7. Al día siguiente, que fue el martes, luego por la mañana volvió a la ciudad; y, pasando por el mismo camino del día de antes, echaron de ver los discípulos cómo la higuera que el Señor maldijo se había secado . Y esta maldición del Salvador ni fue ímpetu de ira, porque no cabía en él, ni fue castigo de la higuera, porque ni lo merecía, pues no era tiempo de higos ,ni cuando lo mereciera lo sentía; solamente fue misterio y representación de la sinagoga, que teniendo tantas hojas de ceremonia y apariencias, nunca llevó el fruto que había pretendido el Señor que la plantó, aun cuando era tiempo y tenía obligación de llevarle; y por eso quedó maldita, y se secó para no llevarle para siempre.
Llegando el Señor este día al templo, que fue el martes, y cercándole los escribas y fariseos, y los sacerdotes y ancianos, les respondió a varias preguntas que le hicieron, y les convenció en otras que les hizo; y lo que había pasado en misterio por la higuera, se lo predicó en diferentes parábolas, con que se les daba a entender que habían de ser desechados y reprobados, como se ve en los capítulos 21 y 22 de San Mateo; y luego les reprendió ásperamente y con palabras claras y manifiestas sus pecados y abusos como se ve en todo el capítulo 23, y se despidió de ellos con aquellas palabras tan sentidas, en que estaba clara la sentencia de su reprobación: Ecce relinquetur vobis domus vestra deserta [He aquí que «vuestra Casa» quedará desierta].
Que fue tanto como decirles: Vuestro templo se quedará presto sin morador, porque Dios no morará de aquí en adelante en él; y como casa desierta y sin morador, se vendrá a tierra. Porque os digo de verdad que, pasado este tiempo, no me veréis jamás hasta que, de fuerza o de grado, me confeséis por rey y digáis: Bendito sea Aquél que vino en el nombre del Señor , que fue tanto como remitirlos al día postrero del juicio, cuando con el rigor del castigo y la pena de su condenación reconociesen la grandeza de su Majestad . Y con esta represión y despedida, concluyó el Salvador sus sermones, y los dejó y se salió del templo, que fue martes por la tarde.
Saliéndose, pues, del templo con determinación, y por ventura con muestras de indignación de la dureza y obstinación de aquel pueblo, los discípulos que veían esto y que le habían oído decir que había de quedar desamparado el templo y había de ser destruido, movidos de admiración, o de lástima o compasión, se llegaron mansamente al Salvador, y le mostraban y le hacían que mirase la grandeza y majestad de aquel edificio y las riquezas del templo . Y el Salvador les respondió afirmándose otra vez en que había de ser destruido, sin que quedase piedra sobre piedra en él .
Y pasando adelante en su camino y estando asentado en el monte de las Olivas a vista del templo y de la ciudad, le tornaron de preguntar sus discípulos del tiempo en que esto había de suceder y de las señales de su postrera venida. Y con esta ocasión les predicó el Salvador del juicio final y de las señales de aquel día, y todo lo que está en los capítulos 24 y 25 de San Mateo; y concluyó su plática diciendo que de allí a dos días había de ser muerto y crucificado
Fuente: Obras del Padre Luis de la Palma. Historia de la Sagrada Pasión .Camino espiritual Ed. B.A.C. Madrid MCMLXVII Historia de la Sagrada Pasión Preámbulo Pág114.