El que tiene poder
para entrar
en nuestros aposentos
Cómo empezar el relato de una experiencia que es sencilla pero grandiosa por su intensidad, cómo explicar y contar una cosa que significó un cambio importante. Cómo narrar mi propia conversión.
Sí, conversión aún cuando yo estuve siempre a lado del Padre (como el hijo mayor de la historia del hijo pródigo). En las páginas de un libro encontré que los males y los sufrimientos no ocurrían por gusto, que Dios sabía sacar provecho de eso para nuestras vidas y no significaban pérdidas. Fue lo que me sucedió.
Hace más de tres años conocí al amor de mi vida, ¡por fin había llegado el amor a mí y estaba contentísima! Nos conocimos como cada vez más gente se conoce en estos tiempos: por internet.
Pronto vino a verme, sin embargo yo no pude ir con tanta facilidad porque se presentaron obstáculos migratorios y desde entonces todo comenzó a decaer. Especialmente su ilusión y entusiasmo. Nos esforzamos mucho para estar juntos pero no se pudo y sin embargo, yo corazón de mujer, claro, nunca me desilusioné pues yo pensaba que sí, que era él para mí y yo para él y que todo esto no era más que una prueba y que pronto superaríamos. Nunca dude, siempre creí… pero él comenzó a dudar y finalmente me dejó de querer. Ojalá hubiéramos terminado con valentía dejándonos ir mutuamente; pero no, comenzó un tiempo de idas y venidas, de ambigüedades que no pararon hasta que otra persona llegó a su vida. Ahí se acabó todo de la forma más amarga y dolorosa.
Me sentí mal, sentí morir, porque durante tres años yo veía mi futuro junto a él y de pronto no tenía nada. Se había ido y no solo sino con alguien. Los sufrimientos no son posibles de describirlos, ahí están y sólo es posible entenderlos cuando se pasa por ellos.
Bien pues “¿qué te sostiene cuando todo lo demás falla?”, leí hace muchos años en un poema; y encontré con sorpresa que a mí me sostenía la fe, el amor a Dios. Corrí a sus brazos en seguida, menos que eso, ¡Él vino a mí!… vino a sostenerme, caí en sus amorosos brazos en cuanto vio que me iba al abismo! Me salvó otra vez, y descubrí que Cristo de continuo nos salva, su misión de redención no ha terminado y continúa a cada instante en nuestras vidas.
Un día cuando veía que mi relación se derrumbaba, de súbito me vino –como la sed física- una imperante necesidad de rezar el Rosario intensamente, y no una… sino tres veces. Yo, que no hacía mucho había reprochado a un amigo que me contaba que rezaba tres rosarios completos al día. Debo decir que nunca fui afecta al rosario, lo quería pero no tanto; y toda la vida pensé que rezarlo diario era mucho ¡y tres veces! Un escándalo. Pues bien, ahí estaba yo ese día de mayo de este año abrazándome a María con toda el alma. Ella había venido a mí. Mi Madre vino a mí cuando vio que quedaba rechazada y abandonada, por las razones que fuera, pero estaba quedando desamparada y Ella corría hacia mí.
En cuanto pude me contacte con un sacerdote y él me dijo tantas cosas lindas y me presentó a Jesús como mi Novio. Demasiado respeto y veneración a Jesús como para verlo como Novio, al principio me parecía increíble. Pero era cierto que lo era. El viernes santo de este año yo sentía morir de pena y me fui junto a una foto suya – la del Sagrado Corazón de Jesús – y le dije que unía a Él mi dolor de soledad, a Él que también estaba solo muriendo en la Cruz.
Que yo también estaba sola como Él y le dije que le entendía, que ahora sabía lo que es sufrir por el amor negado de alguien que se quiere tanto. Que yo lloraba por uno solo pero Él por miles.
Ese sacerdote me dijo que Él, Jesucristo, era mi Novio y me dio libros a leer y los audios de unos ejercicios espirituales conducidos por un sacerdote español llamado Jesús Villarroel. Al cabo de unos días comencé a escucharlos y quedé lapidada de felicidad y consuelo. Los ejercicios trataban sobre el Cantar de los Cantares, el libro que habla del amor entre Dios y el alma humana como un amor ‘epitalámico’, es decir, esponsal. Novio y novia, de Esposo y esposa. Que así de fuerte, como el amor entre hombre y mujer, es el amor entre Cristo y mi alma, en suma, el amor entre Cristo y su Iglesia. Desde entonces recibí una lluvia de consuelo y gracias espirituales.
