+ Padre:
Es así, «nuestra Magdalena» – padre tuvo, y hermanos también – era FELIZ, reía continuamente a carcajadas, y le prometo, créame, sonaba a Cielo. No sabe lo que era una mirada de Ma
gdalena: era un alma que decía «te amo, los amo, estoy aquí para darles amor». Ella miraba profundo, indagaba, decía. Ella sabía «aletear las pestañas» y era mil millones de veces más hermoso ese aleteo que el de la más preciosa mariposa. Ella tenía facciones de princesa, manitos de ángel, cuerpo de criatura de Dios. Tan chiquita, tan enfermita, siempre ahí en su silla observando todo, lista para ser la compinche, la que buscaba la mirada y decía. Y de repente se atacaba de risa porque el gatito pasaba corriendo… Ella brincaba sentada cuando escuchaba llegar al papá, o a los hermanos, y literalmente se destornillaba de risa viendo al perro perseguir una pelotita de goma. Ella, espástica, iba poquito a poco estirando su bracito y enganchaba los dedos de ángel en una campanita musical y la hacía sonar… Y buscaba, a ver cómo le hacíamos fiestas por eso, ¡y todos le hacíamos fiestas! Ella olía siempre a bebita, y siempre estaba tibiecita y recostaba su cabeza sobre mi hombro como queriéndome consolar, pero yo, tan idiota, ¡creía que la consolaba a ella! Ella se adormecía como una princesa enamorada cuando le lavaba el pelito y se lo secaba co
n el secador, y seguía cada movimiento cuando le armaba trenzas y coletas con gomitas de todos colores. Ella no quitaba un momento su mirada de mí cuando yo me maquillaba… Y así Padre, podría seguir horas y más horas. Ella, Padre, entró en coma, pero abrió los ojos y me miró, y me dijo. Me dijo «Adiós Mamá, me voy al Cielo. Te espero allá». Y después desde el Cielo, me cantó una canción.
Yo sé Padre, y entiendo todo, pero es necio el corazón, y está muy herido. Perdóneme, me extendí mucho. Voy a bajar la Encíclica de Juan Pablo II sobre el “Sufrimiento salvífico”, pero le aseguro que sé de qué me habla. Y mi dolor es, como le dije, EGOISMO. Me falta para ser santa, y quizás, y muy probablemente no lo logre en esta tierra. No en vano el Padre ¡me quiere sacar buena! Yo sé, y me conmueve, pero soy débil, soy pecadora, el dolor forma parte del amor. Gracias Padre, ore por favor, por esta necia. Que D. lo bendiga. Elsa.
Y después de leer el Blog, me escribe:
+ ¡PADRE!
Estoy tan boba que recién ahora se me iluminó le mente y entré al Blog del Buen Amor. Y ¿con quién me encontré? Claro, con «mi Magdalena… » Padre, no puedo parar de llorar, no sé ni cómo decirle gracias, Ud. sabe reconocer los sentimientos más espirituales. Padre, me tuve que levantar e ir a la cocina, me ahogué de emoción porque 12 años más tarde Ud. el Padre Horacio Bojorge se preocupa y ocupa de recordar, de «homenajear» la vida, la lucha, el amor a través de «mi Magdalena». Una niña que para muchos su vida fue menos que nada, pero fue gloria para Dios. Padre, cuando llegué a la cocina me reí, entre lagrimones, y me dije: «¡Ves sonsa, boba y bien boba, entendé de una vez que todas las tribulaciones y pruebas de estos días, tu hermano, tu incertidumbre por el techo […] todo, es lo terrenal, es el desierto, es lo errático, es la condición del peregrino! ¡Qué poca fé, qué vergonzosa fé! El Señor te dá trompetazos al oído, y tú sorda, llorisqueando porque el diablo te metió otra zancadilla! » Hoy, ahora, es el momento de decirle Padre: Bienaventurado sea, qué sería de mí si Ud. no hubiera sido puesto por El Padre en mi vida! Su HIJA, gracias a Dios, Elsa
+ Querida hija:
Creo que el Espíritu Santo te sopló lo que yo pensaba que tenía que haberte dicho… «Ya sabe el Padre que tenéis necesidad de todas esas cosas (el pan, el vestido, agreguemos el techo…) vosotros buscad primero… el Reino de Dios y su justicia» Es decir, ponerse como hijos de cara al Padre y vivir como hijos, confiarse al Padre, para que nos engendre, precisamente en medio de esas pruebas y necesidades, en la confianza filial inquebrantable…
Doy gracias al Señor por haber podido ser para ti ministro del consuelo que viene del Padre, para que podamos consolar a otros con el consuelo con que somos consolados: somos hijos. Tenemos Padre en el Cielo. Amén. tp