SUSANA SEEBER DE MIHURA 1949/1[60] «HÁGASE EN MÍ»

1949 – FEBRERO, MARZO y ABRIL
“Sí, yo creo que esta noche puedo decir: “Hágase en mi Tu voluntad”. ¿Qué temo del dolor? Si he flaqueado, ha sido porque confié solamente en mí. ¿Qué puedo temer si me entrego en manos de Dios? No me abandonará: aunque parezca, a mi ceguera, que me abandona. Tengo que saber que sólo se está reservando el momento de inundarme de luz.”

Lo que hay es una civilización liberal capitalista y una comunista, veteada la occidental de cristianismo. Cristianismo que está, a su vez, por mitades, decadente y renaciente. […] para un cristiano, esos dos bloques son un mismo bloque enemigo: porque la civilización occidental es, hoy, tan atea y materialista como la otra y no guarda más que ciertos gestos exteriores del cristianismo.

FEBRERO

6 Para vivir la verdad después de haberla visto se necesita más valor de lo que yo creía. Debería agradecer a Dios que me quita mi amor a una realidad a la que amaba demasiado. Pero, Dios mío, ¡cómo vacila mi fe! Estoy amargada y mala, cuando antes me era fácil sonreír y ser buena.

***

9 ¿Qué es este sufrimiento mío sino amor a mí misma? A pesar de todo lo que he resuelto, sigo poniéndome a mí misma como eje de todas las cosas. Si sufro por no poder amar mis árboles y mi cielo, es porque quería la alegría que me daban. Si lloro de la falta de amor, es porque me siento yo abandonada e incomprendida. Me acuerdo cuando pensaba: “Soy demasiado feliz, necesito sufrir para llegar a Dios”.                     Y ahora el sufrimiento, el interior y el físico (porque tengo miedo también de lo que signifique ese dolor de mi cintura) me han vuelto amarga y egoísta, dura y cobarde. ¿Así he cumplido mis resoluciones, así he materializado mis pensamientos? ¡Oh Dios mío, que te has alejado de mí, dame paciencia, dame valor, ablanda mi corazón!

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13 Te pido, Dios mío, salud. Que este dolor, esta semi-invalidez que me separa y me aísla de los demás, pase; y este miedo, que pone una sombra sobre cada día. Pero no me lo quites, si esto por lo que estoy pasando, con tristeza e impaciencia, va a hacer que Te comprenda y Te ame más. Tengo que hacer que, con Tu ayuda, me sirva para perfeccionarme, porque si es Tu voluntad no quitármelo, para eso me lo mandas. No puedo desaprovechar nada de lo que me mandas. Mi felicidad y mi optimismo han sido, casi siempre, inconsciencia: involuntaria o deliberada.

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15 No, no puedo seguir así, en esta tristeza, en esta inquietud, en este egoísmo y mal humor. Estoy haciendo todo mal. Lo que debería ayudarme a ser más buena, me hunde en la oscuridad. Tengo que liberarme de eso. Si no puedo vivir sin alegría, tengo que buscar la alegría en Dios. No sé si esto no está mal, si no es otra forma de huir. Pero no, estoy segura de que no está mal. ¡Oh Dios mío, yo no era tan cobarde ni tan llena de temores! Ayúdame a encontrar, conscientemente ahora, el valor, en la naturaleza que me diste, a encontrarlo y a armarme con él. Mi valor y mi optimismo tienen que tener otra razón de ser que la inconsciencia y la salud de antes, pero la tierra de donde brotan siguen siendo esta misma naturaleza mía. Tu Gracia, Tu ayuda: yo sé que sin ellas nada puedo. Pero es cuando las fuerzas ya no dan, que Tú ayudas.
                   Agradezco al Padre que me dijo que rezara el rosario todos los días. Porque hoy me puse a rezar los Avemarías, como quien se echa en los brazos de una persona amada y descansa.

