Una consulta de una buena esposa
tentada contra un buen esposo…
pero… ¡mudo!
(En una próxima entrada irá mi respuesta)
Padre: quiero pedirle ayuda, porque de verdad no sé si estoy haciendo lo correcto o no. Usted me conoce (creo que bastante), y aunque me parece que nadie me va a entender, necesito contárselo.
Javier (mi esposo) no tuvo educación religiosa, es hombre de las islas del río, sencillo, trabajador, recto, honesto, creyente, noble.
Desde el tercer año de casados (hace ya 16 años) empezamos a participar en grupos católicos para matrimonios (en su inicio se nos formaba para planificación natural de la natalidad y formación en doctrina de la Iglesia al respecto).
Creo (dudo ahora) que Javier iba sólo porque yo quería, y para darme el gusto. Cuando había que dialogar el tema en grupos para luego llevarlo al plenario, él: -«no sabe”, no contesta, así que lo hacía yo sola. Sin embargo en las reuniones se mostraba gustoso.
Luego nos fueron dando «obligaciones» o responsabilidades y debimos hacernos cargo de las charlas formativas para novios que hemos asumido hasta ahora durante años. Otra vez, ahí sí se nota mucho, Javier va sólo porque a mí me gusta, porque el no siente la evangelización como algo necesario… y bueno va cuando puede, pero trato de que todo esté ordenado en la casa, la cena temprano (y todos los etcétera) para que vaya a la reunión lo mejor predispuesto posible… y cuando está allá ¡le gusta! (¿qué contradicción, no?).
Y bueno, sucede entonces, que desde hace un tiempo me siento «más porquería», porque me pregunto: -¿qué hacemos nosotros dando charlas a los novios? ¡Si les decimos cosas hermosas que nosotros no podemos (o no queremos) vivir!”.
Con Javier hablamos de muchas cosas, pero sobre Dios, la Iglesia, la muerte, etcétera, en general él es incapaz de mantener una conversación: «no sabe” dice, o simplemente no dice nada, no contesta. ¡Parece un mudo!
Siempre la educación de los hijos, pero principalmente la de las nenas me ha tocado a mí, si le hubiera hecho caso a un amigo que me recomendó que iniciara en los sacramentos a mis tres varones y a mis dos nenas, sólo cuando él se comprometiera más con su fe y con los apostolados, entonces estarían sin bautizar! Y le aclaro que él, siempre que viene de navegar y las temporadas que pasa en casa, va a misa todos los domingos, se confiesa dos o tres veces al año.
¿Sabe padre, que no logro entenderlo?, porque ahora nos invitaron a participar en otro movimiento para matrimonios y familia. Yo le dije que sólo entraríamos a participar de ese movimiento si él se comprometía a trabajar los temas y comentarlos entre los dos y dialogar. Me dijo, como siempre, que sí. Pero cuando llega el momento de conversar sobre el tema, si es a la noche se duerme, y si es de día, sale, da una vueltita, vuelve con un destornillador y unas tuerquitas para regular la estufa…. me deja hablando sola. Cuando se trata de hablar de un tema espinoso, algo que él sabe que no me gusta (por ejemplo) él se enfurruña, no dice nada y se va. Él me dice que no es necesario explicar las cosas («a mí nunca nadie me explicó nada»)
A mí me parece que él no encuentra las palabras para expresar lo que siente o lo que piensa (de hecho es un sentimental). (¿O pensar esto es un consuelo de tonta?)
Pero lo más feo que me pasa es que aunque lo quiero mucho, muchísimo, cuando pienso en esto me asalta el pensamiento: «Este hombre no era para vos»… y recuerdo las palabras de una amiga «Pero vos lo elegiste!». Y una sensación de tristeza me invade y me pongo a llorar.
Leo cosas tan lindas en su blog, sobre amor esponsal, ¡David Criado hace unos comentarios tan lindos en el blog!, veo en mi parroquia matrimonios que descubren a Dios después de años de casados y “juntos” caminan hacia Dios… y yo me siento tan sola, tan estúpida, tan incomprendida “por el que necesito” que me comprenda. Me siento el burro que tira el carro de la familia, y aunque en muchos aspectos no es así, al serlo en la parte espiritual y educativa, me siento mal. Me pregunto ¿dónde yerro?
Cuando le hago a mi esposo algún comentario de alguna invitación o actividad apostólica, se levanta y se va… no me contesta nada. Y bueno, entonces no sé que hacer… antes dejaba pasar y hacía como si nada… y nada cambió durante años.
Desde hace unos días probé a cambiar de táctica: sólo le hablo lo necesario, ningún comentario, nada de demostraciones de cariño, sólo lo necesario de buena educación… ¡para que él se dé cuenta cómo me lastima su actitud! ¡Lo doloroso que es para mí!
Entonces él me pide perdón por su manera de ser (me explica que su corazón se cierra y que no le sale nada), llora… pero hasta ahora nada cambia. Yo lo perdono (antes que me lo pida). Vuelve todo a la «normalidad» en nuestra relación, pero dentro de mí crece una feísima sensación («él nunca nada va a cambiar, vas a llegar vieja con él pero sola», «nunca vas a poder tener un diálogo profundo con él», «a él nunca le va a interesar lo que vos te interesa»)… Y tengo miedo de dejar de creer en su amor, dejar de amarlo, de traicionar a Dios por querer un exceso de bien. Dígame, padre, ¿pedir diálogo en pareja es exceso de bien?.
Muchas veces siento que hago de madre de mi esposo, porque él reza si yo rezo, va a reuniones si lo invito, se confiesa si se lo pido… en fin no lo siento como una ayuda. Varias veces le he dicho que él no es solamente el «proveedor de la casa». ¿O es que debo dejar el manejo de la casa y que se arregle él solo?
A veces me dan ganas de ir a hablar con mi párroco y decirle que no voy a trabajar más en la parroquia, que me voy a limitar a ir a misa, o dar catequesis, o cosas que yo pueda hacer sola, y él «que joda»… PERO NO PUEDO HACERLO, siento que entonces lo estaría abandonando, y esa tensión es permanente: siento que estoy trabajando (en la parroquia) en lo que no debo (porque somos una des-pareja), pero a la vez es lo que, me parece necesario, más necesario para nosotros.
¿Usted qué me dice padre?
Su hija
Mercedes
Autorización
Querida Hija:
Tu carta pinta tan bien y de cuerpo entero una tentación muy común del demonio a las buenas esposas de buenos esposos, que sería muy provechoso que me dieras permiso para usarla cambiando todo: los nombres de los personajes, motivos de la tentación, lugares, y todas las circunstancias. Quedaría irreconocible y te la mandaría todavía para que la vieras antes por si te parece que hay que cambiar algo más para hacer todo irreconocible.
Querido Padre: úsela usted como quiera. La tranquilidad que trajo a mi vida su consejo (hace rato que tenía esas tentaciones, aunque nunca tan fuerte como cuando le escribí), no tiene precio… y si eso le sirve a alguien más… úselo nomás. Y hágalo de la manera que usted crea mejor.
Su hija