ESTER [2]
RESCATADA, CONDUCIDA

«Con amor eterno te amé, por eso te traté con indulgencia»
[Jeremías 31, 4]

Resurrección de la fe, rescatada de la servidumbre sexual, revelación de la esponsalidad con Jesucristo y llamada: «Me hizo entender que yo no necesitaba el amor de los varones y menos aún ser un objeto sexual de ninguno de ellos; que en realidad yo habia estado buscando otra cosa, le había estado buscando a Él. Me hizo ver que, en realidad, yo no era así, sino que me habia ido dejando hacer para obtener un amor que jamás había logrado, porque ese amor era imposible obtenerlo en este mundo de ningún hombre, porque sólo podía dármelo Él».

Aparecieron unas vecinas mías protestantes, y me invitaron a ir unos estudios bíblicos sólo para mujeres que hacían en su casa, con dulces y café. Acepté, podía ser agradable. Yo veía la fe que tenían esas mujeres y al principio las miraba con escepticismo, pero luego miraba con un poco de envidia la suerte que tenían.
Un día, la pastora evangélica me dijo: – «Mira Dios te puede negar muchas cosas que tú le pidas, pero hay algo que nuca te va a negar, que es la fe».
                    Así que a partir de ese momento todas las noches en mi habitación me arrodillaba rezaba un padre nuestro y le rezaba al Dios en quien no creía. Le decía más o menos:  — “Hola, aqui estoy, ya sabes que no tengo fe, pero esto he venido a pedirte, por si acaso, te pido la fe. Y ya de paso un corazón nuevo. Porque este es de piedra y ya no siente nada» Y un día, y otro día… y pasó un mes, probablemente dos meses, pero no más.
                 Y una mañana mientras iba a la revista, pasó. De repente iba en el tren y vi que el mundo que me rodeaba, que era el mismo de siempre, yo lo veía con otros ojos, lo entendía de otra manera. Reconocía la presencia de Dios en todas partes, hasta en el que cayera una hoja del árbol, cada cosa adquiría un sentido trascendente!
                  Ante mi apareció una realidad nueva, y yo solo sabia dar  exclamaciones. Iba mirando a la gente de reojo porque me descubría con la boca abierta por el
asombro multitud de veces. Estaba fascinada, lo malo es que empecé a decírselo a algunas personas y opté rápido por callarme ya que me miraban como a una loca.

Otro día, viendo las noticias, escuché una noticia terrible y de pronto empecé a sentir una congoja y un dolor muy grande, una sensación que ya no recordaba, porque todo me daba igual desde hacia años, y en ese momento sentí en mi interior una voz que me decía:  — “Te quito el corazón de piedra y te doy un corazón de carne”.            A partir de ese momento cada imagen violenta me estremece y me ha seguido escandalizando.

Yo entonces solo le rezaba a Dios Padre y nada más, acaso empecé a rezar al Espíritu Santo, sin embargo la imagen de Jesús me inquietaba, no quería saber nada, y menos de la cruz.

En aquel entonces mi hijo empezó la catequesis de comunión, y claro había que bautizarle. Los agustinos me dijeron que esperara a que hiciera la comunión y que en ese acto se bautizara. Así que David esperó hasta los diez años para bautizarse.

Yo empecé a ir de nuevo a la Iglesia. Y al poco, al ver a las personas comulgar empecé a tener de deseo de hacerlo. Mi deseo por ir a misa fue aumentando porque deseaba poco a poco acercarme a Jesús, con cuidado eso si, y seguía yendo al estudio bíblico.
                 David se bautizó y al cabo de un mes hizo la comunión, fue una gracia del Señor preciosa.
                El diablo tenia preparada una trampa para apartarme de la Iglesia. Mi fe era tan primaria, que sólo la gracia y el deseo del Señor de volver a tenerme a su lado era lo que configuraba mi avance.
                El sacerdote que llevaba en mi parroquia era un agustino joven. Cuando me confesé y supo de mi situación de desierto espiritual y físico, no sé lo que pasó por su cabeza que me propuso tener relaciones. No me escandalizo demasiado, yo venia de un mundo donde pasaba de todo. De hecho, pensé:
— ¡Cuánto se ha modernizado la iglesia en estos 2o años!
Pero no era, asi, gracias a Dios, era todo un engaño.

Entonces — recuerdo que era por la tarde — y escuché la voz del Señor tan clara-
mente en mi interior…. Me hizo saber que yo había sido esclava de los hombres toda mi vida, Me hizo entender que yo no necesitaba el amor de los varones y menos aún ser un objeto sexual de ninguno de ellos; que en realidad yo habia estado buscando otra cosa, le había estado buscando a Él. Me hizo ver que en realidad yo no era así, sino que me habia ido dejando hacer para obtener un amor que jamás había logrado, porque ese amor era imposible obtenerlo en este mundo de ningún hombre, porque sólo podía dármelo Él.

Con que dulzura amor y claridad recibí todo esto, sin ninguna acusación, solo con una luz que me abría el conocimiento de mi misma!
Lo entendí tan claramente que di una clara negativa y cambie de parroquia, y el Señor me llevó a un sitio completamente diferente. Un lugar donde se comulgaba de rodillas y en la boca, y donde se confesaba semanalmente, donde se hacia adoración eucarística habitualmente. Rápidamente me puse bajo la dirección espiritual, y asistí a clases de teología, donde se impartía el catecismo de la iglesia católica.

Jesucristo rondaba mi puerta, pero sin embargo yo me resistía a mirarle de
frente, Un dia rezando le pregunte por la noches a solas que quería de mi, que me lo dijese, y de repente escuches tan claro y meiridiano, “casate conmigo».
Me asuste tanto que me regañe a mi misma, me decia, que clase de pensa- mientos tienes, como se me puede ocurrir algo así? Y deseche todo pensamiento de este tipo.
Al poco fui a unos ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola. Nunca los olvidare. Eran ejercicios de silencio. El ultimo día, antes de irme fui a la
capilla a despedirme de mi nuevo amigo, el Señor, con el que habia compartidos esos dias, en una capilla pequeña.

Me arrodillé, y entonces ocurrió.

Algo maravilloso comenzo a entrar por mi cabeza y fue atravesando muy lentamente todo mi cuerpo, desde la cabeza a los pies. Era como una ola gigante que me iba invadiendo de amor por donde pasaba, una amor que jamas había sentido. No podia creerlo. Toda yo estaba inÍ)amada y flotando en un noseque, Yo no me queria ir ya de alli. Y me invadia una inmensa nostalgia de tener que dejar ese lugar. No se cuanto duro, poco, pero era como si me grabasen una hue- lla en mi interior.
Cuando llegue a casa me fui a una tienda y me compre un anillo

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.