Descubrí Roma, dulce hogar, el libro de los esposos protestantes convertidos al catolicismo; y un día de casualidad buscando otras cosas encontré un libro sobre Marta Robin, no la conocía, otro de Milagros sorprendentes, relatos de los milagros que llevaron a los altares a cientos de santos y un libro sobre las conversiones de judíos y ateos al Catolicismo. Quedé embebida con cada una de las cosas que decían estos libros, quedé enamorada y rodeada del amor de Dios. No puedo describirlo como tampoco pude describir mi sufrimiento del comienzo. Encontré la página oficial de Medjugorje y ahí descubrí que María pedía los tres rosarios diarios, yo hasta ese momento no lo sabía.
Desde entonces encontré sentido a lo que me pasaba, me sentí especialmente querida y me dejaron muy remecida las experiencias de conversos. Desde entonces pude ver y con sorpresa que yo también me estaba convirtiendo… de una cristiana católica tímida y tibia a una cristiana católica fervorosa y cada vez más loca por Cristo. Así fue que este año para mí resultó un año de retiro espiritual muy completo, ¡Un retiro anual! Porque de casa al trabajo, de casa a salir con mis amigas, de estar con ellas a estar con la familia o los colegas del trabajo, iba yo reflexionando lo que leía, lo que rezaba y me comenzaba a sentir muy feliz.
Leí mucho más en verdad – a mí el amor de Dios me llegó por los libros, será porque me gusta leer- y he rezado más que nunca, no he dejado mis maravillosas ciento cincuenta avemarías diarias, ni la lectura diaria de la Biblia siempre en compañía con partes de Historia de un alma de santa Teresita, que lo tengo como lectura de noche junto a la Imitación de Cristo. Volví a confesarme más seguido pues había dejado de hacerlo con frecuencia y ahora sólo me falta volver a mi grupo espiritual ya que había dejado de ir por mucho tiempo. Soy de ir a Misa todos los domingos, esto sí desde siempre y hace un tiempo iba todos los días; ahora no me es posible por mis horarios, pero amo la Misa más que a nada porque ahí está Jesús renovando continuamente su sacrificio en el altar.
Jesús otra vez me tiene entre sus brazos y esta vez para siempre. Ahora sé, suele pasar, que a través de los sufrimientos más duros de la vida Él se muestre como una indescriptible revelación de amor. Como dice en el Cantar de los Cantares Mi amado es el que forzó la cerradura para entrar en mi corazón justo cuando necesitaba ayuda.
No resulta fácil escribir y mucho menos publicar estas cosas que son del corazón, porque a decir verdad nada ha cambiado por fuera, nadie a notado nada en mí. Sólo anuncié que mi relación había terminado y la vida siguió para todos… pero no sabían ni tenían porqué saberlo que en mi mundo interior había ocurrido un cataclismo y luego la llegada de una Arrolladora Luz de Esperanza que venía a trasformar mi vida entera, a cambiarme el corazón por otro mejor. No es posible trasmitir esto… no es posible; sólo Dios tiene poder para entrar en nuestros aposentos.
Necesitaba dar testimonio de esto porque me superó el corazón, rebalsa de mí porque quiere y busca ser trasmitido; porque es algo que literalmente: quema adentro.
Hoy soy muy feliz, no volví a saber más de él, la nostalgia continúa, el duelo sigue su curso pero yo he dejado de llorar y a pesar de la pena al fondo hay una base de gozo que nunca podré explicar bien.
Aquél había sido la persona más importante de mi vida durante los últimos tres años (eso sí, siempre después de Dios, claro… aunque debo reconocer que en la práctica muchas veces estuvo antes) y ahora se ha ido, no está más. Encontré que hay separaciones peores que la muerte… pero yo recibo consuelo de mi Madre – siempre digo que Ella es la reina de los varones en la Tierra, la ‘dueña’ – le pido siempre por él, porque sea feliz y sé también que no hubo pérdida, que en la vida del espíritu siempre hay encuentros y nunca despedidas… que en Jesús todo es Encuentro y que de alguna manera también tengo al que se ha ido y con eso me basta. Quien tiene a Jesús nada le falta, ¡bien lo decía santa Teresa!
