LA DESACRALIZACIÓN DE LA FAMILIA CATÓLICA
EN LA RELIGIÓN DEL PROGRESO E IDOLATRÍA DEL HOMBRE
La religión irreligiosa y tres consecuencias funestas
Hemos visto lo que implica la visión religiosa del matrimonio según la revelación divina en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. Y porqué el matrimonio es santo en aquél y sacramento en éste.
Veamos ahora cuál es la visión del matrimonio en la religión secularizada y desacralizada, es decir, valga el retruécano, en la religión irreligiosa. En la idolatría del hombre, que merece el nombre de idio-latría (= adoración de sí mismo) e ideo-latría (= ideo-logía criptorreligiosa).
Lo que esta visión propone es la desvinculación de los lazos esponsales de todo lazo con Dios; y en consecuencia, de todos los demás lazos de parentesco derivados de la alianza matrimonial.
Según esta visión, no tiene sustento objetivo afirmar que haya relaciones objetivas “entre los hombres y Dios”, ni se reconoce la existencia objetiva de un Dios “vincular y vinculador”.
La consecuencia es que todo lo relativo al matrimonio y la familia se reduce a vínculos interhumanos; que, perdido su sustento divino, objetivo, sobrehumano; esos vínculos son amenazados, erosionados, deteriorados, y a veces enteramente devorados por el remolino subjetivo de las pasiones incontroladas: del amor propio.
Sucede así que los vínculos de amistad matrimonial o de parentesco, son transmutados en vínculos de dependencia o de dominación.
CONSECUENCIAS
Tres funestas consecuencias
1ª La guerra entre los «dioses»: el imperio de las relaciones de dominación, entre los esposos, en la familia y la sociedad
2ª La pérdida de identidad del individuo por la corrupción de sus vínculos familiares y sociales
3ª Las conductas adictivas, sucedáneas de la gratificación del amor del que se carece.
El hombre de la cultura “desacralizada”, – que sin embargo se ha re-sacralizado subrepticiamente a sí mismo comportándose como si fuera Dios -, por su exaltado amor propio, convierte inevitablemente la convivencia humana en una Teomaquia, es decir, en una guerra entre dioses; procede de y conduce inevitablemente a la rivalidad y a la guerra entre el hombre y la mujer, entre esposo y esposa. De allí se sigue la abolición de la familia, la lucha entre las razas, entre los pueblos y naciones: la irreconciliación universal, que sólo podría conjurarse si se aceptara la oferta de reconciliación con Dios en su Hijo[1].
Se asiste así a la progresiva disolución y desaparición de los vínculos libremente contraídos. La disminución de la libertad interior de los individuos, – por la que dejan de ser dueños de sí mismos, y los somete a pasiones cambiantes -, los torna incapaces de un compromiso fiel y duradero para toda la vida. Los hombres se van solitarizando y caen, – por vivir en un estado de indefensión que solamente podría brindarles una familia -, bajo todas las esclavitudes: sociales, políticas, económicas, culturales, pasionales, adictivas.
2. La pérdida de identidad del individuo
Otra consecuencia de la disolución del vínculo matrimonial por el divorcio – y de la confusión de los vínculos de afecto que acarrea la sobreposición de las alianzas maritales -, es causa de la pérdida de identidad de los individuos.
Antoine de Saint-Exupéry, intuyó y expresó poéticamente lo que afirma la antropología, cuando dijo “el hombre no es más que un nudo de relaciones”[2].
Recuerdo la pregunta de un niño pequeño a su mamá, cuando le explicaba el nuevo matrimonio de su padre: ¡Ah ¿entonces tengo dos mamás?!
Nuestra posición en el entrecruzamiento de una red de relaciones es fundamental para nuestra identidad: soy hijo de fulano y mengana, sobrino de tal y tal, nieto de tales, primo…
Los estudios antropológicos muestran que: “El sistema de parentesco hace que el sujeto reconozca su propia identidad simultáneamente al reconocimiento de su relación con otros. […] Para un sujeto humano, quién sea él es algo de lo que tiene noticia junto con y simultáneamente a las relaciones que mantiene con otros. […] Si el parentesco no formara un sistema [o si el sistema se fragmentara como sucede a causa de los divorcios y nuevos matrimonios] las piezas serían independientes entre sí, no tendrían relación unas con otras y el sujeto se vería a sí mismo, vería su propia identidad, como rota en trozos, incomunicables entre sí”[3].
3. Las adicciones
Estoy persuadido que en la esclavitud de las adicciones es posible ver el sucedáneo de la libre adhesión amorosa. Un placebo que ofrece el demonio a la ansiedad que suscita la carencia de amor y la incapacidad para amar. Las adicciones serían así un chupete para calmar la ansiedad, el hambre amorosa dentro de un sistema cultural en que los hombres han caído a la condición de abandónicos-abandonadores.
Al desvincularse de Dios, el hombre desacralizado funda una cultura de la desvinculación entre los hombres. Atomiza la familia y la sociedad.
Lo que venimos afirmando no son deducciones abstractas, sino relevamiento de datos y crónica de sucesos que rompen los ojos, y que quizás por eso mismo parecería que muchos eluden tomar en consideración para eximirse de una autocrítica que perjudicaría sus intereses.
La Sagrada Escritura, comenzando por el relato de la torre de Babel, contiene abundantes enseñanzas acerca de la destrucción y decadencia indefectible que destruye, uno tras otro, los imperios y las culturas vecinas del pueblo santo, debido, precisamente, a su desvinculación religiosa con el verdadero Dios y su culto a los ídolos y a la divinización de las fuerzas de la naturaleza, de la fecundidad de la tierra o de la esfera política
[1] 2ª Corintios 5, 18-20
[2] « Il est difficile d’exister. L’homme n’est qu’un noeud de relations, et voilà que mes liens ne valent pas grand-chose » en : Pilote de Guerre, Ed. Gallimard, Paris, 1942 Pág. 100
[3] Antonio Moreno, Sangre y Libertad. Sistemas de parentesco, diversidad cultural y modos de reconocimiento personal, Ed. Rialp – Universidad de Navarra1994, (Biblioteca del Instituto de Ciencias para la Familia nº 17) Citas en págs. 15-16