1.- SANTIDAD DE LA FAMILIA
(ANTIGUO TESTAMENTO)
1. La santidad del matrimonio y la familia en el Antiguo Testamento
El motivo por el cual en el Antiguo Testamento, la familia es santa, es porque Dios es un miembro de la estructura de parentesco de la familia patriarcal y por lo tanto del clan y del pueblo de la Alianza, en la plenitud de sus doce tribus.
Dios entra en relación de parentesco con los patriarcas por el establecimiento de una Alianza. Y se comporta como verdadero pariente, asumiendo y cumpliendo los deberes de protección y providencia de un buen pariente.
Yahveh es no solamente el Dios de los Padres, sino el pariente divino. Es, literalmente: el “Pariente de Isaac”[1].
La motivación a la santidad de la familia, en el Antiguo Testamento es la del Levítico: “Sed santos porque yo Yahvé, vuestro Dios, soy santo”. La pertenencia recíproca es la del parentesco: “Soy vuestro Dios, sois mi pueblo, eres nuestro Dios, somos tu pueblo”. “Él es nuestro Dios, a Él pertenecemos”[2].
En esta visión, el matrimonio entre los miembros del pueblo de Dios, es una realidad religiosa porque el amor humano es una imagen y semejanza del amor divino, y porque de él nacen los hijos de la Promesa.
Los vínculos de parentesco son de dos tipos: de alianza o de sangre. Ahora bien, el parentesco establecido por alianza es la fuente de todo vínculo de parentesco de sangre. La alianza es la forma de parentesco que se entabla libremente. Mientras que el vínculo de sangre precede a la libertad, se le impone. Reclama ser asumido aunque puede ser negado o rechazado. La Alianza es, por el contrario, libre; y es el vínculo espiritual, voluntario y libre más adecuado a la condición de los seres libres y espirituales.
La Alianza con Dios es una realidad santa, porque Dios se ha hecho por amor, libremente, miembro de la familia, del clan, de la tribu y del entero pueblo de la Alianza; y porque el pueblo entero ha elegido hacerse pariente suyo por Alianza y renueva su Alianza de generación en generación[3]. La Alianza es revelación del amor del Pariente divino: “No temas, gusanito de Jacob, oruga de Israel, yo te auxilio, oráculo de Yahvé, y tu Go’el [tu pariente fuerte y auxiliador] es el Santo de Israel”[4].
El Cantar de los Cantares, que supone la visión bíblica de la Alianza como epifanía de amor, ya sea divino, ya sea humano, y que se mueve sobre la tradición profética que considera el matrimonio de Yahvé con su pueblo como análogo a la unión esponsal, celebra el amor entre hombre y mujer, como una centella o llamarada, desprendida del fuego del amor divino[5].
Serios trabajos arqueológicos e históricos, como los de W.F. Albright y R. De Vaux[6], nos permiten afirmar con plena verdad y fundamento, que son rasgos propios, distintivos de la religión bíblica: 1º) Considerar al Dios del Padre como un Dios-pariente, el primero y máximo Goel de todo el pueblo 2º) Ver una Epifanía de Dios en las relaciones de parentesco y en los términos de Alianza de parentesco. Podríamos decir: santificar la esfera familiar. Más aún, la esfera interpersonal. 3º) Considerar que el Dios-pariente o Go’el asegura con sus Promesas y con su Auxilio, tanto la descendencia como el alimento, primero del clan y más tarde del pueblo entero, convertido en nación. Esta fe patriarcal perdurará, como veremos a continuación, tanto en la Ley como en los Profetas y Salmos.
[1] Génesis 31, 42, 53: Pájad Itsjaq
[2] Cfr. Salmo 94, 7: “Porque Él es nuestro Dios y nosotros su pueblo, el rebaño que Él guía”
[3] Josué 24, la renovación de la Alianza en Siquem
[4] Isaías 41, 14
[5] “Centella de fuego, llamarada divina” Cantar de los Cantares 8, 6
[6] Horacio Bojorge, “Go’el: El Dios Pariente en la Cultura Bíblica”, en: Stromata 54 (Enero-Junio 1998) pp. 33-83 [Stromata es la revista de las Facultades de Filosofía y Teología, Univ. Del Salvador (Área San Miguel, Argentina] El estudio puede consultarse en mis páginas web: http://www.horaciobojorge.org/diosparienteindice.html o también en: http://ar.geocities.com/horaciobojorge/diosparienteindice.html