
Saludos Padre,
Me llamo Susan, tengo 25 años.
Tengo una duda sobre qué debería hacer. Resulta que hace diez días, más o menos, empecé a escribirme seguido con un amigo de la parroquia que me demuestra mucho interés. Tiene 31 años. Es lo opuesto a mí muy extrovertido, yo soy más calmada.
Ha dejado de pasarme mensajitos y en vista de que ya no lo hace me da la impresión de que ya no hay interés y por eso dudo si debería pasarle uno (por si capaz él ya no quiere). Por lo general el varón, si quiere, persiste uno poco, tal como lo hizo al principio.
Salimos a tomar algo sólo una vez y al día siguiente nos volvimos a ver en su casa con unos amigos y desde entonces ya no escribió más. ¿Qué debería hacer yo ahora? Sé que es tonto lo que digo en comparación con las preguntas y respuestas que he leído en su página de internet.También porque sólo nos tratamos 10 o 12 días.
Me da vergüenza escribirle a Usted por esto pero, la verdad, nunca he tenido novio y sólo una vez otro chico empezó a escribirme y este sí, lo hacía más seguido; pero de repente también, dejó de escribir y yo no lo seguí haciendo tampoco; tampoco pregunté qué pasaba ni tomé la iniciativa de pasarle un mensaje.
He oído un audio suyo en el que explica que es Dios quien pone la iniciativa o el deseo en el corazón del varón… Gracias Padre. Susan
MI RESPUESTA AL PRIMER MENSAJE DE SUSAN
Querida Susan:
Cuando el varón deja de escribir o comunicarse después que la chica ha correspondido activamente y demostrado su receptividad, es habitualmente por alguno de estos motivos:
1) Se ha dado cuenta de que no tiene los medios materiales para llevaradelante una relación amorosa que no puede culminar en la boda y la formación de la familia (y en esto debería haber reparado la chica antes de corresponderle) Este motivo habla bien de la racionalidad del varón
2) Se ha dado cuenta de que no hay esperanzas de acostarse con la chica, y corta para iniciar un juego de pescador que va aflojando y tirando, aprovechando que la chica ha mostrado su interés (y a la vez su debilidad sentimental) cuando no toleró su silencio y quiso continuar la comunicación. A este caso, le podemos llamar «El Don Juan»
3) Es un adicto al «flirteo». Va de chica en chica como el picaflor de flor en flor, bebiendo de lo dulce, afectivo, receptivo que tiene la mujer. Pero no es capaz de establecer con ella un compromiso de amistad real, común, que pueda cuajar en matrimonio. Es «El picaflor». Abunda muchísimo en el mundo y en las parroquias. Les pasa algo parecido a lo que dice Antonio Machado en una de sus poesías «Amé lo que ellas pueden tener de hospitalario». Pero son consumidores del «encanto femenino». Y pará de contar.
Conviene que la joven se ponga «indiferente» ante el casarse o no casarse (como pide san Ignacio al que empieza sus ejercicios espirituales) según sea o no la voluntad de Dios y no la propia. Dios habla con hechos. Y hay que dejar que hable.
Y mientras tanto olvidarse desí misma y amar a los suyos, sin dejarse paralizar por el «volverse sobre sí misma», ego-centrismo. Salir de sí hacia los demás en las mil formas en que la mujer es capaz de hacerlo, como hija, hermana, tía, sobrina, cuñada, profesional, empleada, enfermera, esposa, madre, música, maestra, artesana…

El amor que de ella mana
se derrama y se derrama.
Por la voz o el pensamiento.
En la risa o el lamento.
Lo que dice, piensa o hace
o que pase lo que pase.
Todo alcanza su verdad
si lo hizo con caridad.
Pues nada adquiere sentido
si no fue amado y querido.
Todo resulta engañoso
sin el impulso amoroso.
También hasta el matrimonio
si en él la embarcó el demonio.
1ª CORINTIOS 13, 1-3