Cuento esa historia porque es importante que las personas sepan que hay conversiones hoy por hoy, que no es cosa de otros siglos, y es más ¡que todos necesitamos convertirnos!… ¡incluso y más quienes consideramos que estamos muy cerca de Dios!… Yo rezo cada día por la conversión de los pecadores y las almas del purgatorio… antes cuando pensaba en esa frase “la conversión de los pecadores” me sonaba a “los pobres del mundo”, es decir, como una cosa remota y nada definida ni concreta. Hasta que para mi asombro por fin descubrí que “los pecadores” no son los seres humanos de Medio Oriente o de otra civilización remota, sino ¡los que tengo cerca, mis propios seres queridos: con nombres y apellidos, y yo misma!… descubrir eso me sonó tan nuevo que apenas me recupero del asombro y la alegría.
A las almas del Purgatorio las llegué a querer gracias a María Simma, la mujer austríaca que tenía el don de verlas. También rezo cada día por las de mis seres queridos hasta por los más desconocidos que más pudieren necesitar; y en cuanto a ellas debo añadir una cosa. Sé que ellas van camino a Dios, están en proceso de purificación, pero lo buscan y están ansiosas… como yo de encontrar un amor aquí en la Tierra, por lo que he ofrecido a Jesús mi agridulce espera de un amor en la Tierra como ayuda a las almas del Purgatorio hasta el día de mi boda si acaso es de Dios que eso se dé, si no será una ofrenda para siempre por ellas, hasta cuando me vaya con mi Novio del Cielo.
Cuento también esta historia para que ojalá sirva de algo a todas aquellas miles de chicas que sufren por amor como yo, o han sufrido una decepción amorosa. Escribo y dedico esto a todas aquellas mujeres samaritanas que como aquella mujer de la biblia, van por el camino de sus vidas con tantas cicatrices de amor a cuestas, maridos que las dejaron, novios que las dejaron de querer o la sombra de esa soledad desesperanzadora ahí cuando más ganas se tiene de amar y ser amadas; para que sepan que Jesús las quiere y que con Él es posible perdonar, amar incondicionalmente, ser felices como el mundo material no se imagina, que es posible encontrar el Sentido a todo sólo con Él.
No es tapar un vacío con la religión o la fe como dirían muchos desde la frialdad de su escepticismo, ni mucho menos un simple apoyo psicológico para superar la depresión. Ésta es una experiencia espiritual profunda que revela una realidad trascendental: la del encuentro de Dios hecho Hombre con el alma hundida en una de las más trágicas vicisitudes de su existencia.
A algunos les toca en una enfermedad, a otros en la pobreza, a mí me tocó en el abandono de un amor, pudo ser una sarampión, una simple gripe. Sólo Dios, Mi Señor, sabe cuándo llegar y entrar en las entrañas de cada quien. Desde aquí doy mucha Gloria a mi Señor por su Amor desmedido y digo que estoy tranquila y feliz sólo gracias a Él.
Una cosa buena de todo esto es que no me enojé con Él como me sucedió en algunas otras ocasiones. Esta vez sentí que Él me amaba ahí cuando todo me salía mal.
Este es el año de la Fe en nuestra peregrinación por este mundo, quizá no fue casualidad lo que me sucedió. El tiempo es ¡ahora! Está en esta vida la oportunidad de amar a Dios y abrirnos a su llamado generosa y confiadamente… con los ojos de la fe, porque después de verlo – si lo vemos luego de vivir alejados de Él- qué fácil será. Mejor es quererlo ahora… que es un Amoroso Dios escondido entre las cosas de nuestra vida y en la Eucaristía.
Doy Gracias a Dios por todo, por todo, por todo lo que hace en mi vida, y doy Gracias al sacerdote que me ayudó, por ser tan buen amigo de mi Novio… y pido a Dios que lo bendiga y en él a todos los sacerdotes del mundo entero.