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16 De pronto, esa frase que leí: “Este es, hijos míos, el camino que lleva a Dios: la total renuncia de sí mismo y de lo que uno posee. Quien pudiera obtener una gotita o una sola chispa de tal renunciamiento, se hallaría más cerca de Dios que si se despojara de todas sus ropas y las diera en limosna, más que si comiera guijarros y espinas… Un solo instante que viviéramos en tales disposiciones nos sería más útil que 40 años de trabajos que eligiéramos por nuestra propia voluntad.”
                 ¡Dios mío, oh Dios mío! ¡Oh frases y palabras que destruyen lo que siento, que no expresan lo que siento, que temo que me engañen! Y que, sin embargo, no puedo dejar de escribir. ¡Qué confusión adentro mío, qué de imágenes y deseos, que me llevan de un lado al otro! Cristo crucificado por mí, Cristo que me ama a mí, y que yo quiero –y no quiero- amar. Ahí está, delante mío, y en este mismo momento, e incesantemente, se está ofreciendo en una Misa, y yo no respondo a su llamado. Y una eternidad de felicidad o una eternidad de sufrimiento. ¡Y dudo! ¿Será que ni el miedo al infierno es capaz de doblegarme? Me tiré en la cama, y hubiera querido tirarme en el suelo, hundir la cara en la tierra. ¡Dios mío, Dios mío, estoy así atada con cadenas a la tierra, atada a esta tierra, a esta materia, y no puedo romper esas cadenas!
                 Y después, mi vida. Toda mi vida de felicidad, de alegría y de amor, toda esa felicidad inmerecida. Mi vida estaba llena de alegría, y mi corazón de amor por todas las cosas. Y ahora sé, aunque no sé porqué ni en qué forma –pero siempre lo supe, desde el principio- que a esta felicidad tendría que pagarla. Tanto como subí, tan alta como fue mi alegría y mi felicidad, tan hondo tendrá que ser mi sufrimiento. Porque la medida para mi sufrimiento no será algo que me sea impuesto desde el exterior: sucederá en mi interior. Y si amo así las cosas –a mí misma, en realidad-, hasta más no poder amar, así tendré que dejar de amar, en esa medida. Desde tan alto he de caer, hasta tan hondo tendré que penetrar. ¡Palabras, palabras y palabras! Y este poquito de lo que Dios me ha dado a probar, ¿ha sido demasiado para mí?

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Hoy odiaba esas palabras, ahora las amo. Quisiera saber escribirlas, las maravillosas palabras que digan de mi amor a la vida, a ese cielo gris y oro detrás de las líneas esbozadas de los árboles; palabras que rindieran el sonido claro del agua al rasgarla los remos, y el canto de los pájaros y el correr de las gallaretas rozando el agua, y la suavidad del aire en la hora del atardecer.
                   Y pienso en esa elección que tengo que hacer. Mientras volvía caminando, pensaba:  “Sí, yo sé que el tiempo pasa, que mi vida dura un instante. Lo sé, lo siento, a ese correr del tiempo. Y, sin embargo, no puedo convencerme de lo que sé. Es en ese aspecto del “correr del tiempo” que la vida es, en efecto, una ilusión: la ilusión de que es eterno lo que, pasando tan rápidamente, es como si no fuera. Y sé que puedo elegir vivir una ilusión, un engaño. Sé que puedo vivirlo y ser feliz: feliz en la mentira. 

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17 Por primera vez, apenas, alcanzo a comprender algo del Sacrificio de la Misa. Anoche me anonadó el pensamiento de que en cada momento del día, en alguna parte, Cristo se está ofreciendo realmente. Esta idea de que la Misa es el mismo Sacrificio de la Cruz, que lo renueva y perpetúa, este concepto que se me escapaba y que todavía ahora apenas alcanzo a agarrar, ¿será comparable a cuando se tira una piedra en el agua y dibuja una onda? (No pienso en la explicación científica sino en el hecho visible como símbolo): una sola vez esa onda es producida por la piedra que cayó pero sigue reproduciéndose la onda. Aunque la piedra ya cayó y no se reproduce el gesto de tirarla, es como si todo el tiempo se la estuviera tirando. ¿Así se renueva y perpetúa y sigue existiendo, así sigue siendo la causa, esa primera y única piedra?

