SUSAN TESTIMONIA CÓMO VIVE SU ESPONSALIDAD
CON JESUCRISTO ESPOSO DEL ALMA

Otra mujer que oye la llamada esponsal de Jesucristo Hijo de Dios e inicia un dichoso proceso de transformación interior

Padre Horacio:
         En Agosto del año pasado (2017) usted predicó en una parroquia de Montevideo un retiro al que asistí , sobre el tema: «MIRA QUE ESTOY A LA  PUERTA Y LLAMO». 
         Usted también habló sobre los dos tomos de su libro: «Me quiero casar». 



       Usted nos predicó allí a las mujeres, la llamada universal de Cristo — a toda mujer — a la esponsalidad con Él. 
        Cuando, después de su charla, una asistente al retiro dio testimonio sobre los efectos que tuvieron en ella cuando  empezó a recitar la copla de la esposa de Cristo en su vida diaria: ¡quedé impactada! 
        Después ella misma me regaló su libro. No puedo  explicarle lo que experimenté al  leerlo. Esa declaración de amor era para mí. No tenía dudas.
        Padre,  le cuento que yo conocí a Jesús en la Renovación Carismática hace 26 años  y que  desde entonces estoy integrada a la Iglesia Católica, siempre comprometida  en algún pequeño ministerio.
        No me era desconocida esa efusión de gozo celestial en la que me veía sumergida por medio del Espíritu Santo. Pero sentía que el Señor me llamaba a una mayor entrega, una nueva manera de relacionarme con El, un regalo inmerecido de un Dios tan misericordioso que se ponía a mis pies 
como un mendigo de amor, pidiendo ser amado.
        Padre, soy una mujer casada, con un buen esposo aquí en la tierra, que me cuida, quiere y protege. Soy además madre  y abuela.
        Pero esto de ser Esposa de Jesús…que la Iglesia  esté  en mi de manera análoga como lo está Jesús en cada partícula de la Hostia consagrada, etc. etc… era para mi una ignorancia total. O quizás era una gracia especial para almas  muy exquisitas….Pero no… la condición era ser mujer  bautizada, y yo lo era… y punto. 
         Además, — hablando  en términos médicos — tenía otros  buenos «síntomas»: comencé a tener una confianza como nunca antes; una gran alegría; una certeza muy grande de su amor tan tierno, delicado, prudente, paciente; podía discernir los pensamientos del mal espíritu, con su tridente de miedo, tristeza e ira que tanto me habían atormentado.
         Vuelvo  a repetir que nunca dudé que el Señor me estaba pidiendo como todo un caballero: quieres ser mi Esposa?
          A pesar de todo esto miles de argumentos  pasaron por mi cabeza para no dar el «SI»; tentaciones  de todo tipo querían hacerme abandonar el camino.
          Los sentimientos que enseguida aparecieron, por momentos me eran esquivos (nada mas erróneo  que confiar solamente  en ellos).
          Finalmente el 21 de Febrero  de este año (2018) apenas me dispuse a orar por la noche, broto de lo mas profundo de mi alma un grito silencioso casi inconsciente: «Quiero ser tu esposa». Mi alegría fue inmensa.
          Desde entonces me esfuerzo  por vivir como una buena Esposa. Le pido a la Virgen  todos los días que  me ayude a ser fiel, que me enseñe a confiar, a abandonarme en brazos  de tan distinguido Esposo, y que pueda mantener y cultivar  el diálogo  íntimo y continuo con EL.
          Me doy cuenta que soy mejor Esposa, aquí en la tierra, más atenta y cariñosa. Era una persona hiperactiva, que ha aprendido a andar  más lento y a dejar cosas sin hacer. Eso de andar tan de prisa cierra los oídos y los ojos
del alma.  Le ofrezco  todo  lo que hago a mi Esposo celestial y lo que  no me gusta hacer lo hago por amor a El. 
           No faltan  los susurros  al oído del alma que trae el tentador enemigo, pero me refugio en Él y todo pasa; a veces con mayor dificultad. Durante  mucho tiempo viví engañada ignorando la acción del enemigo, pues sólo  lo percibía en las grandes tentaciones.
           Ahora usted  forma parte del secreto más íntimo de mi alma  y que pocas personas  conocen.
          Gracias Padre Horacio por presentarme  a Jesús como mi Esposo  celestial y por todo su trabajo. Dios lo bendiga. Susana
Por supuesto que puede publicar mi testimonio bajo seudónimo. 
Llámeme «Susana»

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