Segundo correo de Enenia ese mismo día.
Yo he tenido sueños eróticos y a veces he visto pornografía.
Y muy pocas veces, sin motivo,[1] me masturbo, y a veces pienso que voy a tener un hijo del malo[2].
Cuando pequeña[3] pensaba que el malo quería deleitarse con mis pechos, y es muy confuso pero lo veía en mi mente y no sé si era imaginación o en realidad una visión en mi mente, era un demonio negro [4]. Padre si es posible darme el número de un teléfono celular o de un fijo para hablar con usted si lo considera usted prudente y conveniente si no pues no, nos seguimos comunicando por correo.
Después de una masturbación quedo débil [5] en ocasiones y lo otro que me ha sucedido es lo que le he contado tentaciones de pensamientos impuros con hombres a veces los acepto y los sostengo y siento ardor en la vagina y en ocasiones he tenido sangrados. También me parece que sepa que yo quería ser hombre[6] y lo que me sucede es que en la masturbación me comporto como varón[7] pero sintiendo al mismo tiempo que soy mujer.
[1] Nótese que sin motivo o estímulo exterior ni, al parecer, tampoco previas imaginaciones internas, o hasta al margen de su intención. El acto parece ajeno a lo voluntario. Pasados los años actualmente ubico los padecimientos de Enenia a la luz de estudios sobre el disfraz psíquico de la acción demoníaca.
[2] Intrusión perversa pero a la vez invitación a la alianza.
[3] El hostigamiento comienza desde niñas
[4] Circumdatio con imágenes interiores o visiones intelectuales imaginarias. Esta mirada imaginaria la acompañará toda la vida como un tatuaje interior de su memoria y su imaginación. Ya de niña la tentación la induce a fijar atención en sus senos como mirados por “alguien” con una mirada maligna lúbrica, no amorosa, que no recuerda bien si era de deseo impuro y odio a la vez, es decir eclipsando la verdadera misión amorosa de los pechos en su destino de mujer madre. Esto sucede a una edad al parecer poco anterior a su menarquia y anterior a la maduración de su plena autoconciencia de mujer y del despertar sentimental amoroso. El intento aparentemente de este ataque del Maligno es separar en la memoria y el imaginario, lo genito-sexual y lo erógeno, de sus finalidades en la vida madura de una mujer, de la unión esponsal amorosa, que es su contexto o marco orientador o configurador. La imagen del ser y la mirada maligna es un flash delirante que se fija como un tatuaje en su memoria imaginara.
La mirada es tal que sugiere una inculpación por su misma realidad corpórea femenina. La culpa de ser mujer y de sus atributos de hermosura. Los separa de su gloria de órganos accesorios de la misión amorosa materna. Y los pone en clave lúbrica.
[5] Experiencia común a las de otras personas que atestiguan lo mismo.
[6] Es posible inferir que ese ha sido otro imaginaciones, o fantasías delirantes perturbadoras y confusoras traídas por el enemigo. En la línea de la desvalorización de su ser mujer y de las voces denigratorias que dice percibir interiormente, por vía de delirio auditivo. El mismo deseo, en otros casos que el de Enenia, surge después de abusos siendo niña y que despiertan el deseo ser varón para no ser molestada por varones. En el caso de Enenia, el abuso ha sido esa mirada de un demonio negro deleitándose en sus pechos de niña.
[7] Más adelante aclaró que se siente varón porque al masturbarse lo hace con una almohada boca abajo, en posición del varón. Soy consciente de que mi aproximación al relato no es la de un psicólogo con categorías de esa naturaleza, sino fundada en la convicción de la intrusión demoníaca en la sexualidad para desviarla de sus fines e inculparla por su misma esencia femenina victimizada.