SUSANA SEEBER DE MIHURA 1948/6 [59]
Octubre a Diciembre

1948 SEXTA PARTE: OCTUBRE a DICIEMBRE

«Llega un momento en el que el razonar no sirve, es una cosa inútil: que no se puede emplear, y que no se necesita. Yo sé que mi inteligencia y mi razonar son los mismos de siempre; pero los he sobrepasado. ¡Cómo hubiera despreciado esto antes! Creía que era con la sensibilidad y la imaginación con que se rezaba. Pero la “marcha ascendente” del espíritu no sube de la inteligencia a la sensibilidad; sube a otra cosa, cuya existencia yo ignoraba…»

OCTUBRE
13 No es con mi inteligencia sino con otra cosa -y que Dios me ayude– que no tengo que entender. Tengo una confusión adentro mío que es necesario que ordene, y mi inteligencia no me sirve para esto. “La Historia de un alma” [Autobiografía de Santa Teresita del Niño Jesús.]ha conmovido mi inmovilidad. ¡Qué ignorancia la mía, y que presunción, ante aquella mujer! Empecé el libro juzgando con mi razón, y me pareció infantil y tonto. Y, después, leí hasta la madrugada sin poderlo dejar.

¡Mi incapacidad para juzgar, mi indignidad! Me parece, de pronto, que se hubiera descorrido un velo. ¿Qué creía yo que era amar a Dios? He leído de una mujer en cuya vida no hubo ninguna visión, ningún éxtasis, ninguna de esas alegrías de la certeza de la fe, llenas del fuego de Santa Teresa. Y que seguía amando a Dios, a pesar de las tinieblas en las que estaba envuelta su fe. Y pensé que amar, yo, a Dios, será siempre así como es ahora. Que es una cosa dura y difícil, y al mismo tiempo -si Dios quiere, y esta sombra de amor se vuelve verdadero amor- suave.
¡Pero cómo me desconcierta a veces, y me asusta, pensar que tal vez sea siempre en la vida, esto que no sé cómo expresar, este vivir sacrificando todo (y todo, es el amor de sí misma) a Algo, a Alguien que se me escapa, Algo cuya posesión no se alcanza. ¡Vivir en las tinieblas! Al amor que damos, no responder nadie. Amar sin sentirse amada, ante el silencio del que amamos. Más aún, ante un Dios oculto cuyo Rostro no veremos jamás. A eso hay que decidirse, entregarse a eso que yo no sé si llamarlo amor. Y no, su nombre no es amor, sino fe. Y, sin embargo, pienso en la Comunión y no puedo dejar de desearla.

***

15 Oí una conferencia de M.E. En un momento, pensé: esa clase de inteligencia, esa forma de razonar, ese vocabulario y hasta esa manera de vestirse, hacen que esa mujer se parezca a mí. La mujer que yo veía allí parada es la que yo pude haber sido, si a los 20 años hubiera vivido la vida que me gustaba y para la cual creía haber nacido.

Puedo pensar que, vivida hoy, mi juventud podría haber sido distinta. Hubiera podido estudiar sin tener que ocultarlo, y hubiera habido para mi actividad un campo más amplio que el de las “sociedades de caridad”, a las que odiaba. Pero no: esa mujer que tanto se me parece, ¡nunca hubiera podido yo serla! Es la que hubiera deseado ser, la yo ideal. Pero hoy, como ayer, yo sé que, a los 20 años, volvería a sacrificar toda mi inteligencia y mis ambiciones, mis intereses intelectuales y altruistas, hoy, como ayer, volvería a cambiar toda mi inteligencia por el éxito con los hombres de las más tontas de mis amigas. A los 20 años yo no quería ser inteligente, y quería ser amada.

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30 Hoy, la ceremonia de la entrada en la Acción Católica. Nada más que angustia y desolación: un vacío espantoso. En el momento en que me pusieron el distintivo… no sé, no quiero saber lo que sentí. Fue como si me hundieran y me enterraran. Como si me quitaran mi yo, como si me marcaran, me encadenaran. Pero Cristo, Cristo no estaba. Odio ese distintivo es un muro que me separa de los demás.

