El 9 y 11 de junio pasado publiqué en dos entradas el testimonio de Renata con el título:
RENATA: MOTIVOS DE LA INFIDELIDAD FEMENINA
He recibido recientemente otro mail de Renata que me llena de alegría al ver cómo continúa y avanza la obra de la gracia divina en el alma de esta mujer. Una gracia que la llena de fortaleza para amar con un amor fiel e invencible ante algunas rudezas hirientes de su esposo. Por el contrario, la gracia divina ilumina su alma para comprender las facetas duras de la vida del varón que a veces la mujer es ciega para ver.
Este testimonio de hoy se apreciará mejor repasando las entradas del 9 y 11 de Junio de 2010
Querido Padre Horacio:
sus palabras siempre caen en el momento justo. Mi esposo, está como siempre, y sólo por gracia de Dios pude esperar todo este tiempo sin rencor.
Hasta comprendí y agradecí a Dios el hecho de que eso pasara porque así pude ofrecer ese dolor que me causaba por una situación familiar de un hermano.
Porque además de rezar, ¿qué otro sacrificio podía ofrecer por él?
Tengo un buen trabajo, soy maestra, tengo mi casa, tengo salud, tengo amigos,
¡¡¡¡TENGO A DIOS!!!!
¿No es así? Dejé de comer postres. Me levantaba muy temprano y ofrecía el rosario diario… pero eso no era suficiente para mí.
¡¡¡Qué grande es Dios que me permite entenderlo!!!
Así que sufrí con paciencia sabiendo que lo hacía por mi hermano… y también por mi esposo ¿no?
Además estoy decidida a ser sumisa, a callarme un poco esta bocota que tengo que me lleva a los problemas y a darle a mi esposo un poco de protagonismo también.
Después de todo ¿qué nos pensamos las mujeres que creemos que nuestros maridos deben idolatrarnos?
El otro día pensaba: organizamos todo: la boda, la casa, la ropa que debe ponerse, el lugar de los muebles, la comida, la educación de los hijos, a veces hasta las salidas y diversiones y todavía pretendemos que ellos lleguen el trabajo para escuchar nuestras quejas y nos compadezcan por «tanto trabajo» y tengan tiempo para escucharnos.
¿Y ellos? me pongo en su lugar… ¡¡¡por fin!!!
Y digo…ellos también llegan a SU CASA cansados de estar todo el día afuera trabajando por “el peso” y merecen atención, una mujer que no le venga con problemas, un rincón acogedor, palabras amables y cariñosas.
¡¡Tanto tiempo me llevó entenderlo Dios mío!!
El grupo de catequistas estamos recibiendo formación en discipulado.
¡¡Ay!! cómo me «pega» el Señor!! Siento que me llama, ¡¡A MÍ!!
Tan imperfecta, tan limitada, tan pecadora… me llama a la grandeza de un discípulo. Siempre pensé para mí… no quiero saber tanto, o mejor nada…no quiero comprometerme a tanto… quiero hacer lo mío, lo sencillo, lo de todos los días, cumplir mínimamente y ya está.
Pero Él tiene otros planes, parece.
Y mientras tanto me va moldeando ¿no?
Otra vez siento la alegría de la presencia de Dios y me siento más fuerte para afrontar lo que venga.
Gracias otra vez Padre Horacio
Renata