PENSA y PUNZA-MONIOS INTRUSOS
CONTRA UN VARÓN [TESTIMONIO]

PENSA-PUNZAMIENTOS INTRUSOS
CONTRA UN VARÓN
TOC TOC TOC TOC
TESTIMONIO

EL MEJOR REMEDIO ES PERSIGNARSE:
«EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO» y «POR LA SEÑAL DE LA SANTA CRUZ, DE NUESTROS ENEMIGOS, LÍBRANOS SEÑOR DIOS NUESTRO» 

Muchas gracias, padre.

Si cree que mi testimonio puede ser útil, con gusto se lo doy.

Como le dije antes, desde los 11 años me sobrevienen pensamientos intrusos. Esos pensamientos siempre son miedos [lo que los psicólogos llaman fobias] o TOC. El primer pensamiento intruso me generó una obsesión que me duró como 2 o 3 años. Claramente no fue continuo durante todo ese tiempo,  sucedía  a intervalos, pero durante ese tiempo estuvo siempre vinculado a la misma temática. A los 13/14 años se me ocurrió investigar en internet, y descubrí que lo que me sucedía era lo que llamaban TOC (Trastorno Obsesivo-Compulsivo). Me trajo mucho alivio: no por descubrir que sufría un desorden, sino por poder ponerle nombre a lo que me pasaba y confirmar que no era más que un miedo ilusorio lo que tenía.

A partir de entonces, empezaron a sobrevenir otros miedos de la misma naturaleza. Es decir, cambiaba el contenido del miedo, pero la dinámica era la misma. Con el tiempo, a medida que iba creciendo iba aprendiendo a dominar el pensamiento y así se espaciaba más la aparición de estos miedos. Por distintos motivos, entre desconfianza y vergüenza de contar lo que me sucedía, nunca fui a un psicólogo. En internet siempre encontraba que el TOC tenía raigambre química, que era simplemente un desbalance de serotonina, algo que tocaba genéticamente como por azar y que no tenía cura, simplemente podía controlarse con terapia y fármacos. Esta respuesta materialista nunca me satisfizo del todo, e intentaba tener esperanzas de que todo mejoraría. Empecé a pedirle a Dios por salud.

Entre los 15 y 18 años, luego de recibir la Confirmación, empecé de a poco a reconocer que el problema no era únicamente una cuestión de desbalance químico, sino que tenía raíz espiritual. Es decir, no sé nada de psiquiatría, así que no sé qué pasa con los químicos del cerebro, pero una vez que comprendí lo que era el alma, vida y forma del cuerpo, me di cuenta que los químicos no eran sino una manifestación material de algo más profundo, de algo espiritual. Esto me trajo nuevamente calma y esperanzas de que Dios me sanaría. Me di cuenta que los pensamientos intrusos tenían efecto por puntos débiles de mi alma, es decir, por vicios morales. Me ayudó a darme cuenta de la importancia del orden interior y la vida virtuosa. A medida que se avanza en ese camino, los miedos y los pensamientos intrusos tienen menos poder y son más fáciles de rechazar como absurdos.

No obstante, a medida que avanzaba de a poco en el camino de la fe y de la virtud, e iban quedando los vicios que están escondidos más en el fondo, los pensamientos intrusos, si bien menos frecuentes, empezaron a ser de temáticas más difíciles y profundas. Por ejemplo, el miedo ya no era a ser violento o a padecer tal o cual enfermedad (si existía un miedo tal era muy débil y poco duradero), el miedo era ahora a que la realidad externa fuera mera ilusión de los sentidos (sé que suena absurdo, de hecho lo es, pero ese fue el miedo que me agarró luego de leer por primera vez a Descartes). Superado ese miedo, a los años, padecí un miedo aún más profundo: el miedo a negar a Dios. Últimamente, y por esto le escribí al padre Horacio, tuve que enfrentar el miedo a que mis pecados del pasado me hubiesen manchado definitivamente, junto con pensamientos culposos  y de remordimiento. Es decir, una tentación a desconfiar de la misericordia de Dios.