No sé más lo que quiero, no puedo pensar. Dios mío, haz lo que Tú quieras conmigo. Yo seguiré. Iré mañana a comulgar como siempre. Por obediencia, pero no sé más lo que creo. Todo lo que he escrito antes me parecen fantasías. La realidad es esta ceremonia y este distintivo, y esta obligación con la que me he cargado. Yo pensaba: “¿Qué importancia tiene? Seguiré siendo igual a lo que siempre he sido”. Pero sé que no es así: algo ha cambiado fundamentalmente. He elegido un camino; no es lo mismo la Acción Católica que ser católica sencillamente. No sé porqué, ni en qué, pero lo siento; y es un camino por el cual yo no quería andar.

NOVIEMBRE

2 Cuando todo lo que me rodea se vuelve oscuro, y veo que no entiendo ni la Misa ni la oración, ni la Redención, y pienso si no será falso todo esto, trato entonces de volver atrás y de pensar con sólo mi razón, y no puedo ya. Aunque me rechace el escribir esta frase, es la verdad y tengo que escribirla: la abundancia de las gracias que Él me ha dado, no puedo negarme a verlas: son una realidad que no puedo hacer a un lado, o pasar por encima. Aunque no tenga ahora más ningún “consuelo espiritual”, ninguna alegría, ningún entendimiento de los misterios de Cristo; aunque me pese y sufra, y me angustie hasta llorar, no tengo más remedio que ser dócil a su Voluntad.

5 ¡Dios mío, Te agradezco la tarde de hoy! Sí, es cierto que Tú consuelas, y que vuelcas sobre nosotros la “multitud de gracias” que no merecemos. Te agradezco porque en este vacío y desolación, en este no concordar mío con la Acción Católica, se me ha abierto, sin embargo, una perspectiva. Luchar en mi ambiente, y con las armas que poseo, por la Verdad, por lo que debe ser y no es: con qué alegría puedo atisbar ese objetivo en mi camino de la Acción Católica, un camino por el que antes no veía nada que me entusiasmara, nada que me pareciera eficaz o para lo cual yo me sintiera eficaz. Este sí. En esto creo, esto es factible: mover a esta sociedad desespiritualizada e ignorante; ignorante, sobre todo, de lo más elemental y natural: de la educación de los hijos, de la función de la mujer en su casa, de la preparación de las hijas para afrontar la vida. Y creo, sí, que un pequeño núcleo puede transformar a toda la masa; porque todo irradia y se prolonga, no podemos saber hasta dónde. Y no hay nada que se pierda, ni palabra que deje de cumplirse alguna vez, de alguna forma. Y Te agradezco, Dios mío, porque he podido creer con sencillez en todo lo que aquel sacerdote habló sobre la Virgen de Fátima, y porque con sencillez pude rezar hoy el rosario.
                Hoy tengo una gran paz que me ha sido dada, no la encontré yo por mí misma. A mi gran asombro, desde el otro día en que por primera vez me prendí el distintivo de la Acción Católica con una rebelión de todo mi ser, no me ha costado ponérmelo, ni me ha importado: ¡ni siquiera me he acordado de que lo tenía puesto! Para lo único que me he acordado de él ha sido para andar por la calle lo más derecha y elegantemente que he podido: no para que me miraran a mí, sino “para serle honor a Jesucristo”. Porque sé hasta qué punto influye el que sea una mujer que llama la atención, la que se reconoce católica. ¡Quisiera ser una mujer espléndida para desconcertarlos más!

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11 Llega un momento en el que el razonar no sirve, es una cosa inútil: que no se puede emplear, y que no se necesita. Yo sé que mi inteligencia y mi razonar son los mismos de siempre; pero los he sobrepasado. ¡Cómo hubiera despreciado esto antes! Creía que era con la sensibilidad y la imaginación con que se rezaba. Pero la “marcha ascendente” del espíritu no sube de la inteligencia a la sensibilidad; sube a otra cosa, cuya existencia yo ignoraba, como ignoran los que juzgan sin haber recorrido este camino. No pueden conocerlo. (Escribo como si quisiera justificarme -y es cierto- quiero justificarme frente a esa yo que era). ¡Y yo que creía que nunca podría rezar! Y tenía razón, porque el hombre con sus propios medios no puede contemplar a Dios. Es Otro quien lo levanta y le abre los ojos.

