
Físicamente, las náuseas son horribles, espantosas, desagradables, in-so-por-ta-bles… a uno le entra un desasosiego que no sabe si estar sentada, acostada, adentro, afuera, etc.
Por lo menos para las mujeres que las sufrimos de modo más severo.
Pero para el alma son «queridas». Porque frente a la tentación que tenemos las que hemos perdido algún embarazo o para las racionalistas que también piensan en esa posibilidad, la llegada de las náuseas es un signo positivo, «todo está bien», ha aumentado la actividad hormonal y es la causa del malestar.
Aprovecho a contarle algo: tanto en el primer embarazo, como en este (5°), le siento asco a mi esposo, no soporto verlo sin camisa porque me revuelve el estómago. Lo interesante es que en el primer embarazo, el demonio me susurraba al oído: cómo le vas a tener asco a tu esposo, entonces no lo querés, lo usaste y ahora lo querés lejos!
Obviamente que en este embarazo ya no me susurra estas cosas al oído, porque durante estos años se ha afianzado nuestro matrimonio y sé que es un malestar físico y nada más.
Sí me tienta con estar triste, porque si no son las náuseas es algún inconveniente que surge en el embarazo y la alegría de la llegada del nuevo hijo se opaca frente a las preocupaciones o al malestar.
Así que estoy deseosa que llegue el segundo trimestre.