Queda por hablar de la dinámica de estos miedos o pensamientos, que siempre es la misma. En primera instancia, una imagen (interior o exterior), un hecho o lo que sea sugiere una pregunta. Si intento responder a la pregunta que parece inocente y simple de refutar, el pensamiento me atrapa, puesto que siempre son preguntas que por su naturaleza no son respondibles por silogismos. Pero una vez que empiezo a luchar con el pensamiento, me es más difícil después salir. Cuando reconozco que se trata de un pensamiento intruso más como los otros, intento rechazarlo, pero cuando estoy dentro de esa dinámica de lucha mental es más difícil. La inteligencia queda como nublada y atrapada.

Lo que yo he hecho en esos casos en los que pierdo la paz, es abandonarme a Dios y orar, confesarme, comulgar, y esperar que Él me saque de donde me metí.  Empecé a prestar mucha más atención a esto cuando me di cuenta, más de grande, que los miedos y los pensamientos no solo tenían lugar a causa de mis vicios e imperfecciones morales, sino que eran también ataques del demonio. Reconocer esto fue importante, para darme cuenta de que la lucha no depende solo de uno, de que el ataque viene de fuerzas espirituales que quieren alejarnos de Dios y que la mejor respuesta a eso no es encerrarse en una lucha mental, sino acudir a Dios para que Él calme la tempestad.

De más está decir que lo mejor es siempre reconocer de antemano, en el primer paso, que la pregunta es una sugestión engañosa y debe ser rechazada por absurda. Así dejan de tener poder y quedan atrás los miedos y las intrusiones; no obstante, hay que permanecer siempre vigilante, porque cuando uno se «duerme en los laureles», cuando pierde la atención, corre el riesgo de caer nuevamente en la trampa.

 

Me queda camino por recorrer, especialmente en la vigilancia, porque si bien Dios me ha ayudado a avanzar mucho en el orden interior y en el dominio de mis pensamientos, todavía cuando pasa mucho tiempo y no ejercito la voluntad quedo a la merced de caer en las redes de otro miedo de contenido diferente. También me fue útil el reconocer que muchos miedos o preocupaciones propios de la vida cotidiana tienen la misma naturaleza que estos pensamientos intrusos más fuertes, y que, por lo tanto, las armas para vencerlos y no perder nunca la claridad de la luz interior son las mismas: no dialogar con los pensamientos, miedos o preocupaciones absurdas, porque son ataques del enemigo para alejarnos de Dios. Hay que tener presente que Dios nunca defrauda, siempre vence, y que la luz y las respuestas siempre llegan, no cuando lo pide la ansiedad propia de los pensamientos intrusos, sino cuando Él quiere y es mejor.

El El jue, 19 ene. 2023 a la(s) 15:46, Horacio Bojorge escribió:

En la tradición católica hay un recurso muy eficaz para la lucha y son las dos formas de persignarse. El modo simple es con la mano derecha (en la iglesias de oriente con la mano izquierda) de la frente al pecho y del hombro izquierdo a derecho recitando la fórmula: «En el nombre del Padre (en la frente) y del Hijo (en el pecho) y del Espíritu (hombro izquierdo) Santo (en el hombro derecho)

La persignación compuesta consta de tres cruces, la primera sobre la frente (la mente, pensamientos), la segunda sobre la boca (las palabras) y la tercera sobre el Pecho (el corazón y el espíritu) Sobre la frente trazo vertical diciendo «Por la señal»; trazo horizontal «De la santa Cruz». Sobre los labios, trazo vertical diciendo en el labio superior «De- nuetros»; trazo horizontal de comisura izquierda a comisura derecha: «ene-migos». Sobre el pecho, trazo vertical «Líbranos Señor – Dios nuestro»

Todo lo contrario de lo que te sugieren los pensamonios y punzamonios.

Cristo ha triunfado en tí seguirá triunfando. No te sueltes de él. Te ha enseñado que sólo no puedes. Y apenas te distraes con las necesidades de esta vida, el Señor te tira los perros para correrte hacia Él. Lee el archivo adjunto, está escrito sobre todo para la mujer, pero se aplica al varón. Empieza por el número 6 de los archivos numerados. Y si luego escribes tu experiencia, bajo seudónimo, podrías ayudar a muchos varones. Los varones hablan poco de lo que les pasa

 

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