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16 Conversando con Francis anoche. Por curiosidad escribo lo que decíamos. Estamos viviendo en el caos, en la transición de una civilización a otra, y es imposible prever los acontecimientos. Antes, durante la guerra, los acontecimientos seguían una dirección previsible, y nosotros la previmos bien. Pero ahora ignoramos quién está manejando la marcha del mundo, ni con qué intenciones. Si hubiera guerra, algo podría preverse. Pero yo creo que no la habrá, por lo menos en 10 o 20 años; porque creo que Rusia y Norteamérica se acomodarán. No sé cómo ni porqué, pero un entendimiento entre estas dos cosas aparentemente tan distintas como son el comunismo y el capitalismo, no es imposible. La democracia liberal me parece concluida. Y es que, en resumidas cuentas, no hay libertad de pensamiento en las democracias. En Rusia no la hay, abiertamente; en Occidente está ausente de un modo más sutil: porque aquí la humanidad piensa como se le indica que piense, con los diarios y la propaganda.

DICIEMBRE
3 (En San Gabriel) Mi último pensamiento, al salir de la ciudad, fue: “Dios mío, defiéndeme de la serenidad del campo”. Y ahora me pasa lo mismo que otras veces. Vuelvo a ser como una parte de la naturaleza, como una planta, como un animal. ¿Deberé, también en esto, ir en contra de los sentidos? ¿No sólo cuando ellos me arrastran al mal, sino cuando me sumen en esta indiferencia hacia todo lo que no sea visible y palpable?
Y el esfuerzo que tengo que hacer, en esto, no es sólo contra mis sentidos sino también contra mi inteligencia, que duda porque me hace parecer artificial todo lo que no sea esto que siento y veo. ¡Cómo amo, con mis sentidos y con todo mi ser, a este cielo sin Dios, a esta tierra aunque esté quemada y endurecida por la seca, a estos árboles y a esta calma llena de cantos y sonidos dulces! Eso soy yo, aquí: un río que corre sereno y al que hay que poner, absurdamente, un dique. Regar las plantas y cortar las flores, y ver crecer lo que he sembrado, y hacer todas las pequeñas cosas de las que está llena la vida acá. ¡Oh, amada actividad! ¡Cómo amo la vida que aquí se explaya ante mis ojos, en el cambiar del tiempo, al sol y la lluvia y el viento! ¡Qué profundamente unida estoy a esta naturaleza, cómo vivo de su vida! ¡Qué infinitamente lejos de mí, ese Hombre crucificado! ¡Qué contrario a mi verdadero ser, mi actividad en la Acción Católica! Pero, Dios mío, no dejes que me hunda y me desvanezca en la serenidad de la Naturaleza que creaste. ¿Cuánto mayor es el peligro que me acecha hoy, que el de la pasión y el mal que muestran la cara! Aquí es como si un sueño delicioso fuera anulando mi voluntad.

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6 No, no volver atrás. Esas dudas ya las he pasado hace tiempo, y a pesar de ellas creí, gracias a mi propio razonamiento y a la Gracia de Dios. Hacer el esfuerzo ahora, vencer la pereza que me envuelve, aferrarse, no soltar. Aunque no vea ni oiga nada, como cuando uno se agarra a algo firme en medio de las olas que rompen sobre nosotros y nos arrastran. ¡Oh Cristo, no me abandones!

***

7 No sé qué tristeza siento. Algo ha cambiado en mi estancia, y no sé qué es: algo que oprime el corazón y me da frío. Otras veces la he visto más fea, pero ahora me es como una extraña. No reconozco mi jardín y mis plantas; y lo que me desconcierta es que no hay motivo para ello: todo está igual. Quizás sea, en parte, el pesimismo de Enrique, su amargura. Esta especie de enemistad, que sin quererlo él ni quizás su gente, poco a poco se va dibujando y adquiriendo realidad. [La política demagógica de Perón llegó a influir sobre las relaciones laborales del campo, tradicionalmente paternalistas. El malestar al que hace referencia la autora derivó en un conato de huelga, circunstancia absolutamente insólita en la vida de la estancia.] Pero no es esa la causa de mi “no hallarme”. Ricardo, con su sensibilidad afinada, algo ha sentido también. Me dijo ayer: “Por qué están siempre cambiando cosas aquí? Yo quiero la estancia como siempre estaba”. Y le dije: “Nada hemos cambiado. Fuera del limón del patio que se ha podado, todo está igual”. Pero está, y no lo está.
                        Debería alegrarme de que, así, Dios corta las cadenas que me atan. Pero, ¡Oh, no quiero dejar de amar mis árboles y mis plantas y mi cielo lleno de estrellas! Debería alegrarme, pero siento una intranquilidad adentro. Porque si esto no lo he sentido yo sola, entonces no es una impresión mía, producida por mi religiosidad, sino algo exterior.

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