El amor esponsal, la amistad esponsal, es el único marco donde la sexualidad humana encuentra su verdadero sentido. El que separa el sexo del amor, se aparta del marco del amor y con ello se pierde en sí mismo y emprende el camino de la autodestrucción.
En el libro del Levítico, capítulo 18, se enumeran otras consecuencias: como es la
náusea de la tierra y la expulsión al destierro de sus habitantes. Dios revela
que la impureza sexual produce asco de la naturaleza hacia el ser humano impuro
que separa el acto sexual del amor esponsal fiel y exclusivo.
En este texto de la Sagrada Escritura el Señor se refiere a la impureza sexual con las palabras «no descubrirás la desnudez». En eso consiste ya la pornografía. Cuando un varón casado mira pornografía ya está adulterando en su corazón; ya está siendo infiel a su esposa
Nuestro Señor Jesucristo enseñó que quien mira así a una mujer ya cometió adulterio con ella en su corazón.
Hay algunas consecuencias irreparables, como es, por ejemplo, la pérdida
de la virginidad.
Y esto, no nos equivoquemos, le sucede tanto a la mujer como
al varón.
La pérdida de la virginidad en la mujer tiene una
consecuencia anatómica que es la ruptura del hymen. Por eso muchos piensan que
no le sucede nada al varón. Es obvio que no sucede en el varón un cambió anatómico. Pero la
pérdida de la virginidad no es algo puramente anatómico sino que consiste precisamente
en la separación voluntaria de sexo y amor. La pérdida de la virginidad
consiste en practicar el sexo por el sexo. Y esta pérdida se da tanto en el
varón como en la mujer.
Tanto es así, que los esposos que llegan vírgenes al
matrimonio, no pierden la virginidad de su alma por el hecho del ejercicio matrimonial
de la sexualidad en vista a los hijos. Porque en eso consiste la pureza del corazón. Esto quiere decir que ellos son vírgenes, puros de corazón, porque la sexualidad del matrimonio es pura a causa de la pureza de la intención, que es principalmente la generación de los hijos, como nos enseña Dios en la Sagrada Escritura por el libro de Tobías (Tobías 8, 6-8). Porque la sexualidad de los esposos que viven en gracia, no se separa del amor verdadero y consiste en la entrega amorosa del uno al
otro. La escritora alemana Gertrudis von Le Fort afirma la
virginidad de la mujer esposa, en su libro La Mujer Eterna. La ruptura del
hymen dentro del matrimonio no produce la pérdida de la virginidad
psicoespiritual de la mujer.
La práctica del sexo por el sexo, o sea la prescindencia de
la unión matrimonial (e incluso el sexo por el sexo dentro del matrimonio)
tiene consecuencias neuro-psicológicas tanto en el varón como en la mujer.
Si la Escritura nos dice que la unión sexual «hace de ambos uno
solo» (Génesis 2,24) el que se une a una mujer por primera vez queda hecho uno solo con
ella. Y si esa mujer es una prostituta queda unido con ella, como dice San Pablo
disuadiendo a los corintios.
Hay algunos actos fisiológicos que producen improntas neurológicas permanentes o muy tenaces y duraderas, difícilmente modificables. El efecto de hacerse «una sola carne» por la cópula sexual, es una de ellas. Una consecuencia a menudo irreparable de una primera cópula sexual sin amor puede ser y por lo general lo es, la separación neurológica de las funciones sexuales de su impregnaci{on amorosa; la separación de sexo y amor que se produce en el que tiene sexo una o varias veces sin amar ni
por amor a la esposa y los hijos.
Otra consecuencia del sexo sin amor, por más que sea un acto único, ocasional o aislado, es la adicción sexual. La adicción al sexo
por el sexo. Basta a menudo un solo acto para crear una adicción irreversible.
Y una de las más frecuentes es la adicción sexual.
Como la respuesta a Elías excedía lo que permite un
comentario he querido publicarlo aquí ampliado como entrada.
Padre Horacio