ALFONSO MARTÍNEZ DE TOLEDO [1]
ARCIPRESTE DE TALAVERA O CORBACHO – Prólogo

ALFONSO MARTÍNEZ DE TOLEDO
Arcipreste de Talavera o Corbacho
Reprobación del mal amor mundano 

JESÚS

[Prólogo] Libro compuesto por Alfonso Martínez de Toledo Arcipreste de Talavera en edad suya de cuarenta años, acabado a 15 de marzo, año del nacimiento del Nuestro Salvador Jesucristo de 1438 años. Sin bautismo,  [este libro] sea llamado por el nombre de: «Arcipreste de Talavera o Corbacho» dondequiera que fuere llevado. 

En el nombre de la Santa Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu santo, tres personas y un solo Dios verdadero, hacedor, ordenador y componedor de todas las cosas, sin el cual ninguna cosa  puede ser ni bien hecha, ni bien dicha, comenzada, mediada ni finalizada, habiendo por medianera, intercesora y abogada a la humilde sin mancilla virgen Santa María:  yo, Martín Alfonso de Toledo, bachiller en decretos, arcipreste de Talavera, capellán de nuestro señor el rey de Castilla don Juan -que Dios mantenga por luengos tiempos y buenos- aunque indigno, propuse de hacer un compendio breve, en lengua romance, para información algún tanto de aquellos que les pluguiere leerlo, y leído retenerlo, y retenido, ponerlo por obra ; especialmente para algunos que no han hollado el mundo ni han bebido de sus amargos brebajes ni han gustado de sus viandas amargas, que para los que saben y han visto, sentido y oído no lo escribo ni digo, que su saber les basta para defenderse de las cosas contrarias.

Y va dividido en cuatro partes principales:
1.- En la primera hablaré de reprobación de loco amor [ = Lujuria, sexo separado del amor matrimonial].
2.- Y en la segunda diré de las condiciones algún tanto de las viciosas mujeres.
3.- Y en la tercera proseguiré las complexiones de los hombres cuáles son o qué virtud tienen para amar o ser amados).
4.- En la cuarta concluiré reprobando la  manera común de hablar de los hados , venturas, fortunas, signos y planetas, reprobada por la santa madre iglesia y por aquellos en que Dios dio sentido, seso y juicio natural, y entendimiento racional. Esto por cuanto algunos quieren decir que si amando pecan que su hado o ventura [destino o su mala suerte] se lo procuraron.

Por ende, yo, movido a lo antes dicho, tomé algunos notables dichos de un doctor de París, por nombre Juan de Ausim, que hubo algún tanto escrito del amor de Dios y de reprobación del amor mundano de las mujeres, y por cuanto nuestro señor Dios todopoderoso, sobre todas las cosas mundanas y transitorias debe ser amado no por miedo de pena, que a los malos perpetua dará, salvo por puro amor y delectación de él, que es tal y tan bueno que es digno y merecedor de ser amado. Él así lo mandó en el primer mandamiento suyo de la ley: «Amarás a tu Dios, tu criador y señor, sobre todas las cosas».

Por ende, pues por Él nos es mandado, conviene a Él solo amar y las mundanas cosas y transitorias del todo dejar y olvidar. Y por cuanto verdaderamente a Él amando la su infinita gloria no es duda que la alcanzaremos para siempre jamás; empero, si, su amor olvidado, las vanas cosas luego queremos o amamos, dejado el infinito señor y criador por la finita criatura y sierva, duda no es que el tal haya condenación donde infinitos tormentos para siempre habrá. ¡Ay del triste desaventurado que por querer seguir el apetito de su voluntad, que brevemente pasa, quiere perder aquella gloria perdurable de paraíso, que para siempre durará!

Si el triste del hombre o mujer sintiese derechamente qué cosa es perdurable, o para siempre jamás, o por infinita secula seculorum tener en el otro mundo gloria o pena; si sola una hora en el día en esto pensase, dudo si pudiese hacer mal. Mas, por cuanto en los tiempos presentes más nos inclina el corazón a querer hacer el mal y haber esperanza de penas -que con mal las ha hombre- que no hacer bien y esperar gloria y bien, que sin afán, obrando bien, la alcanzará; por tanto sería útil cosa y santa dar causa conveniente de remedio a aquellas cosas que más son causa de nuestro mal. Y como en los tiempos presentes nuestros pecados son multiplicados de cada día más, y el mal vivir se continúa sin enmienda que veamos, so esperanza de piadoso perdón, no temiendo el justo juicio. Y como uno de los usados pecados es el amor desordenado, y especialmente de las mujeres, por do se siguen discordias, omecillos [= homicidios] , muertes, escándalos, guerras y perdiciones
de bienes y, aun peor, perdición de las personas y, mucho más peor, perdición de las tristes de las ánimas por el abominable carnal pecado con amor junto desordenado.

