mundo, para la gloria de Dios, su propia santificación, y en consecuencia, el bienestar de sus hermanos…
+ Pater Christian
Sagrado Corazón de Jesús.
Cambaceres, miércoles 9 de marzo de 2022
¡Aplauso Padre Christian» Realmente como profetizó un jesuita que por eso fue expulsado en Uruguay hacia 1850 por las logias, «la filantropía, falsa compasión, es la monedad falsa de la Caridad».
Y como ha dicho uno de los más notables ensayistas argentinos, cuya personalidad y escritos admiro, el Dr. Federico Mihura Seeber: La corrupción de la verdadera Caridad es un signo que distingue a la sociedad ‘anti-crística’; marca de la cultura del Anticristo. Porque siendo la Caridad la Virtud cumbre y que gobierna y especifica como virtudes a todas las demás virtudes teologales y morales, es ella, su corrupción por la falsificación de la misericordia, convertida en filantropía, es demoníaca y es «LO OPUESTO» a Jesucristo y a la Caridad auténtica y verdadera.
Por fin, como dijo San Ignacio de Loyola a sus estudiantes en Coimbra citándoles el dicho de San Bernardo: «No tiene el enemigo de nuestra naturaleza malicia alguna tan eficaz para quitar la caridad verdadera del corazón, como hacer que, incautamente, se proceda en ella sin razón espiritual»
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