***

No, no tengo que escribir más. Casi siempre escribo, no sola ni delante de Dios, sino explicándome, disculpándome delante de una mirada escéptica y una sonrisa burlona (¿sincera, absolutamente sincera?). En este momento no escribiría razones, ni estudiaría lo que siento. Escribiría una oración ¡eso es lo que hay adentro mío en este instante!

MARZO
5 Necesidad de hablar con el padre Moledo. ¿Para qué, por qué? No lo sé exactamente. Dos problemas: uno espiritual, mi estancamiento. La causa la sé: es negarse, lo más íntimo de mi misma (tan íntimo que está más hondo que mi inteligencia, en el plano de mi voluntad), a decir: hágase Tu voluntad. Porque Su voluntad es la expiación y el dolor. Y otro problema es el material: mi inutilidad en la Acción Católica. No tengo entusiasmo en la acción, no sirvo para la acción. Soy menos inteligente y menos eficaz que cualquiera en eso.

ABRIL
10 (En Buenos Aires –Domingo de Ramos) ¿Será ese el secreto? Abandonarse a Dios, dejar que Él nos modele. Mi trabajo no es sino “volverme una pasta maleable”, venciendo mis pasiones, evitando el pecado. Pero adelantar en el conocimiento y en el amor de Dios, eso no soy yo sino Dios quien lo hace. Cuando Él quiera y como Él quiera, será mi acercarme realmente a Él. Ahí estaba mi error.
Sí, yo creo que esta noche puedo decir: “Hágase en mi Tu voluntad”. ¿Qué temo del dolor? Si he flaqueado, ha sido porque confié solamente en mí. ¿Qué puedo temer si me entrego en manos de Dios? No me abandonará: aunque parezca, a mi ceguera, que me abandona. Tengo que saber que sólo se está reservando el momento de inundarme de luz.

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11 Me alegro de haber ido a la conferencia de ese padre francés. Porque he oído lo que sabía, pero olvido siempre: que hay que ser cristiano, dar testimonio de Cristo, en la vida que es de cada uno. Vivir, reaccionar como cristianos, “diferenciados” de los demás hombres. Es lo que no hacemos, lo que no he hecho. Reaccionar como cristiana en cada momento del día. Aunque el alma esté unida a Dios, los pies sobre la tierra: temer, siempre, el perder contacto con la realidad.
               Dijo también: “El mundo está dividido en dos bloques: marxismo y cristianismo, materialismo ateo y espiritualidad cristiana: representados, respectivamente, por Rusia y el bloque anglo-sajón” Pero me parece que esto no es así, que hay en esta “frase hecha” un error; mejor dicho, una verdad mezclada con error, un principio verdadero y una conclusión falsa: un razonamiento mal hecho. Porque es cierto que el mundo está dividido en dos bloques: cristianismo y marxismo. Pero no es cierto que esté el uno en Rusia y el otro en América. ¡No está así, como un queso partido por la mitad, uno de un lado de la cortina de hierro y el otro de éste! Lo que divide esa cortina es un sistema político de otro, no una religión. Lo que hay es una civilización liberal capitalista y una comunista, veteada la occidental de cristianismo. Cristianismo que está, a su vez, por mitades, decadente y renaciente. Y el cristianismo está aprisionado por la piedra, como la veta en el mármol. Y esta piedra –y aquí la comparación no puede seguirse- es hostil: aprisiona y destruye a la veta. De modo que, para un cristiano, esos dos bloques son un mismo bloque enemigo: porque la civilización occidental es, hoy, tan atea y materialista como la otra y no guarda más que ciertos gestos exteriores del cristianismo.
                   El padre Moledo dijo un día que esta última, por lo menos, “nos dejaba actuar”. Pero nos deja actuar como se deja jugar a un chico con unos cubitos de madera, ¡porque no representamos para ellos un peligro ni remotamente! La verdadera torre la hacen ellos, los grandes. El cristianismo no puede estar ni con un lado ni con el otro.

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15 (Viernes Santo) Fuerza, virilidad, amor ardiente, pasión por Cristo. Valor y lealtad: eso, el sermón de esta tarde. ¡Oh Cristo, Cristo, ese amor es el que pudo!

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