Y en tanto y a tanto decaimiento es ya el mundo venido que el mozo sin edad y el viejo fuera de edad, ya aman las mujeres locamente. Eso mismo la niña infanta, que no es en reputación del mundo por la malicia que suple a su edad, y la vieja que está ya fuera del mundo, digna de ser quemada viva; hoy estos y estas entienden en amor y, lo peor, que lo ponen por obra. En tanto que ya hombre ve que el mundo está de todo mal aparejado: porque solía [suceder] que el hombre de 20 años apenas sabía qué era amor, ni la mujer de 20.

Mas ahora no es para decirse lo que hombre ve, que sería vergonzoso de contar. Por ende, bien parece que el fin del mundo ya se demuestra de ser breve. Demás, en este pecado [de lujuria] ya no se guardan fueros ni leyes, amistades ni parentescos ni compadrazgos: todo va a fuego y a mal.

Pues, matrimonios, ¿cuántos por este pecado se deshacen de hecho hoy día, aunque no de derecho? Por amar el marido a otra deja su propia mujer. Y por ende, viendo tanto mal y daño, propuse de algún tanto de esta materia escribir y hablar, poniendo algunas cosas en prácticas que hoy se usan y practican, según oiréis, tomando, como dije, algunos dichos de aquel doctor de París que en un su breve compendio hubo de reprobación de amor compilado para información de un amigo suyo, hombre mancebo que mucho amaba, viéndole atormentado y aquejado de amor de su señora, por verdadero nombre llamada cruel enemiga, o tormento de su vida.

Y comenzó amonestándole [Juan de Ausim] dándole primeramente a entender que amar sólo Dios es amor verdadero, y lo del mal amar todo es burla y viento y escarnio; además, mostrándole por cierta experiencia y razones naturales, conocedoras a quien quisiere leer y entenderlas,  las cuales por práctica puede cada uno ver hoy de cada día: esto es, de las malas mujeres, sus menguas, vicios y tachas qué son, en algún tanto cuáles son, y en parte cuántas son. Aquí cesa el autor, pues no han número ni cuento, ni escribir se podrían, como de cada día el que con las mujeres platicare, verá cosas en ellas incogitadas [inimaginadas], nuevas y nunca escritas, vistas ni sabidas.

Eso mismo digo de los malos, perversos y malditos hombres, dignos de infernal fuego en el solo inhonesto amar de las mujeres con locura y poco seso, bestialidad más propiamente dicha que amor.

Con expresa protestación primeramente que hago, digo que si algo fuere bien dicho en este compendio, y de él alguna buena doctrina alguno tomare, sea a servicio de Aquel a quien somos obligados amar verdaderamente, y otro ninguno no. Empero si algo fuere según sus vicios y malvivir que hoy se usa, de algunos o algunas aquí dicho y escrito, no sea notado a detractación, ni querer afear, maldecir y hablar, ni difamar, salvo de aquellos y aquellas que en los tales vicios y males fueron hallados ejercitar y usar y continuar, los buenos y buenas en sus virtudes loando y aprobando; que si el mal no fuese sentido, el bien no sería conocido. Maldecir del malo, loanza es del bueno; por donde creo que el que su tiempo y días en amar loco despende, su sustancia, persona, fama y renombre aborrece.

Y quien de tal falso y caviloso amor abstenerse puede, el mérito le sería grande, si poder tiene en sí; que aquel que no puede por vejez o por impotencia, y de amar se deja, no diga este tal que él se deja, que antes el amor se deja de él, porque mucho más place a Dios de aquel que tiene oportunidad de pecar con poderío, y la deja absteniéndose y no peca, que no de aquel que, aunque pecar en tal guisa quisiese, no podría.

Por ende, algunos o algunas a las veces sintiendo en sí poca constancia y firmeza de resistir a tal pecado, dicen: «Señor, quítame el querer, pues me quitaste el poder». Esto por pecar. O por el contrario: «Señor, dame el poder, pues me diste el querer por virtud del cual he pecado».

Huid uso continuo y conversación frecuentada de hombre con mujer, y mujer con hombre, huyendo de oír palabras ociosas, deshonestas y feas, de tal acto incitativas a mal obrar, quitada toda ociosidad, conversación de compañía deshonesta, lujuriosa y mal hablante, y humillamiento de los ojos, que no miren cada que quisieren. Son cosas que quitan brevemente mucho mal hacer; y dar poco por vano amor, que el alma mata con el cuerpo, o el cuerpo mata y el ánima perpetuamente condena. Por ende, comienzo a declarar lo primero: cómo sólo el amor a Dios verdadero es debido, y a ninguno otro no.

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RAE: Corbacho, vergajo con que el cómitre castigaba al forzado

rae: Cómitre, 1. m. Persona que en las galeras vigilaba y dirigía la boga y otras maniobras y a cuyo cargo estaba el castigo de remeros y forzados.

RAE: Vergajo:, Verga de Toro que después de curtida y retorcida se usaba como látigo.

 

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