Blog destinado a presentar y comentar la Revelación divina acerca del amor humano: Creado según el designio divino, luego caído y herido por el pecado original, después santificado en el pueblo elegido; elevado por fin a Misterio Grande en el sacramento del matrimonio y hoy tan ferozmente agredido.
Quisiera contarle sobre la alegría que siento al ser madre. Siento que criar un hijo de Dios, en la conciencia también de que él y yo lo somos, me causa mucha alegría y paz.
Hemos experimentado lo que Usted mismo nos ha enseñado, “que el deseo ya es una promesa” –del Padre-. Digo esto porque desear, concebir, volver a esperar y criar un Hijo de Dios y en Dios, me provoca alegría y paz.
Para nosotros desear y pedir un hijo desde el noviazgo fue una gracia que se va renovando en el correr de los acontecimientos de nuestra vida de esposos.
A ese deseo del noviazgo, se le agregó la espera del hijo durante el primer tiempo de matrimonio, esta segunda espera llena de deseo preparó y fortificó la espera del embarazo.
Sabíamos que desde su concepción nuestro bebé ya estaba ordenado a Dios y destinado a la bienaventuranza eterna. Que Dios Padre lo había creado todo entero, cuerpo y alma.
Y por lo tanto desde el vientre participaba también de nuestra oración y alabanza, sabiendo que la mejor herencia que le podíamos dejar era la fe. Por eso crecía en el corazón el deseo también de vivir este tiempo en santidad y gracia. Ofreciendo y rezando junto al bebé que crecía en mi vientre. Era conciente de que no sólo lo alimentaba con mi sangre sino también con mi oración. Creo que todas estas cosas que uno las vive antes de tener al bebé en brazos fortifican para la “lucha diaria” de ser mamá y dan ganas de tener otros tantos.
“Te recibimos como don de Dios y bien para los hombres”. Así inicié los diarios de los tres embarazos. [María perdió el primer embarazo y en este momento gesta otro hijo] Ahora cuando veo crecer a Alejandro y lo veo abierto tanto a las cosas espirituales como al resto del mundo, pienso si no será fruto de ese deseo que plasmé en su diario.
Querido Padre, siento que cuando la experiencia de abandonarse en las manos del Padre crece, uno siente que es simplemente un “recipiente” donde alberga una vida que crece, algo divino y que sólo el Padre tiene que ver con eso. Carlos y yo simplemente somos receptores de esa gracia divina. El Padre obra en mi interior, en lo secreto, por esto no me gustan las ecografías super modernas donde se aprecia al bebé tal cual es, porque es como inmiscuirse antes de tiempo en el obrar divino. Como entrar en una habitación ajena.
En relación a esto último, en el diario del bebé que estoy esperando ahora, escribí lo siguiente: El día de la presentación del Niño Jesús en el templo te hemos ofrecido al Padre. Quiero que sepas que sos de Dios antes que mío. Yo simplemente le ofrezco al Padre mi vientre para que crezcas. Y ya te amo porque sos apenas una criaturita en mi vientre, un nuevo hijito que va creciendo, un milagro, otra gracia más y una obra de Dios en mí. Y no me cansaré de decirte que te quiero y te amo al igual que tu hermanito y el otro que no llegó a nacer y está junto al Padre en el Cielo. Gloria a Dios!
Durante el embarazo de Alejandro, a las 20 semanas de concepción, nos sucedió que estando con Carlos haciendo oración de alabanza ante el Santísimo, el bebé comenzó a moverse de una forma distinta. Saltaba en mi vientre. Sentí que el Espíritu Santo lo movía. Ese día inicié el diario para mi bebé y escribí lo siguiente:
Sábado 12 de julio de 2008.
Mi bebé, te recibimos como Don de Dios y bien para los hombres.
…ya bailás ante la presencia del Padre, ante la presencia de la gracia. Acabamos de rezar el rosario con tu papá y después nos quedamos adorando el Santísimo y haciendo oración de alabanza y realmente danzabas en mi vientre. Tanto que me hiciste llorar de la consolación que todo esto me provocaba. Tu papá me dijo que ya era un anuncio de que ibas a ser un santito. Sí mi negrito, que la gracia te guarde siempre. Ya en la fiesta justamente de San Juan Bautista, en la elevación, te me habías movido, y la fe me decía que era por la presencia de Jesús Sacramentado que lo hacías.
Creo que vivir el embarazo en la paz del hogar, aún con los problemas propios que se pueden dar en cualquier embarazo, es un regalo que nos merecemos todas las mujeres. Nos permite acrecentar la vida interior, la relación Padre–hija; y como un decantar de la primera se fortifica la relación madre–hijo.
