JESUCRISTO ME ENAMORA

¡ES TAN REAL EL AMOR QUE ME BRINDA EL SEÑOR!

Me encanta el texto «Jesucristo te pregunta ¿Quieres ser mi esposa?…» Mis alumnas dirían «me enamora»   ja!

Sí, me gustan y me han gustado varios chicos, jóvenes, adultos, según fui creciendo.
Y en cada uno encuentro algo atractivo. ¡Pero Jesucristo me enamora!
Y cuando encuentro algo que me resulta atractivo en un varón, pienso: «mi Esposo tiene eso»:, esa cualidad, esta apariencia…etc. O «debe algo de esto tener Jesús» Pero más! porque es Dios.
Y lo que me ha sorprendido… y esta palabra es poco… no sé qué expresión usar.
Yo tenía la idea de que las monjitas, las consagradas, las religiosas, eran algo así como «tan buenas» que por eso eran religiosas. Es decir que lo religioso era para persona buenas. O no sé qué otra imaginación. Así como ser médico, era para los que querían ser médicos y curar gente..
Como los chicos cuando les preguntan «¿qué querés ser de grande?» bombero, policía, o las nenas, bailarina… qué se yo.
Pero ahora me he dado cuenta, que es Jesús quien me enamora. Que es un amor real, invisible. Un poco como en los cuentos de princesas. UN príncipe invisible, pero real. Jesús es quien hace que yo me enamore de El. No puedo decir que yo lo elegí. Nunca pensé en ser yo consagrada ni nada. Aunque sentía un atractivo por las monjas, consagradas, etc. tenía muchísimo miedo de que yo sea monja o algo de eso. Al punto que no podía ni hablarles, me cruzaba de vereda y me sentaba en otro banco, cuando estaba cerca de una monja. NO puedo decir que yo elegí. EL ME CONQUISTÓ.
Es tan real el amor que me brinda el Señor!!! Pero, a la vez, tan esquivo que cuando creo tenerlo, ya se fue. No me deja ser la madre dominante y mandona del Esposo que usted cuenta en «la casa sobre roca». Se me impone y si quiero «agarrarlo» ya es ido, como dice san Juan de la Cruz.
Pero qué lindo que es.
Igual, necesitamos de esos textos suyos que nos hacen reconocer ese Amor, para no sentirnos «raras» o, por sutil y delicado, despreciarlo. Somos tan torpes para estos amores. ¡Cómo necesitamos que nos divinice en esas delicadezas!. Me siento como un topo en una cueva, con ojos ciegos, que quiere ver la luz.
Así me siento con el Amor de Jesús: torpe, una «topa» que no sabe nada, ni ve nada. Pero que, como si estuviera tomando sol, como en la playa, con los ojos cerrados, ese SOL me rodea y abraza- y me abrasa.

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