JESUCRISTO TE PREGUNTA: ¿QUIERES SER MI ESPOSA?

LAS BODAS DEL CORDERO 
CON LA IGLESIA
¿Solteras o casadas y esposas de Jesucristo?

Lo que el Apocalipsis anuncia para el fin de los tiempos es el triunfo definitivo del amor esponsal entre el Verbo Dios hecho Hombre, Jesucristo, con la Humanidad que creyó en Él y lo amó, la Iglesia.
Pero esas bodas se van realizando en el tiempo, generación tras generación, con todas y cada una de las almas creyentes.
De manera particular con las mujeres creyentes, pues ellas han sido creadas con el designio de formar la Iglesia como todas las partículas forman la Hostia consagrada, pero en cada partícula está Jesucristo entero.

Así toda mujer creyente está llamada a la fe y a ser discípula como esposa del Cordero. Porque en cada una está la Iglesia entera en forma de individuo. Y en cada una se concreta la Iglesia en una versión irrepetible e inefable de Esposa del Cordero.

Para este vínculo esponsal de la bautizada con el Verbo Eterno no es impedimento ningún estado civil o religioso, soltera, casada, viuda, consagrada… Todas están llamadas a configurar su vida de fe con la respuesta esponsal de la Iglesia a Jesucristo su divino Esposo.

A raíz de la siguiente consulta, respondo a una mujer atribulada por la incertidumbre y no encontrar varón que la lleve al altar como esposa.
En ella le señalo a todas el camino de la espiritualidad esponsal con el Verbo Encarnado, Jesucristo.

LA CONSULTA
Estimado Padre:

Le escribo porque necesito de su luz y su palabra sobre una situación en particular. Una situación que me quita mucha paz y me pone muy ansiosa, al punto de no soportarme a mí misma.
Tengo 32 años, soy soltera y a medida que pasan los años crece mi convicción de que mi vocación es al matrimonio. No es que haya tenido esa convicción a flor de piel ni haya vivido obsesionada con ella. De hecho sólo un chico me tuvo muchos años ocupada mentalmente y cautivó mi imaginario. Cuando se convirtió en un imposible me quedé por un buen tiempo sin que nadie me interesara. Aunque quería que alguien apareciera no veía a ninguno entre los varones de mi entorno.

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