Sobre todo en el primer embarazo, el que perdí, todo esto lo había sentido muy fuertemente. Ya en el tercer embarazo hay un niño que cuidar y por lo tanto ya no se está tan pendiente del que se está gestando. Si en los dos primeros embarazos todo lo escrito antes, me pasaba mucho por el “sentir”, en el actual lo estoy viviendo más como una «realidad». Tengo menos tiempo para la contemplación y más para la acción. Ejemplo: si en el anterior embarazo sentía que el bebé participaba conmigo en la oración; en el segundo sé que es así, y no me detengo a contemplar ese hecho, porque quizás tengo que salir corriendo a buscar a mi “caminante” que está haciendo alguna travesura.
Querido Padre, creo que todo lo que le conté anteriormente, sirve para justificar la alegría de criar un Hijo de Dios, “un adorador”, como le gusta decir a Ud. No es la alegría a flor de piel, es la serenidad profunda de estar haciendo la voluntad del Padre y esto creo que trae aparejada una gracia que es el hecho de no preocuparse por el futuro. No hace mucho que me di cuenta de esto.
Hace unos días en un cumpleaños, una madre de cuatro hijos, decía que no habían tenido más por todos los gastos que ocasionaban los estudios de inglés, de facultad, etc. La verdad que a mí nunca se me pasó por la cabeza pensar en eso.
Entonces comencé a preguntarme por qué, si era irresponsabilidad o había algo más. Creo que a mi no me preocupa ese tema, porque en realidad, mi primer deseo es que mis hijos vivan como Hijos, que amen al Padre, que sean santos!! De verdad, cuando me entero que estoy embarazada el deseo más profundo que me nace del corazón es que sean santos y así lo pido ante el Santísimo.
Obviamente que si en su momento tenemos dinero para darle una buena formación, sería genial, y no dudo que el Padre lo quiera así. Al mismo tiempo confío que el Padre le seguirá enviando buenos trabajos a Carlos, y en su momento también el Padre nos mostrará el mejor camino para la formación de nuestros hijos.
Vuelvo a decirle que me llena de alegría ser madre porque es hacer la voluntad del Padre, es darle un hijo al Padre Celestial, un adorador!! Es algo que nace naturalmente, sin esfuerzos, nace del corazón de Hija.
De mi corazón de hija, nace naturalmente que mi hijo quiera a mis padres. De mi corazón de Hija del Padre, nace el deseo profundo de que mi hijo ame a Dios Padre. Y que desde ahora su corazoncito se vaya configurando con el de Jesús. Deseo que también nació desde cuando éramos novios. Con Carlos rezábamos ante el santísimo al terminar la misa y pedíamos una descendencia santa.
Desde bebés, en esa comunicación que se da de espíritu a espíritu, de bautizado a bautizado, de mamá a hijo, lo vamos educando, según la gracia que se nos otorga y que somos capaces de recibir, para que vivan como adoradores. Por lo menos ese es el deseo profundo. Y vuelvo al principio: “el deseo es una promesa”, porque es de admirar la relación que tiene un bebé con las imágenes de las divinas personas desde que nace. Al comentarle esto a una amiga, me confirmaba que con sus niños le sucede lo mismo.
Es un tiempo que está lleno de gracias también para los padres. Nunca había descubierto la hermosura, la belleza de las palabras del Ave María y la hermosa melodía que nace al pronunciárselas a mi bebé, mirándolo a los ojitos que se le llenan de brillo como repuesta a los míos. Cuando el bebé se despierta, después de mimarlo un ratito, me gusta dejarlo un tiempo solito, y en silencio, para que vaya creando su espacio interior. Porque pienso que cuando sea más grandecito, el encuentro con su Padre del Cielo, solamente se va a producir en el silencio de su vida interior. Y es allí también donde va a apreciar y juzgar toda belleza y toda verdad.
Querido Padre, no sé lo que piensa de todo lo que escribí, es lo que está en mi corazón de Hija y de madre. En todo esto reconozco la enorme… enorme misericordia del Padre que me ha sacado de situaciones donde hubiera muerto en el pecado y me ha preservado para él, como madre y esposa. Al releer me doy cuenta de todas las gracias recibidas, y que frente a los problemas, angustias, cansancios, dolores, tentaciones, etc. etc. que sufro, en el fondo siempre está la certeza de la presencia del Padre, causa también de alegría y paz.