MADRES FORMADORAS DE FUTUROS PADRES

Una civilización es lo que son sus mujeres, porque ellas son las que forman a sus miembros.

Esta civilización actual globalizadora desactiva en los varones la capacidad heroica y de protagonismo espiritual. Lo hace descerebrándolos y sumiéndolos en la instintividad, por la gula, la ira, la violencia y la lujuria. 

A eso lo induce principalmente un tipo de mujer que en lugar de suscitar en el varón la excelencia del espíritu, lo desactiva por la intemperancia.
Ese tipo de mujer lo hace así con su novio, su esposo y sus hijos. 
Y no lo hace necesariamente con el deseo perverso o envidioso de destruir. Sino para ponerse ella en el centro, con una falsa ciencia del bien y del mal que ella administra con la certeza inconmovible de que las cosas, y entre ellas el varón, han de ser para ella y como ella las piensa; y de que su bien propio consiste precisamente en lo que a ellas les da el dominio y la administración de almas de los demás, por la manipulación de sus debilidades y sus pasiones.

Lo cual, de paso, conjura el peligro (inconsciente pero que gobierna las acciones de algunas de ellas) de un tipo de varón al que hubiera que obedecer, no por una sumisión servil, sino por un auténtico reconocimiento de su valía espiritual y la lucidez desapasionada de su razón.
Así, la diosa rectora de esta civilización de la acedia,  conjura la posibilidad misma de un tipo de varón capaz de sufrir y sacrificarse por la realización del bien. 

Predomina en esta cultura la raza de varones que ella quiere y se encarga de criar, la raza de funcionarios del stablishment que no tienen la fortaleza para cuestionarlo y combatir sus males. 
¿No es eso una consecuencia de la educación que han recibido de sus madres, de sus maestras, de sus novias, de sus esposas, y hasta de sus hijas, que no les ha preparado para oponerse al mal aún a costa de sí mismos?

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